Ya le pasó en la Universidad, en Wofford. Sus compañeros se extrañaban al ver algunos lanzamientos que hacía, muy forzados. La sorpresa dejó paso al asombro, al comprobar que a menudo acababan pasando por el aro.
Fletcher Magee era, al acabar el partido ante el Bilbao, resuelto tras cincuenta minutos de juego y casi tres horas de batalla, un tipo especialmente feliz. Vive para el baloncesto y disfrutó en primer persona, con protagonismo, de una de esas citas que quedan grabadas en la memoria de Sar. Aun así, la satisfacción no le impedía ser también autocrítico.