Manuel Martínez, vecino de A Cabana: «Brigadistas me dijeron que saliese pitando con mi mujer y mi padre de 99 años»

VIVEIRO

Manuel Martínez, en una parcela de monte calcinado con su casa al fondo
Manuel Martínez, en una parcela de monte calcinado con su casa al fondo XAIME RAMALLAL

Su casa, en el municipio de Viveiro, se salvó por poco del incendio forestal

01 abr 2023 . Actualizado a las 10:45 h.

Subiendo por una pista asfaltada en A Cabana, en la parroquia viveirense de Vieiro, el negro domina el paisaje, a derecha e izquierda. Es el color del monte quemado por el incendio forestal declarado el pasado miércoles, que ayer había sido controlado por los efectivos de extinción, según el último balance de la Consellería de Medio Rural, tras calcinar una superficie de 80 hectáreas. Al fondo de la pista hay una casa blanca que rompe la tonalidad dominante. Es la vivienda donde residen Manuel Martínez, su esposa, Montse, y su padre de 99 años. Los tres fueron desalojados al peligrar su hogar.

«Al principio no me daba cuenta de la importancia del incendio. El fuego llegó muy rápido, ladera abajo. Entonces me asusté porque había mucha zarza y eucalipto alrededor de la casa», cuenta Martínez, que intentó apagar las llamas con una manguera. «Los efectivos de extinción me dijeron que saliésemos pitando de allí», relata.

Con el paso de las horas, ya de vuelta a su hogar, Manuel puede bromear, y explica que al dejar su casa a contrarreloj, la familia tuvo que meter a sus dos mascotas en dos coches diferentes. Golfo, de unos 30 kilos, y Pepe necesitan una distancia prudencial. «Se llevan tal cual dice el dicho, como el perro y el gato», ríe. Después echa un vistazo a la superficie quemada, que aún humea, y agradece el esfuerzo de los efectivos de extinción y de los vecinos. «Varios nos ofrecieron vivienda. Y hay un chaval al que tengo que ver: sé que apagó un conato», apunta.

La familia pernoctó en el hotel Las Sirenas. A punto de cumplir su centenario, el padre de Manuel durmió «como un bebé. No quisimos asustarlo demasiado», indica Martínez, que acaricia la fachada de su casa. «Tuvieron que refrigerarla, porque estaba a una temperatura elevadísima», apunta.

A unos pocos cientos de metros, la casa de Andrés Queiroa también peligró. Este vecino construyó su vivienda hace 30 años, con sus propias manos. «Nunca vira así o monte. Escoitamos que había lume en Galdo e aquí chegou en nada, nun abrir e pechar de ollos. O vento levaba as ramas e prendían as lapas a moita distancia. Tes medo porque podes perder toda unha vida de esforzo, residindo aquí ameazada polo lume», subraya.

Tanto Queiroa como Martínez piden una mayor limpieza del monte, que acumulaba mucha maleza.