El Obra y el espejo de Manresa, dos modelos de resistencia en la ACB

Manuel García Reigosa
M. G. REIGOSA SANTIAGO / LA VOZ

ANDAR MIUDIÑO

PACO RODRÍGUEZ

Son los únicos enclaves de menos de 100.000 habitantes en la Liga Endesa

31 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace casi diez años, a mediados de octubre del 2011, Miki Feliu, alero que logró el ascenso a la ACB con el Obradoiro y el Manresa, hacía las siguientes reflexiones: «El año pasado, en el derbi contra el Breogán, cuando íbamos catorce o quince abajo y la gente empezó a empujar... Fue algo increíble. En Manresa probablemente no hubiese pasado lo mismo y la grada habría sido más crítica. Ojalá que con el tiempo se consolide el proyecto obradoirista y que cada vez vayan llegando más triunfos. Y entonces, seguramente, la gente también se volverá más exigente»; Manresa y Obradoiro son «dos equipos con mucha tradición, trabajo e implicación, con dos aficiones que no piden más de lo que puede haber. Son dos plazas que respiran baloncesto».

El club santiagués, que acaba de cumplir cincuenta años, viene de completar su década dorada, una decena de temporadas consecutivas en la ACB celebrando el llamado título de la permanencia. Porque son diez cursos en los que ha esquivado los dos últimos puestos de la clasificación pese a partir siempre en el vagón de cola en materia de presupuestos.

El Manresa, otro modesto en el apartado económico, que ha firmado una temporada excepcional, quedándose a las puertas de la Copa del Rey y de las eliminatorias por el título, acabó en puestos de descenso en tres ocasiones a lo largo de estos diez años.

Manresa y Compostela son los dos únicos municipios con representación en la ACB cuya población no alcanza el umbral de los 100.000 habitantes. Como decía Feliu, son dos plazas «que respiran baloncesto».

Desde que arrancó la ACB, en la temporada 1983/83, el club catalán perdió la categoría en seis ocasiones, si bien en dos de ellas no se consumó el descenso porque los equipos de la LEB no completaron el proceso de entrada en la máxima categoría.

En los noventa llegó a ganar una Copa del Rey y una Liga. Pero aquel equipo de revalorizó de tal manera que dos años después de tocar la cima bajó a la LEB. Y nunca perdió el norte.

Aspiraciones

Para el Monbus Obradoiro, aspirar a un gran título suena a utopía, como lo era en su día para el conjunto del Nou Congost. Pero no lo debería ser tanto, si consigue mantener el presupuesto o incluso incrementarlo algo, soñar con llegar a la Copa del Rey. En su mejor curso en la élite acabó octavo la fase regular y entró en las eliminatorias por el título.

La pandemia ha supuesto un frenazo económico considerable. El club confiaba en poder aprovechar la energía del cincuenta cumpleaños para intentar tomar impulso, pero tuvo que reprogramar y replegar.

Cuando Miki Feliu escribió aquella colaboración, el Obra nunca había logrado la permanencia en la ACB. Ahora lleva diez. Si se fija en el espejo del Manresa, el desafío deportivo del club pasa por mejorar su clasificación y estrenarse en una competición europea. Pero hay otro reto no menos sencillo, el de consolidar un modelo que le permita navegar en la élite más allá de los cambios que pueda haber en la gestión, en la dirección deportiva y en el banquillo.