Mayka Maíllo: «Con mi Obra en mi brazo para siempre»

ANDAR MIUDIÑO

Cedida

Empleada de Iberia en Madrid, se enganchó al equipo tras vivir el Miudiño en Sar y hace un mes se tatuó el escudo del club

30 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Si en el viaje de luna de miel a Fran Grela (delegado del Monbus Obradoiro) y Montse Gende les hubiese tocado otro mostrador de facturación en Madrid, Mayka Maíllo probablemente ni siquiera conocería hoy al equipo santiagués. Pero el azar los juntó, bastaron los minutos del trámite de documentación y una breve conversación para que conectasen. Con posterioridad supo que los dos trabajaban en el Obradoiro, aprovechó un viaje a Santiago con la familia para ver un partido en Sar, escuchó el Miudiño y se quedó fascinada. Desde ese momento es una seguidora más, de las más identificadas, hasta tal punto que esta temporada se ha tatuado el escudo del equipo en un brazo.

No fue esa una decisión que tomase de la noche a la mañana, pero sí la adelantó algo en el tiempo, tal y como ella misma explica: «Coincidiendo con una mala racha de resultados, empecé a ver mucho pesimismo a través de las redes y me comprometí a tatuarme el escudo en cuanto se consiguiese la permanencia. Estaba tan convencida de que la iban a lograr que incluso me anticipé». El primer partido después del tatuaje se saldó con derrota, 76-70 en el Palau frente al Barça. Pero luego llegaron las victorias ante el Andorra, la de la salvación virtual, y contra al Estudiantes, la que selló la continuidad en la ACB. Si el desenlace deportivo no hubiese sido el esperado y deseado, daría igualmente por bueno el grabado en la piel, una manera de decir «con mi Obra en mi brazo para siempre».

La mejor embajadora

De lo que no hay duda es de que el Obradoiro tiene una embajadora de lujo en Barajas en esta agente de facturación y embarque. En el 2017 fue distinguida por Iberia con un premio a la excelencia, a partir de las encuestas realizadas entre los viajeros para conocer el trato que les habían dispensado. «Sentí un gran orgullo —recuerda—. Me gusta mucho mi trabajo».

De ese buen trato en primera persona podría dar fe Mike Muscala, que de un día para otro tuvo que hacer las maletas para regresar a Atlanta. Mayka Maíllo recuerda el trajín de aquella jornada: «Me había avisado Fran, para ver si le podía echar una mano, porque iba con el tiempo muy justo y tenía que cambiar de terminal. Llegamos a la T1 y ya se había ido el avión. Le dije que no se preocupase, que podía venir a casa y al día siguiente cogería otro vuelo. En eso su agente lo llamó y le dijo que había una opción, vía Ámsterdam, que salía también en cuestión de minutos. Nos fuimos a la T2. En mi vida corrí tanto en el aeropuerto».

Otro jugador que la recordará, con seguridad, es Robbie Hummel: «El Obradoiro había jugado en Madrid, me tocaba trabajar y habilitamos un mostrador para que embarcasen. Fran me acababa de regalar una camiseta de Hummel y me la puse por encima. Cuando llegó, le dije que no hacía falta el pasaporte, me di la vuelta y vio la camiseta con su nombre. Montse me comentó tiempo después que el jugador había alucinado».

Días atrás, Manuel Dubert, aficionado del Obra que embarcaba para viajar a Barcelona, la identificó, por haberla visto en la redes sociales, y tuvieron oportunidad de intercambiar impresiones. «Me reconocieron hasta en el curro, es muy agradable. Encontrarse con obradoiristas siempre es un gusto», subraya Maíllo.

«Moncho y el Obradoiro son como la mantequilla y la mermelada en la tostada»

Mayka Maillo no se atreve a imaginar un Obradoiro sin Moncho Fernández: «Son como la mantequilla y la mermelada en la tostada, no se pueden separar. No sé lo que va a pasar. Me digo que se va a quedar, se va a quedar, se va a quedar...». Pero también entiende que pueda «recibir otra oferta maravillosa....». En ese caso, «seguiría siendo del Obra y, además, monchista».

La última contienda que vio en Sar fue «ante el Andorra, la de las dos prórrogas». En Madrid, tanto ella como sus hijos, que son tan seguidores o más, acuden a los partidos del equipo siempre que el trabajo se lo permite. Y cada vez que la expedición viaja a la capital o hace escala, procura abrir hueco para saludar. «Bendito el día que me crucé con Fran y Montse», proclama.