Reencuentro y 50 años en SAR

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa LA VOZ

ANDAR MIUDIÑO

PACO RODRÍGUEZ

10 jun 2020 . Actualizado a las 23:00 h.

El coronavirus ha cogido al Obradoiro a las puertas de su quincuagésimo aniversario y de una temporada que, por tal motivo, debe ser especial, incluso sin saber hasta qué punto las incógnitas van a hacer mella en el proyecto. Se desconoce a cuánto van a ascender los números rojos y no es lo mismo 30.000 que 300.000, por citar dos cantidades al azar. Tampoco será lo mismo un presupuesto de 3,5 millones, que uno de 3 u otro de 2, por mencionar otros tres posibles escenarios. Ni siquiera se sabe si la Liga Endesa 20/21 deberá empezar con partidos a puerta cerrada o con limitación de aforo. No es fácil dar pasos entre tantas minas.

Sea como fuere, la historia de estos cincuenta años está a salvo del covid-19, al igual que la manera de sentir el club. Y un aniversario tan señalado puede ser una buena ocasión para reconocer aportaciones imposibles de cuantificar, aprovechando el primer partido que se vuelva a celebrar con el Miudiño atronando en Sar.

Hay tres nombres propios que muy probablemente recibirían el respaldo y el respeto unánimes porque su contribución a lo largo de estos primeros cincuenta años trasciende el legado de las canastas.

Tonecho Lorenzo defendió la camiseta santiaguesa en la década de los setenta. Es el alma máter en la intendencia de la tradicional cena de veteranos que este año debe cumplir la cita número cuarenta. Es el embajador que nunca dice no a cualquier iniciativa relacionada con el Obradoiro, el que siempre suma. Su número 14 merece lucir por siempre en lo alto del pabellón junto a los de Hopkins y Oriol Junyent.

José Ángel Docobo y José Ramón Mato son presidentes de honor. Si llevasen dorsal podría ser el de una fecha, 30-9-92, porque ese día evitaron la desaparición del club y abanderaron una utopía que acabó llevando al Obradoiro a la ACB. De no haber dado aquel paso el club hubiese desaparecido muy joven, antes de cumplir los 22. Y una placa con el reconocimiento a quienes no se achicaron ante lo que parecía una locura siempre luciría lustrosa en el palco o algún lugar el pabellón.

El cincuenta aniversario puede arrancar con un reencuentro para el recuerdo.