La gimnasia rítmica es una forma como otra cualquiera de esclavizar a los padres. Como cada sábado, dejé a María temprano en el pabellón y paré a tomar un café en el Nariño. En su reservado, en la esquina de la barra, esperaba Santiago. Se interesó por la salud de mi padre -bien, gracias- y pasamos a lo importante. Lamentó la derrota contra Manresa, lo cerca que estuvimos de ganar en Barcelona, el peligro de los bases de Andorra, la versatilidad de sus cuatros, la baja de Jelinek y el miedo que le daba el debut de Jerome Jordan. Hubo tiempo para los chistes fáciles, a Moncho le preocupan las pérdidas más que a Concha Velasco y tiempo para la nostalgia, non chovéu que non mollara. Se acordó Santiago de cuando, en las sobremesas del Peñas, esperando a que terminásemos de dibujar lo que fuese para poder empezar la partida, Isabel le decía: Ahí los tienes, así pasan el día, ni que fueran a vivir del baloncesto. Pues ahí los tienes, Moncho y Víctor viviendo del baloncesto (y el baloncesto viviendo de ellos). Solo yo, como antes Ismael y mucho antes Job, escapé para contártelo.
Esta temporada, Acierto ha sustituido a Defensa en los titulares de los partidos ganados. En cambio, en la primera parte, sin los puntos de Kostas (se ve que Mini Kostas no duerme bien por la noche), el Obra volvió a ganar desde la defensa.
Por eso, aunque los puntos de Singler y Simons, el nuevo termómetro del equipo, siguieron dando aire al equipo, que Andorra anotase con fluidez al inicio del tercer cuarto no fue buena señal. El partido se descontroló y, para cuando terminé de cagarme en lo habido, el Obra estaba 17 arriba. Entró Rafa Luz, que ya había sido el mejor base visitante en la primera parte y, para cuando terminé de cagarme en lo por haber, estábamos uno abajo y Navarro sentó a Rafa Luz, el sabrá por qué. El partido siguió loco y embarullado y sin noticias de Gurb hasta la última jugada del partido, que más pareció obra de Valle-Inclán que de Eduardo Mendoza. Por suerte, tuvo final y el esperpento quedó en comedia.