El nuevo Obra, de Calloway a Daum

Manuel García Reigosa
M. G. REIGOSA SANTIAGO / LA VOZ

ANDAR MIUDIÑO

PACO RODRÍGUEZ

Los fichajes del base y de Kravic permitieron mantener la hoja de ruta sin activar variantes

24 ago 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Cada verano toca una reconstrucción en el Monbus Obradoiro. Cada una con sus singularidades, con mayor o menor renovación de la plantilla. Pero todas con un común denominador, un presupuesto austero que es sagrado. Antes de entrar en el mercado de fichajes, el club sabe de cuánto dinero dispone y hace un cálculo de lo que puede dedicar a cada refuerzo. Si en una operación se excede, lo tendrá que compensar a la baja en otra.

Aunque ya había trabajo adelantado en cuanto al seguimiento de jugadores, la maquinaria se puso en marcha días después del último partido de la pasada campaña. El cuadro técnico hizo reunión de análisis para evaluar qué apartados convenía mejorar en el nuevo proyecto. Y el consejo de administración autorizó un incremento en el gasto de la plantilla de algo más del 10 %. En dinero contante y sonante, algo más de 200.000 euros. Esa aportación resultó determinante para poder acometer operaciones como las de Kravic y Calloway.

Las opciones de corte en los contratos son un condicionante a la hora de confeccionar el plantel. Llovet avisó con tiempo de su marcha. Esa comunicación reactivó el interés por Álvaro Muñoz, un jugador al que el Obra tenía en su radar de temporadas atrás. Evidentemente, juegan en posiciones distintas, pero quedó cubierta la aritmética de los cupos.

Andreas Obst apuró más los plazos. Hizo efectiva su cláusula a finales de junio, cuando estaba a punto de expirar el plazo.

El curioso caso de Kostas

Y hubo un caso singular, el de Vasileiadis. También abonó su cláusula, pero casi de inmediato empezó a negociar un nuevo contrato. El Betis fue el equipo que más fuerte pujó por él, si bien finalmente prevaleció su deseo de continuar en Sar. Y se quedó.

David Navarro renovó por una temporada. Las dos partes querían seguir de la mano y no tardaron en llegar a un acuerdo. Lo mismo vale para Nick Spires, aunque tardó más tiempo en hacerse oficial, hasta que expiró el plazo para impedir la ampliación por una campaña más. Club y jugador tenían esa posibilidad y no hicieron uso de ella.

Por norma, el Obradoiro suele dejar para el final uno o los dos fichajes extracomunitarios, porque hay más mercado en ese caladero que en el de los nacionales, comunitarios o cotonúes.

La incorporación de Earl Calloway se concretó cuando José Luis Mateo y Moncho Fernández se encontraban en Las Vegas. Fue una operación estratégica, porque al disponer de pasaporte búlgaro permitía guardar las bazas de los americanos.

La llegada de Calloway, unida a la marcha de Obst, incrementó las opciones de cubrir la plaza de escolta con un extracomunitario. Los esfuerzos se centraron en Fletcher Magee, un jugador del que existían ya amplios informes y referencias, y con el que hubo un contacto previo antes de acabar la temporada, en el Portsmouth International Tournament, un campeonato que se celebra en abril y en el que participan mayoritariamente jugadores universitarios en su último año a los que no se les dan muchas posibilidades de entrar en el draft. Este torneo también fue clave en su día en fichajes como los de Brodziansky y Whittington. Mike Daum no pudo asistir por estar lesionado.

Con Kravic y Czerapowicz el Obradoiro escogió una vía que le salió bien. Pudo cerrarlos porque no llegaron a acceder al mercado.

Con el internacional sueco hubo conversaciones hace un año. Entonces pesó más la oferta del Nizhny Novgorod. Allí firmó un año y otro opcional. Y en Sar llegaron a un acuerdo con él para que en el supuesto de que el Nizhny no lo renovase, recalara en Compostela. Así sucedió.

Los dos últimos movimientos

En el caso de Kravic resultaron determinantes la paciencia y la confianza. Fue pieza importante de la Virtus de Bolonia que acabó conquistando la Champions. El club italiano decidió incrementar presupuesto para esta campaña. Prueba de ello es el fichaje de Teodosic, entre otros. El pívot serbio tenía contrato en vigor, pero pasaba a jugar un papel menor en el nuevo diseño. El Obradoiro estaba al tanto y le planteó un trato: aceptaba esperar mientras decidía su futuro en Italia. Pero en caso de que llegase a un acuerdo para dejar el equipo boloñés, tendría que firmar en Sar. Así sucedió. A Kravic le abrieron la puerta de salida, negoció su marcha y se puso a las órdenes de Moncho Fernández.

La firma de Kravic dejó pista libre para cerrar la contratación de Mike Daum. De no haber podido atar al pívot serbio, el club probablemente hubiese tenido que acudir al mercado americano en busca de un cinco.

Así es como ha ido tomando cuerpo el nuevo proyecto que dirigirá Moncho Fernández en la Liga Endesa con el objetivo de lograr la novena permanencia.