Aprendiendo gaita tras una mampara y con las ventanas abiertas de par en par

Lucía Rey
lucía rey VIVEIRO / LA VOZ

VIVEIRO

Inés, alumna del Grado Elemental de Gaita, sigue las instrucciones de su profesor, Bossa, tras una mampara
Inés, alumna del Grado Elemental de Gaita, sigue las instrucciones de su profesor, Bossa, tras una mampara XAIME RAMALLAL

Casi 200 alumnos estudian en el Conservatorio de Viveiro en tiempos del coronavirus

15 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

A desinfectar la silla, la mesa y el atril nada más acabar la clase mientras su profesor, Javier Pena Louzao, Bossa, desinfecta la mampara y la manilla de puerta de la aula se han acostumbrado este curso los alumnos de gaita del Conservatorio Profesional de Música de Viveiro. Y su caso no es una excepción, puesto que los cerca de 200 alumnos matriculados en los grados elementales y profesionales del centro de enseñanza musical se han habituado perfectamente a las rutinas establecidas por la dirección para prevenir contagios en tiempos del coronavirus. Desde el comienzo de las clases, el pasado 21 de septiembre, no ha habido ninguna incidencia, aunque varios alumnos sí se han tenido que ausentar varios días por estar pendientes de pruebas relacionadas, en algunos casos, con brotes familiares.

Celia, en segundo del Grado Elemental de piano, con su profesora Beatriz Vale
Celia, en segundo del Grado Elemental de piano, con su profesora Beatriz Vale XAIME RAMALLAL

«El protocolo del Conservatorio, que está publicado en la web, se basa fundamentalmente en un par de cosas», subraya la jefa de estudios, Beatriz Vale Conesa, quien destaca, por un lado, la dotación de material de prevención (hidrogeles, mascarillas, mamparas para las clases de instrumentos de viento...) y las labores de mantenimiento que ha realizado el Concello de Viveiro, reparando y pintando, entre otros, algunas ventanas y clases. Y por otro, la adaptación de los tiempos de las clases. «Antes eran de 60 minutos y ahora son de 50. En esos diez minutos entre clase y clase, el edificio se ventila completamente y se desinfecta, y los alumnos que terminan las clases se van, ya no se quedan», explica. Especialmente complejo fue organizar las clases de instrumentos de viento y de canto, donde el riesgo de contagios de covid es más alto debido a los aerosoles que se desprenden al tocar o al cantar. Para garantizar la seguridad, las ventanas siempre están abiertas de par en par, hay mamparas y la distancia de seguridad entre alumno y alumno es de tres metros. Unas medidas excepcionales que han obligado a realizar desdobles en los ensayos del coro, que ha pasado de dos grupos a seis, y de la Banda de Música O Landro, que ahora tiene tres grupos en lugar de uno, para reducir la ratio de alumnos. «Da pena ver a los niños del coro separados tres metros entre sí y con la mascarilla. O que en la banda hubiese que reducir muchísimo..., pero es lo que toca en este momento», reflexiona Vale. La Asociación de Adultos del Conservatorio, que todos los años ofrece, entre otros, clases de lenguaje musical, coro e instrumentos como gaita, piano, guitarra, acordeón e incluso clarinete, ha decidido aplazar el inicio del curso hasta el 2021.

Los alumnos desinfectan atril, silla y pupitre tras cada clase
Los alumnos desinfectan atril, silla y pupitre tras cada clase XAIME RAMALLAL

Beatriz Vale Conesa, jefa de estudios del Conservatorio de Música de Viveiro: «Adaptar las normas fue difícil porque nuestro edificio es un antiguo hotel, no un centro educativo»

La preparación del curso 2020-2021 en el Conservatorio Profesional de Música de Viveiro ha sido «muy complicada», como reconoce su jefa de estudios Beatriz Vale. «Adaptar las normas [para prevenir contagios de covid-19] fue difícil porque nuestro edificio es un antiguo hotel, no un centro educativo», señala la docente, que imparte piano en el antiguo Hotel Venecia, un establecimiento que marcó un hito en los inicios del siglo XX. El ir y venir de alumnos cada tarde en torno al Conservatorio se mantiene, aunque respetando las medidas de prevención e higiene. «El goteo de alumnos es constante y la circulación de gente es continua», indica Vale. De ahí que las direcciones estén señalizadas en el suelo. «El comportamiento de los niños y de los adolescentes es ejemplar. Tenemos mucho que aprender los adultos», sostiene.