Antón da Amora

JOSÉ PINO

VIVEIRO

Antonio Lage,  Antón da Amora , en una fotografía de junio de 2010, en el Monumento ao Náufrago de Celeiro
Antonio Lage, Antón da Amora , en una fotografía de junio de 2010, en el Monumento ao Náufrago de Celeiro XAIME RAMALLAL

El capitán José Pino rinde homenaje al «primero en ir a buscar una merluza a los mares célticos para progreso de una aldea galaica»

09 may 2020 . Actualizado a las 12:40 h.

En esta profesión nuestra donde no se regalan ni los adjetivos, hay que estar siempre demostrando la valía. Algunos se retiran sin lograrlo, otros necesitan una vida laboral entera y muy pocos engrosan la nómina de los elegidos. Antón paseaba su condición de profesional admirado y respetado con la misma calma que su caminar diario de su casa al puerto. Era portador de un aura muy difícil de igualar, a buen profesional reconocido por todos se le unía una bonhomia más grande que su estatura. Alto y firme como el junco que no dobla el viento, que decía Blasco Ibáñez

«­-Antón, como podía dormir en aquel pequeno puente do Catalina?

-Encollido, que remedio.»

No sé por qué razón extraña siempre lo he visto como al sheriff Will Kane mirando el reloj de la estación de Hadleyville con el rifle en la mano; tenía el caminar de Gary Cooper moviendo sus cerca de dos metros en Solo ante el peligro.

Esta última década y media de vecindad, ya lo había sido de niño cuando me crié con su hijo menor en las calles do Celeiriño, nos regaló muchos momentos de enseñanza del Celeiro antiguo, siempre mantuvo muy buena cabeza y un característico tono de voz bajo y pausado, fuera del estereotipo de rudeza y griterío de cubierta a plena faena.

­«-Quen nos iba decir que íamos vivir no meandro do río donde arrimabamos para non varar cando subía co barco para Viveiro.»

A la hora de los vinos en el bar de Lodeiro, en esta esquina a medio camino entre la Ribeira vivariense y el Porto de Celeiro, nos deleitaba con las anécdotas de quien ha contemplado y vivido casi todo el siglo veinte. Para mi era el libro de consulta de los aconteceres pasados de la pesca, esos que no figuran editados más que en la memoria de sus protagonistas. No puedes dejar de admirar a quien te da una lección de vida como esta:

«-Empecei de boteiro con dez anos para a casa de teus tíos, había que ir chamando á xente de alba e pasalos no bote para o barco; dormía na rambla descalzo, para que o subir a marea e mollarme os pés me despertara».

Era de ese ramillete de profesionales del mar más comprometidos con el pueblo, con su pueblo; desde comisiones hasta asociaciones, puso siempre su aportación desinteresada y honesta. Lo recuerdo en una reunión en el salón de la cofradía con motivo de la explicación del proyecto de ampliación del espigón y construcción del martillo. El señor Cuiña y miembros de su consellería, así como técnicos de Portos y Costas, desgranaban las ventajas de la obra para el pueblo y la flota. Al final de la exposición, Antón se puso de pie: «Van escarallar toda a ría». No se me olvida. «¿Cómo dice usted eso? Tenemos una maqueta a escala en el Canal de Experiencias de El Pardo donde contemplamos todos los supuestos». Anton no replicó. En aquel momento nadie se imaginaba la futura lucidez de tan demoledora sentencia, y la ría, efectivamente, quedó escarallada.

En 2018 ,en un artículo en este mismo periódico, pedí que tanto él como Paco Alonso fueran homenajeados en vida. Desgranaba lo que ambos han supuesto para colocar Celeiro y A Mariña en el mapa, y cuantos hoy vivimos del legado del esfuerzo y arrojo de quien ha conquistado la mar y abierto sus caladeros desde lo que hoy se nos antojan verdaderas cáscaras de nuez. No se ha conseguido. Celeiro seguirá sabiendo llorar a sus muertos lo que no les sabe reconocer en vida. Y, por desgracia, la mercadotecnia de chefs y la deconstruccion de modernas globalizaciones no entiende que alguien fue el primero en ir a buscar una merluza a los mares célticos para progreso de una aldea galaica. Qué gran pena.

Nos deja el patrón del Colindres en la galerna del 61, del Catalina en la conquista del Gran Sol, del Acácio Vale en sus incursiones en los mares del sur, del Nemesia Santos en la guerra de las 200 millas.

Nos ha dejado el Patrón con mayúsculas, el mismo que nunca olvidó sus inicios de botero.

Descanse en paz, Antón.