Tonecho Lorenzo pasa revista a sus vivencias en el Obradoiro

ANDAR MIUDIÑO

PACO RODRÍGUEZ

Junto con Aller en Ferrol, es el único gallego al que le retiran la camiseta

01 jul 2020 . Actualizado a las 19:40 h.

El Obradoiro Club Amigos Baloncesto nació un 6 de octubre de 1970. Está a cinco meses de cumplir los 50 años y entre los actos que ha organizado para conmemorar una temporada tan señalada hay uno especialmente emotivo, ya que retirará el número 14 de Tonecho Lorenzo. Será el segundo jugador gallego que verá su camiseta en lo alto de un pabellón, en este caso, Sar. El otro es el 7 de Manolo Aller, del Club Baloncesto Galicia, en Ferrol.

Es un reconocimiento a toda una vida siempre al lado de un club al que llegó un año después de su fundación, en 1971. Recuerda bien aquel fichaje, porque no fue fácil: «Jugaba en el Bosco y José Manuel Couceiro, que llevaba la parte deportiva del Obra, fue a Coruña. El Bosco dijo que no, porque había el derecho de retención. Pero encontró una fórmula, ya que venía a estudiar medicina. Entre las becas y el cambio de residencia pude cambiar de equipo. Al final incluso sacó a cuatro o cinco jugadores». Con los estudios no le fue «tan bien, pero no por culpa del baloncesto». Haciendo retrospectiva y echando la vista al frente, no duda en dar un consejo a los jóvenes: «Hay tiempo para todo, pero uno entra en una vorágine, se deja ir... Digo a la gente joven que hay tiempo para todo, que hubo y hay jugadores que sacan sus carreras».

Disfrutó mucho en las canchas, sobre todo con los compañeros de viaje: «Caldas, Reparaz, López Cid, Caso, Domínguez, Motos, José Antonio Gil, máximo anotador de la Primera B, Quino Salvo, Pepe Conde, Abalde, Eduardo Echarri, Julio Bernárdez, que fue jugador entrenador... Pero podría seguir con un largo etcétera». De hecho, pidió que en esa camiseta, junto al 14 y el nombre de Tonecho, también aparezca Veteranos Obradoiro.

Con muchos de ellos vivió la etapa en el viejo Gimnasio del campus y el traslado a Sar: «Pasamos del piso de cemento y los tableros de madera al parqué y el cristal. Era una pasada».

También recuerda cómo al equipo se le escapó el ascenso a la máxima categoría en la campaña 75-76 en un partido que el Obradoiro perdió por dos puntos en Tenerife, frente al Caja Rural: «Jugábamos un domingo a las 11 de la mañana. La directiva cogió plazas en un chárter que tenía que salir el sábado por la tarde. Parece ser que no se daba llenado y se fue retrasando la salida. Subimos a Lavacolla hacia las diez de la noche y partimos de madrugada, a las cinco o cinco y media. Nos cambiamos en el autobús y llegamos con el tiempo justo para jugar. Y el partido se nos escapó porque fallamos muchos tiros libres».

Siete temporadas y fútbol sala

Jugó siete temporadas en el Obradoiro y lo tuvo que dejar por la dificultad para compaginar el baloncesto con su trabajo en la banca. Se enroló en el Queixumes y añadió tres temporadas en el Bosco de Vigo, porque solo entrenaba por las tardes. Se retiró en el 82 (y jugó cinco años al fútbol sala aficionado) y lo llamaron para que se hiciese cargo de la cantera y las relaciones con los medios de comunicación, en la temporada que el club jugó en la máxima categoría, entonces División de Honor.

«Aquel fue un año convulso —comenta—. Como siempre, no había mucho dinero. Y tampoco hubo suerte. El americano se lesionó en la quinta jornada, el entrenador, Todor Lazic enfermó, vino un par de meses Nate Davis...». Y el equipo solo ganó dos partidos, uno con Tonecho en el banquillo, en Valladolid: «Pepe Casal no podía ir y lo dirigimos Antonio Millán y yo».

El Obradoiro reaccionó bien tras el descenso en la siguientes campañas: «Llegaron jugadores de la categoría de Paco Dosaula, Popocho, Julio Jiménez, Bill Collins, que fue una institución, chavalitos de Santiago como Sanmartín, Roberto Moure o Kiko Montero. El equipo siempre estaba en la pomada».

Y llegó el famoso play off de la 89/90 frente al Murcia. «En el segundo partido nos dieron el soplo de que Esteban Pérez no tenía la documentación en regla. Después el presidente le pagó el viaje a Alejandro Otero a Argentina». Y empezó la batalla judicial.

No fue fácil. Las deudas casi devoran al club. «Docobo, Mato y los que estuvieron con ellos durante tantos años hicieron un trabajo increíble», afirma Tonecho Lorenzo.

La perseverancia y la fe lograron la plaza en la ACB reclamada veinte años antes. Fue un año para tomar impulso que acabó en descenso. Y en ese momento el Obradoiro hizo dos nombramientos que el 14 considera determinantes para volver y sumar diez cursos en la ACB: «Chete Pazo y Moncho Fernández».

Pasión, sufrimiento, espíritu, sentimiento y poco dinero

Cuando se le pide a Tonecho Lorenzo que defina al Obradoiro en pocas palabras, la respuesta es inmediata: «Pasión, sufrimiento, espíritu y sentimiento». Y no incluye otra constante, de la que da cuenta en diversos pasajes. Siempre ha sido un club de poco dinero. Lo comenta al rememorar el primer curso en la élite, el 82/83. También el 91/92, que empezó con Javier Lorenzo en el banquillo: «El equipo no era malo. Azcón, Abarca, Dosaula, Morty, Ferreira, Seijo, Loureiro, Chiri, Chete, Sanmartín y Pablito Couceiro, que entrenaba con nosotros... Pero los problemas económicos empezaron muy pronto, en octubre o noviembre, todo fue muy convulso, tenso, un sinvivir». Aquel año le tocó dirigir dos partidos a domicilio, en Mallorca, ante el líder, y ante el Bilbao de Azcón y Kopicky. Le dio cancha a los chavales, y en los dos casos rozó la victoria.

Otra constante del Obra, desde el año 80, es la reunión de veteranos el tercer viernes del mes de junio. La de este año se trasladará a septiembre u octubre.

El espectáculo de Nate Davis, las rarezas de Mike Schultz

Tonecho Lorenzo, tras colgar las zapatillas ha sido testigo en primera línea de los avatares de jugadores que permanecen en la memoria histórica de los obradoiristas. Uno de ellos fue Nate Davis: «Un jugador excepcional, que vino muy mal físicamente. Cuando se empezó a poner bien, marchó. Espectacular atacante, como él, poquitos vi. Atrás no era lo mismo. Pero anotando.... Davis y Essie Holis, mamaíña, que buenos eran».

De Bill Collins, uno de los que más huella dejó en Sar, tiene un gran recuerdo: «Es uno de los más serios y honrados que he conocido. Algo parecido a lo que fue Oriol en el Obra. Era muy listo».

Mike Schultz tenía fama de particular. Tonecho Lorenzo no entra en ese debate, pero sí comparte una anécdota, en un partido en Vigo: «El Celta tenía un pívot grande, Ledesma, que nos estaba acribillando a triples. El entrenador le pidió a Mike un poco más de defensa en el perímetro, y este le dijo, literalmente, que él no salía de la cueva».