El problema de los gobiernos amigos

AROUSA

AREOSO | O |

16 nov 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

HASTA la saciedad hemos escuchado siempre que se acercan las elecciones locales la conveniencia de que nuestro voto se dirigiese a aquel partido que gobernaba en Madrid o en Santiago. «Ellos serán los que más se preocupen de nuestros intereses», explicaban los aspirantes a alcalde a todo el que quisiera escucharle. Y, la verdad, es que era cierto. Porque mientras todos eran del mismo color, todo eran buenas palabras y apoyos y la gran mayoría de los proyectos presentados recibían el respaldo de tal o cual administración. Sin embargo, aquellos que tanto predicaron la teoría del gobierno amigo ven como ahora se les viene encima. Sí, ya no hay colegas ni en la Xunta, ni en Madrid y aquel apoyo incondicional se ha traducido en suspensiones de obras y proyectos previstos. La indignación se ha instalado entre numerosos regidores que ven como las obras que han prometido a los vecinos se quedan en nada. Exigen airados que la nueva Administración se reúna con los afectados para explicarles que sus reclamaciones no son ni importantes, ni prioritarias y anuncian manifestaciones y recursos judiciales. Alguien debería recordarles que, ahora, también vale la teoría del gobierno amigo. Y que por esa misma regla de tres, sus proyectos deberán esperar, olvidados en el fondo de cajones, hasta que lleguen mejores tiempos. Porque durante mucho tiempo se ha priorizado más la amistad entre gobernantes que la prioridad de tal o cual trabajo. Contaba más ser del mismo color, que la verdadera relevancia que las obras pudieran tener para los vecinos. Siguiendo sus propias teorías, ahora serán otros los que se beneficien de subvenciones y programas. Ahora, estos últimos tampoco deberían olvidar que, durante años, criticaron esa treta de los gobiernos amigos, que los dejaron sin una sola ayuda.