Los ángeles custodios del Obra

Manuel García Reigosa
M. G. REIGOSA SANTIAGO / LA VOZ

ANDAR MIUDIÑO

XOÁN A. SOLER

«Algo habrá ayudado el Apóstol, pero la clave es una suma de voluntades y razones», resumen los hermanos Vázquez Guillén al recordar la travesía judicial

20 nov 2020 . Actualizado a las 21:45 h.

Al Obradoiro le sienta bien su apellido, Club Amigos Baloncesto. Porque a lo largo de los cincuenta años de vida que celebra esta temporada, son y han sido muchos los que han ayudado a escribir esa historia. Entre ellos, y en un lugar destacado, los hermanos Antonio y Argimiro Vázquez Guillén, que durante casi cuatro lustros mantuvieron siempre la guardia en alto en cada combate judicial, sin pedir nada a cambio, con una fe y una perseverancia incalculables.

Sin ellos, probablemente hoy la entidad no estaría en la ACB, por su buen hacer y porque si hubiesen puesto por delante la minuta por todo el trabajo de esa etapa, en el minuto uno habrían dicho adiós, porque no había dinero en caja. Asumieron la causa por cariño a la ciudad en la que cursaron sus estudios universitarios y en la que vieron jugar a aquel equipo que estaba ante una oportunidad única de llegar a la élite.

Tampoco hubiese dado ese salto el Obradoiro si el 30 de septiembre de 1992 José Ángel Docobo y José Ramón Mato no hubieran evitado sobre la bocina la firma del acta de defunción de la entidad. Abanderaron una causa a la que pocos aventuraban un largo recorrido.

Toma de contacto

En ese momento, los hermanos Vázquez Guillén ya estaban en la batalla. No recuerdan exactamente el día que se subieron al barco del Obradoiro para iniciar una travesía de la que nunca dudaron que llegaría a buen puerto. Lo que no esperaban es que fuese tan larga y tan salpicada de temporales y zancadillas.

«El presidente era Antonio Besada y también estaba Alejando Otero, un abogado al que conocíamos de Santiago, que fue el primero en llevar el caso a la Justicia», recuerdan.

Conocían el terreno que pisaban, en una época en la que vieron la luz varios casos de problemas de documentación con los llamados jugadores oriundos en el fútbol. Era lo mismo, pero en el baloncesto, con Esteban Pérez, argentino que militaba en el Murcia como español. Las pruebas que fueron reuniendo no ofrecían dudas: «La posibilidad de hacer investigaciones en Buenos Aires estaba relativamente fácil porque Besada tenía contactos. Y toda la colonia gallega operaba a favor para conseguir las partidas de nacimiento y demostrar la alineación indebida. Se constató con claridad».

Lo que más les sorprendió fue el recurso de casación interpuesto por la Federación Española después de que la Audiencia Nacional diese como ganador de la eliminatoria al Obradoiro. «Eso nos tuvo ahí varios años», comentan los hermanos Vázquez Guillén.

El Obradoiro demostró primero la falsificación de la documentación de Esteban Pérez. Y después, en el año 2002, consiguió que el Supremo lo reconociese como ganador de la eliminatoria ante el Murcia,

Parecía el final del trayecto, pero todavía aparecieron escollos. La ACB exigió las condiciones de acceso vigentes en ese momento, para inscribir al club en la temporada 2003/04. El Obradoiro entendía que tenían que aplicar las de la campaña 90/91.

La batalla final

Tocaba pleitear de nuevo. Y, una vez más, el club salió victorioso. En el año 2007 el Supremo volvió a darle la razón. La entidad deportiva y la ACB negociaron para que tomase la posesión de la plaza en el curso 2009/10. El 15 de junio de 2009, último día para la inscripción, completó el trámite y un ingreso de 182.000 euros. Los aportó el patrocinador, pero las gestiones culminaron tan a última hora que la delegación desplazada a Barcelona llevaba dos talones que sumaban conjuntamente ese cantidad, aportada por comerciantes de la zona noble.

Toda precaución era poca. Y sería increíble que después de casi veinte años de lucha todo se pudiese ir al traste si el banco tardaba unas horas más de los previsto en hacer la transferencia.

«Para nosotros el Obradoiro es como un hijo. El parto duró 18 años», concluyen los Vázquez Guillén, no sin antes hacer resumen: «Algo habrá ayudado el Apóstol, pero la clave es una suma de voluntades y razones».

«Ver todo en marcha fue una gran satisfacción»

 Tanto Argimiro como Antonio Vázquez Guillén guardan un vivo recuerdo del primer partido del Obradoiro en la ACB, el 10 de octubre de 2009, frente al Barcelona de Xabi Pascual. Fue un día de fiesta en la Caldeira de Sar, con homenajes previos, como el que recibieron ambos a pie de pista cuando José Ángel Docobo les hizo entrega de la insignia de oro del club. «Ver todo en marcha fue una gran satisfacción», la constatación de que el esfuerzo había valido la pena, de que «el semillero del baloncesto estaba muy vivo en Santiago», proclaman.

En este trayecto desde principios de los noventa hasta octubre del 2009 ponen especialmente en valor el papel que jugaron «Antonio Besada, José Ángel Docobo y Raúl López». Uno puso en marcha el proceso, otro lo sostuvo y el último en llegar le dio un impulso a la manera de ir conformando el proyecto para cumplir con las exigencias de la ACB. Porque una cosa era ganarse el derecho a competir y otra hacer frente a los requisitos económicos y administrativos, como cualquier otra entidad de la ACB.

«Dinero no había en el Obradoiro, pero compromiso sí», subrayan. Y esa implicación fue la que permitió sortear todo tipo de dificultades hasta coronar una meta que durante muchos años parecía una utopía.

Han pasado casi treinta años desde que Antonio Besada y Alejando Otero los sumaron a la causa de un club que lleva diez campañas consecutivas en la categoría por la que tanto luchó. Ahora los hermanos Vázquez Guillén se cuentan entre los aficionados del Obra que acuden a ver los partidos de su equipo siempre que la agenda se lo permite, bien cuando el colectivo de Moncho Fernández juega contra el Real Madrid, el Estudiantes o el Fuenlabrada, bien cuando son ellos los que se desplazan a Galicia y coincide que hay jornada de ACB en Sar. Saben de primera mano lo mucho que costó.