Siguiendo la tradición, la selección española comenzó con mal pie un mundial de fútbol. El regular combinado austríaco, cuya única figura era Krankl, derrotó a España por 2-1. Las figuras hispanas, como Pirri, Migueli, Quini, Rexach y Rubén Cano, fracasaron estrepitosamente, a pesar de contar con la ayuda de un público en el que había muchos gallegos, que animaron sobre todo a su compatriota, el orensano Miguel Ángel. Se fue, así, a un partido decisivo contra la poderosa selección brasileña, a la que había que ganar para poder pasar a la siguiente fase. El seleccionador Ladislao Kubala echó la culpa a la línea defensiva, en quien tanto confiaba. Para animar a la depauperada selección visitó la concentración de La Martona el famoso cantante Julio Iglesias, que interpretó algunos de sus éxitos, rodeado de una enorme bufanda con los colores nacionales. Fuera del ambiente futbolístico, el dictador del país, teniente general Videla, seguía manifestando que Argentina era un paraíso de paz y tranquilidad. Lo decía con fundamento, porque todos los disidentes, e incluso los neutrales, habían desaparecido. exto