Mar (en su memoria)

VIVEIRO

14 dic 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Era un océano de palabras, su risa cambiaba el origen del universo, creía firmemente en su, nuestro, oficio de periodistas y matenía un compromiso sereno con la verdad, con contar las historias cotidianas tal y como acontecían. Supo y quiso avecindarse en Viveiro, su pueblo de destino, era una vivairense más, que amaba profundamente su profesión y el lugar de residencia.

Su familia fue creciendo donde se acaba el Cantábrico, donde el fin del mundo coincide con su pueblo de arribada. Yo he sido su amigo, aprendí a quererla en sus crónicas amables. Su último mensaje fue contarme que Kiss abría el cartel del Resu, afición vocacional que compartió con Melchor Roel, nuestro añorado alcalde.

Hoy los dos han emprendido el viaje final, y yo bien que lo siento, bien que me duele, y estoy especialmente triste. Tras la publicación de mi reciente libro, su marido me pidió la dedicatoria en su nombre, en la que escribí unas líneas de esperanza y afecto, consciente de que nuestro último encuentro en una tarde de agosto nos estábamos despidiendo. La muerte es cruel, y a determinadas edades es una puñalada certera. A la muerte nadie la ha convocado, pero Mar ya no está. No volveré a verla para que me cuente cómo va todo por nuestro pueblo. No volveré a escuchar su voz cantarina, de fuente limpia, cuando me pida telefónicamente veinte líneas para un tema «de máximo interés» al que le contestaba solícito. No la oiré comentar lo bien que va Viveiro desde sus pliegues cainitas, ni leeré la crónica que todos los días escribía en la, su, amada edición de A Mariña. En estos días en los que la ternura es una invocación unánime, antes de que aterricen las jornadas centrales de la Navidad, su voz es un eco que resuena en lo más hondo de mis sentimientos. La noticia de su muerte ha sido un aldabonazo que me sorprendió entre risas de sobremesa.

Mar, discúlpame estas párvulas palabras, dictadas por un profundo sentimiento de un afecto recíproco. Nunca debería escribir este obituario de urgencia, con el que quiero expresar un abrazo a tu marido y a tus hijos, mientras deseo vivamente que tengas un buen viaje al otro lado, donde solo hay luz, luz eterna, que estoy seguro de que ya es donde habitas.

Mar, para ti el mejor y más piadoso de los recuerdos.

La tierra habrá de serte leve.