Ese idilio no tuvo el final que se merecía. Corbacho volvió al Obradoiro tras un año en el Baskonia. Vino para ser el estandarte del equipo y en su primer partido sufrió la lesión de rodilla que le hizo perderse todo el curso. En el siguiente bajaron sus registros, el club optó por ejecutar la cláusula de salida de su contrato y ofrecerle uno nuevo, con otras cantidades y, en principio, otro rol. El escolta prefirió no contemplar esa opción y ahí se separaron los caminos. Pero nunca se borraron los recuerdos.
«Pelotita, después de más de 1.310 triples sonando choof siento que ha llegado la hora de despedirnos, de separar nuestros caminos después de tantos años compartidos. Yo aquí me paro, ¡pero tú nunca dejes de rodar! Muchas gracias pelotita. Muchas gracias baloncesto». Así pone el punto y final Corbacho a una carera que arrancó en la campaña 2003/04 en el filial del Unicaja de Málaga y en la que pasó por otros nueve clubes. En ninguno estuvo tanto tiempo como en el Obradoiro ni dejó una huella como la del 33 en Sar, donde tantas veces se coreaba el ¡Corbaaaaaaacho, Corbaaaaaaaacho!. Se va el mejor triplista de su historia.