Hay un tercer momento que le llena de orgullo y emoción: el primer partido en la ACB, el 10 de octubre de 2009: «Ver Sar lleno, ver al Barça de Ricky Rubio, Navarro, Lorbek, Fran Vázquez... Y, sobre todo, ver a aficionados que me decían que aquello era como cuando iban al viejo Sar con sus padres... El Obra había ganado antes de empezar».
Se le pregunta si al echar la vista atrás se siente como un Quijote que consiguió derrotar a los molinos de viento, sonríe y responde: «Quizás sea un Quijote del Obra, pero hay más». Quizás por eso el club tiene una identidad distinta a cualquier otra, la del utopismo posibilista.