Con el impulso y el espíritu de Valladolid

ANDAR MIUDIÑO

Garrei

11 abr 2021 . Actualizado a las 00:14 h.

En mayo de 2012, en la penúltima jornada, el Obradoiro selló la permanencia en la ACB por vez primera en su historia. Lo consiguió en un Sar abarrotado, ante un Valencia que era claro favorito.

En los dos partidos anteriores, a finales de abril, el colectivo de Moncho Fernández había dilapidado a domicilio dos oportunidades de oro para conseguir la victoria que le faltaba, en las pistas del Estudiantes y del Valladolid, los dos últimos clasificados. Los pucelanos, cuando se enfrentaron al Obra, ya estaban descendidos. Pero ganaron aquella contienda.

Alrededor de quinientos seguidores compostelanos se habían desplazado hasta la capital del Pisuerga para apoyar al equipo. Y la decepción de aquella dolorosa derrota no les impidió poner la primera piedra de la que después fue una victoria que para muchos figura en el podio de sus recuerdos de la última década, la anteriormente referida frente al Valencia.

La escalinata que se ve en la fotografía ocupa un lateral de la explanada en la que estaba aparcado el autobús del equipo. Pasaba de las dos de la tarde y los seguidores se agolparon ordenadamente para despedir al plantel. Solo cabían tres opciones: pitada, división de opiniones o aplausos. No hace falta decir cuál de las tres fue la elegida.

Este veterano periodista vivió en primera persona el ascenso del Compos a Primera División o la conquista de la Copa de España del Lobelle en Zaragoza, dos de los grandes momentos históricos del deporte santiagués.

Pero lo que hizo la afición del Obra en Valladolid no tiene parangón. Convirtió la derrota más difícil de digerir en el primer paso hacia la victoria final. En esa escalinata no se escuchó un solo reproche hacia los jugadores y el cuadro técnico a medida que iban llegando al autobús. Entendieron y cultivaron la esencia de un club que sabe mirar hacia dentro en los momentos más complicados, como hicieron Docobo y Mato cuando evitaron la desaparición de la entidad, y quienes los acompañaron durante lo que Celso Emilio Ferreiro probablemente hubiese catalogado como «longos anos de pedra».

La pandemia y los partidos a puerta cerrada desnaturalizan el deporte. Pero, aunque no haya público en las gradas, el Obra sabe que tendrá detrás a su afición remando en popa. Lo mismo podría decir el Manresa, otra de las plazas de la ACB que rezuma baloncesto. Está firmando uno de sus mejores cursos y no lo puede vivir con su gente a pie de pista.

Lo que no le puede quitar nada ni nadie al Obradoiro CAB es la esencia que lleva en su apellido, la del Club Amigos Baloncesto, un colectivo que se maneja bien en la resistencia.