José Antonio Requeijo y José Manuel Lamelas, de 89 años, trabajaron en una mina que intentan poner en valor los comuneros
16 oct 2023 . Actualizado a las 14:33 h.Con 89 años cumplidos, José Manuel Lamelas Pardo recuerda con una agilidad física y mental envidiable que la tercera y última reapertura de la mina de hierro de A Silvarosa, en Viveiro, tuvo lugar el 21 de septiembre de 1951. Ese día arrancó una etapa que concluyó en 1966, cuando la empresa pública Ensidesa, del Instituto Nacional de Industria, cerró un yacimiento que había sido explotado por primera vez a finales del siglo XIX por capital alemán (The Vivero Iron Ore Co. Ltd.), que pasó luego a manos de empresarios vascos y del industrial José Barro, y que a mediados del siglo pasado llegó a emplear a la vez a más de 500 personas de la zona. Todos hombres, salvo una mujer, que se encargaba de limpiar las oficinas.
«Eran outros tempos, pero as condicións da empresa eran boas. Cotizabamos á Seguridade Social desde o primeiro día, tiñamos dez días de vacacións, dúas pagas extras ao ano e uns días de permiso cando te casabas», recuerda José Antonio Requeijo, que también tiene 89 años. Estos dos vecinos de Vieiro son dos de los últimos mineros que trabajaron en una mina histórica de la que cada vez quedan menos testimonios vivos.
Por esta razón, la Comunidad de Montes de Vieiro, en cuyas parcelas forestales se sitúan buena parte de las galerías, bocaminas e instalaciones anexas a unos filones de mineral que se extienden entre las parroquias de Bravos (Ourol) y Covas (Viveiro), impulsa actuaciones sencillas en el exterior, como desbroces y señalizaciones, para convertir la mina en un referente etnográfico y cultural. Con el apoyo del Concello de Viveiro y la colaboración de entidades como la Cámara Mineira de Galicia, que el pasado sábado promovió una ruta para dar a conocer este patrimonio, los comuneros están siendo asesorados por espeleólogos, ingenieros de minas o geólogos.
Pocos la conocen
«Como lle vas falar da mina a alguén que non chega ós 40 anos!», razona José Manuel Lamas, a quien cariñosamente conocen como Cavila, sobre el gran desconocimiento que existe sobre una explotación minera que contribuyó a mejorar la calidad de vida y el bienestar de centenares de familias mariñanas, pero que prácticamente permanece en el olvido. De ahí que los comuneros de Vieiro, y previamente la asociación cultural y deportiva Minas da Silvarosa, trabaje para poner en valor un inmenso yacimiento que podría ser considerado como la «Alcoa del siglo XX» por los miles de puestos de trabajo y el movimiento económico que generó en la comarca mariñana durante más de siete décadas. «É unha pena que non se aprecie máis», comentan José Antonio y José Manuel mientras repasan los nombres de algunas de las galerías, como la Federico, cuya denominación es una adaptación del alemán «Friedrich», el nombre del ingeniero alemán que la abrió. Bilbao o Ventilación son otros de los corredores excavados en las montañas viveirenses en las que día tras día se internaban los barrenistas, que eran quienes tenían el trabajo más duro.
«Había un turno de mañá, de seis a dúas; outro de tarde, de dúas a dez; e outro normal, de oito e media e cinco e media. A xente que estaba na oficina, nos talleres ou supervisando levaba mellor o traballo, pero o dos barrenistas era un oficio moi duro porque tiñan que aguantar cos brazos a maquinaria para picar», explicaron los antiguos mineros en Choupín, una de las partes más importantes de A Silvarosa.
Piedras de hierro de 70 kilos
Cerca la galería 3 estaba, por ejemplo, la machacadora, que era capaz de desmenuzar piedras de hierro de 70 kilogramos para convertirlas en las de 7 u 8 kilos que posteriormente eran cargadas en los baldes que «o cable», una especie de tranvía aéreo, transportaba el mineral hasta el cargadero de A Insua, situado a siete kilómetros, junto al mar. Una zona reconvertida hoy en área etnográfica y donde antaño recalaban las embarcaciones que llevaban el hierro, principalmente a Alemania e Inglaterra. No en vano, la mayor parte de la producción de A Silvarosa fue destinada a la exportación.
Requeijo y Cavila recuerdan con tristeza a los compañeros que sufrieron percances importantes en la mina. Al menos tres de ellos perdieron la vida. «Morrera un de Cabanas, un de Galdo e un de Covas», apuntan. «Eran outros tempos. Nin roupa de traballo nos daban e non nos facían cursiños de preparación nin de riscos laborais. O que empezaba novo aprendía dos máis vellos», apuntan. De ahí que se produjesen algunos percances graves al estallar «os petardos» con los que se abrían vetas.
También evocan cómo la empresa compró decenas de bicicletas para poner a disposición de los mineros en una época en la que en la mina solo había tres vehículos a motor. «O coche do enxeñeiro e as dúas motos dos facultativos. Canto cambiou todo!», evocan.