Fer, corpore sano in mens sana

Manuel García Reigosa
M. G. REIGOSA SANTIAGO / LA VOZ

ANDAR MIUDIÑO

xoan a. soler

El base del Obradoiro cuida la dieta, practica yoga, toca la armónica, escribe su diario, es estudioso, vive para el baloncesto sin perder de vista que no deja de ser un juego

30 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Tiene 23 años, cerca ya de los 24, y las ideas muy claras. Fernando Zurbriggen, a quien le gusta que le llamen Fer, vive para el baloncesto pero también sabe que no todo tiene que ser baloncesto. De alguna manera, le da la vuelta a la expresión mens sana in corpore sano porque «el cuidado del cuerpo tiene que ver con lo físico, pero también con lo emocional».

 Sin caer en la obsesión, es extremadamente cuidadoso con la dieta. Es algo que le debe a la llamada generación de oro del baloncesto de su país, la de los Ginóbili, Scola y un largo etcétera. «Dejaron un legado en cuanto a información del alto nivel -apunta el base del Obradoiro-. Empezaron en Argentina, tuvieron un salto de calidad que muchos dieron en la ACB. Muchos llegaron a la NBA. Todos remarcaban el tema del cuidado personal. Se le dio importancia al día a día fuera de la cancha y no solo al entrenamiento con la pelota».

En su anterior club había dos nutricionistas, de modo que llegó a Compostela con buenos hábitos adquiridos: «Como, nutricionalmente hablando, lo que me hace bien. Y, mentalmente hablando, lo que me hace bien. No es cuestión de comer todos los días verdura y pescado y no me salgo de la dieta. A veces tengo ansiedad de comer un chocolate, lo como y no siento culpa. La alimentación es mucho más que comer, es un balance».

Válvulas de escape

En esa línea, también busca «desempeñar actividades para contrarrestar la enajenación que genera el alto rendimiento». Al final del día, intenta no perder de vista que «el baloncesto no es más que un juego».

Le gusta practicar natación. Desde que ha llegado a Compostela ha aparcado la bicicleta, porque «aquí hay mucho tráfico». También toca la armónica: «Es algo de lo que no suelo hablar. No sé de donde habrá salido. Arrancó por temas familiares, situaciones personales de la vida. La tocaba una persona y la heredé. La uso para distenderme mentalmente y, sobre todo, como método de abstracción cuando estoy en casa. Me va bien para la cabeza. Y también es un instrumento musical agradable». Asimismo, practica yoga.

El tiempo y la atención que le dedica al baloncesto no le han impedido completar la carrera de Magisterio con una nota media por encima del nueve.

Él mismo explica cómo de una manera un tanto casual encontró una segunda vocación: «Junto al club había una universidad y una carrera en turno de noche, un turno que no es habitual. Con el tiempo descubrí que me gusta la docencia, me gusta tanto aprender como explicar y enseñar. Fue hermoso. La nota académica tiene que ver con lo que me hizo sentir como persona. No estudiaba para un examen».

Ahora está realizando un máster sobre Educación Física y Gestión Administrativa. Y también quiere aprender gallego.

De todas las vivencias que va sumando guarda relato en un diario: «Tengo un diario íntimo en el que me cuento las cosas. Seguramente esta noche escribiré que hoy tuve mi primera entrevista mano a mano con un periodista. Es un diario que solo veo yo. Intento reproducir emociones y sensaciones del día a día para que en el momento que quiera ver cuánto crecí, cómo vengo, cómo me siento yo, agarro y leo dos o tres páginas».

No solo es una manera de registrar lo que le va sucediendo: «Lo uso también de descarga. El día de mi debut con la selección argentina, que dio la casualidad de ser en la cancha en que yo jugaba, fueron muchas emociones y creo que deportivamente no terminé de asimilar la situación. El sueño de chiquito. Llegué a la noche al hotel y escribí, como que me contaba las cosas a mí mismo. Ahora, en un día normal, agarro, me siento a leer mientras como, leo y me digo que vale la pena comer el brócoli y el pescadito si después me genera todas estas cosas».

«Moncho me pide que no vaya al juego, que espere a que el juego venga a mí»

Al poner el foco en esta temporada y la experiencia con el Monbus Obradoiro, Zurbriggen apunta que está en pleno proceso de acoplamiento: «Lo que más me está costando es la adaptación emocional a todo un escenario nuevo, a todo un plantel nuevo. Creo que eso es lo que más me está sorprendiendo. Creí que iba a poder reproducir al Fer jugador que venía de Argentina derecho en la ACB, y no. Es todo un proceso de adaptación y reconstrucción de uno mismo. Las piezas son diferentes, hace falta un tiempo. Independientemente de que los rivales también te puedan sorprender».

 Todo un segundo antes

Su compatriota Maxi Stanic ya le advirtió que en la ACB todo va más rápido. Y lo está comprobando: «El tema de las pérdidas, por ejemplo, viene por una ansiedad emocional mía, de querer hacer las cosas muy pronto, y también de que tengo que adaptar el juego a que, cuando mentalmente ya lo leí, esa es la situación. Si ejecuto un segundo más tarde, ya cambió el escenario. Por ejemplo, veo un pase libre, hago un dribling de más y esa ventaja ya desapareció. Es todo más veloz, más dinámico, más rico en cuanto a conocimiento táctico, los espacios son distintos porque todos los jugadores meten desde la línea de tres. A mí también me exige. Creo que en estos 75 días que llevo ya acá, en España, crecí un montón».

Cuando se le presentó la opción de firmar por el Obradoiro lo tuvo claro: «Quería trabajar con Moncho. Creo que es el clic para mi carrera profesional. Es un detallista, tiene un repertorio increíble a nivel táctico. Y encima se le suma que tengo a Albert Oliver al lado».

El Alquimista de Pontepedriña que se ha encontrado no defrauda sus expectativas. Antes al contrario: «Tengo una conexión fuera del campo con Moncho. No sabía que tenía tanta pasión por la vida». Lo que sí le sorprendió es que le recomendase una lectura de una autora argentina, Claudia Piñeiro, y su última publicación, Catedrales: «La devoré».

Poco a poco va entendiendo lo que quiere el técnico: «El cambio más importante, por lo que me pide, es cumplir los planes de juego. Tengo que cambiar algunos hábitos, que no son malos, son distintos. Estaba acostumbrado a tomar cierta cantidad de decisiones. El primer concepto que Moncho me pide es que yo no vaya al juego, que espere que el juego venga a mi. Parece una frase tonta, pero dice un montón. Por ansiedad de querer hacer las cosas bien, a veces me meto en problemas, en vez de esperar a que el juego venga y yo resolver. En mi caso es la clave».