Los ingenieros del Obradoiro ACB

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa SANTIAGO / LA VOZ

ANDAR MIUDIÑO

XOAN A. SOLER

Chete Pazo y José Luis Mateo, los dos directores generales de la última década, repasan vivencias de la etapa dorada de un club que acaba de cumplir 50 años

19 oct 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

A Chete Pazo lo ficharon para armar un equipo capaz de ascender. Y lo hizo. Sobre esa base construyó el plantel que logró por vez primera la permanencia en la ACB. Fue su último servicio al Obradoiro y su adiós al baloncesto profesional, ya que cambió las canchas por las aulas. Era una decisión que estaba tomada y aplazada cuando lo convencieron para que se involucrase a fin de poner en marcha el nuevo proyecto.

Y llegó José Luis Mateo, que va por su octava temporada en Sar lidiando con uno de los presupuestos más austeros, viendo como cada verano se van los jugadores que más se revalorizan y toca buscar relevos de bajo coste. Son los ingenieros de la década más exitosa del Obradoiro CAB en la ACB, un club que acaba de cumplir cincuenta octubres.

Reunidos por La Voz de Galicia en el Hotel Los Abetos, repasan vivencias de esta etapa. Empezando por recodar la llamada del Obra. En el caso de Chete, fue una conversación, de regreso de un viaje desde Bilbao con Fran Sánchez, que en aquel momento formaba parte del consejo de administración del club. Los dos son amigos de mucho tiempo atrás. En algún punto del trayecto Sánchez recibió una llamada de otro miembro del consejo, para confirmarle que todo estaba en marcha y pedirle que se pusiese al frente. Nada más colgar, le comentó a su compañero de asiento: «Ya sabes lo que te toca».

Pazo empezó por reclutar al cuadro técnico y trazó un plan de ruta: «Está mal decirlo a toro pasado, pero entre la premura que había, porque teníamos poco tiempo, y que los demás equipos ya estaban hechos, siempre tuve claro cómo queríamos que fuesen las cosas. Tener claro cuáles eran los compañeros de viaje, sabiendo que iban a estar Moncho, Gonzalo y Víctor, lo facilitaba. La comunicación iba a ser sencilla. Todos hablábamos el mismo lenguaje. Había una línea clara».

Sin el Alpe d'Huez

El desembarco de Mateo también fue rápido.: «Habíamos tenido una temporada muy buena en Alicante y el máximo accionista decidió que al año siguiente no saldría en ACB. Opte por cambiar de aires. Soy muy aficionado al ciclismo y me iba a ir a ver la etapa de Alpe d'Huez en el Tour. Me llamó Raúl, el presidente. En fechas también era muy tarde, en julio. Se hizo muy rápido y me quedé sin ver aquella etapa».

Chete Pazo habla del obradoirismo desde la perspectiva de compostelano que fue al viejo pabellón de Sar y jugó en el club en la etapa de Santa Isabel: «Es un sentimiento que no viene de cuna. Se gesta en Sar alrededor del ambiente de la Caldeira, con el Miudiño, que en los ochenta y los noventa no se cantaba».

La de José Luis Mateo es la percepción del que llega y lleva ocho años dentro. Rescata un episodio reciente en las oficinas de Sar: «A finales de verano vino un señor y dijo que todos los años se abonaban sabiendo que ‘van a jugar en el equipo Pozas y once más, y en este sabiendo que van a jugar Pozas y once más, y desconociendo cuándo nos van a dejar entrar. Pero aquí está mi abono'. Es una anécdota que define el orgullo de pertenencia a un colectivo. Creo que eso es lo más importante».

No se queda ahí y se extiende en la explicación: «El lema Todos Xuntos es más que una frase hecha. La gente es consciente de que su pequeño granito de arena suma, sea animando en un partido de un sábado, sea dando una palabra de aliento a un jugador en un centro comercial. Es consciente de que aquí todo el mundo juega el partido. A lo mejor, en algún otro club, que es de una caja de ahorros o de un ayuntamiento, no se vive de la misma manera. Aquí el club es de todos, todo el mundo juega, desde los patrocinadores que ponen dinero hasta el último aficionado. Creo que eso es algo que lo hace diferente».

De Concheiros a Sar para ver jugar a Ricardo Aldrey

Chete Pazo fue jugador del Obradoiro a principios de los noventa. Aquella etapa nada tiene que ver con la actual, «empezando por el escenario». Y añade: «Mi época fue en Santa Isabel. La diferencia es grande ya en la capacidad de público. Una de las señas distintivas de esta época del Obradoiro es la Caldeira de Sar. Otra gran diferencia es que en la etapa de jugador realmente era un club amigos. Luego ya, si quiere, ponga el baloncesto. La estructura de club ahora no tiene nada que ver con aquella».

De niño era de los que acudía al viejo Sar: «Soy de los Concheiros. Iba con mis amigos. Casi enfrente de mi casa vivía Ricardo Aldrey. Para nosotros, más que bajar a ver al Obra era bajar a ver a Ricardo, nuestro vecino, uno del barrio en el equipo. En aquella época la gente se identificaba mucho con las plantillas porque los jugadores estaban varias temporadas. Mario Iglesias, Abalde, Juane... Incluso había americanos que estaban más de una campaña, como Collins».

El arte de levantar piedras en busca de mirlos blancos

Salah Mejri, Muscala, Kleber, Matt Thomas, Waczinsky, Pustovyi... La lista de jugadores que llegaron al Obradoiro del ojo de José Luis Mateo y relanzaron sus carreras hacia equipos de NBA o Euroliga es larga. Chete Pazo tiene claro que cuando la historia se repite no es por casualidad.

Mateo asegura que una amiga le repite que «es pura suerte» y le gusta la apreciación porque «tener suerte es la leche». Pero hay una metodología y la explica: «Si todos los años estás en una liga en la que tienes uno de los dos o tres presupuestos más bajos y bajan dos, debes saber que o haces las cosas de una manera diferente o algún día te va a tocar, aunque solo sea por probabilidad. Es algo que tiene asumido no solo la dirección deportiva sino todo el Obra, incluidos los aficionados, que tenemos que hacer las cosas de una manera algo distinta para que no nos toque la china llevando tantas posibilidades. Después, es verdad que cuantas más piedras levantes más posibilidades hay de encontrar algo debajo. Con la experiencia, hay cierta parte de intuición para ver algo del jugador que creemos que no le podemos dar y lo trae. Pero el 80 o 90 % del trabajo consiste en levantar piedras, echarle dedicación».