Casi medio siglo en la hostelería y recién jubilado: «Fue bonito, repetiría en este trabajo»

José Francisco Alonso Quelle
josé alonso RIBADEO / LA VOZ

RIBADEO

Julián García con su esposa, también hostelera, cocinera, jubilada
Julián García con su esposa, también hostelera, cocinera, jubilada

El ribadense Julián García comenzó en el sector a los 13 años, en bares de Luarca: «Nunca viví un caso de un cliente que se fuese sin pagar; ni siquiera intentarlo»

09 ene 2023 . Actualizado a las 20:18 h.

Julián Luis Garcia Fernández, asturiano de nacimiento, de Luarca, afincado en Ribadeo desde hace casi 25 años, se jubiló el pasado día 31 de diciembre, a los 60 años, por enfermedad («pero me encuentro bien», puntualiza), pasando página de su casi medio siglo trabajando en el sector de la hostelería: «Comencé con 13 años, aunque no me hicieron contrato labora hasta los 16», recuerda. Desde entonces fue, para él, un no parar, primero como asalariado y después como empresario. Y al hacer balance, no duda ni un instante: «Volvería a ser hostelero».

«Empecé con 13 años, trabajando por temporada en los bares de la playa de Luarca. Luego entré como ayudante de cocina en otro bar y a los nueve meses me vinieron a buscar del Hotel Gayoso de Luarca. Entré allí con 15 años y a los 16 me aseguraron», recuerda. Dejó los estudios al concluir el graduado escolar, para ponerse a trabajar: «Hacía falta echar una mano en casa». Estuvo 21 años en el Hotel Gayoso, pasando por diferentes puestos: «Al final hacías un poco de todo. Todos hacíamos de todo». En el año 1998 dio el salto a empresario, asentándose en Ribadeo, en un bar-restaurante en Vilaframil, al pie de la carretera nacional. Le puso de nombre O Antoxo, con la cocina asturiana como seña de identidad: «Quince años después le tuvimos que cambiar el nombre, porque había una persona en Torremolinos que lo tenía registrado. Reclamó y le pusimos El Tumbín». En torno al 2015 dejó este negocio para trasladarse al casco urbano, haciéndose con el alquiler del Puente de los Santos, que ahora ha cerrado con su jubilación.

«Si volviese a nacer no tendría ningún problema en volver a ser hostelero. Echo la vista atrás y el balance que hago es positivo», sentencia. Una profesión, la de hostelero, que opina en este último medio siglo ha cambiado para mejor: «Antes la hostelería era mucho más esclava. Había mucho más trabajo, se hacían muchísimas horas. Hoy en día, salvo en sitios contados, el personal trabaja las horas que le corresponde por contrato y está mejor pagado que cuando empecé yo».

Sobre el eterno debate de que cada vez hay menos gente dispuesta a trabajar en este sector, opina: «Estoy de acuerdo en que la gente quiera cobrar y trabajar las horas que le corresponde. La hostelería es un trabajo como cualquier otro, en el que estás para ganar dinero para vivir, no para vivir trabajando. Si tú estás todo el día, horas y horas, detrás de una barra es normal que te canses, bajes el rendimiento y pongas malas caras. Pero si trabajas las horas que te tocan y tienes tus vacaciones, se lleva mucho mejor. Luego, también es cierto que como en todas las profesiones te encuentras con quien se limita a cobrar su sueldo y pasar de todo, sin implicarse». 

El futuro del sector

«El futuro de la hostelería lo veo complicado. En Ribadeo y muchos otros sitios va a acabar siendo un negocio de temporada. Con el incremento de costes, impuestos, sueldos, es complicado tener un negocio abierto todo el año. En los menús del día a mí me gustaba mucho poner un pescado del día, pescado que comprabas por tres o cuatro euros el kilo, parrocha, sardina, bacaladas, chicharro... Pero ahora vas a la plaza y no lo encuentras por menos de seis, siete u ocho euros. Y si no cierras por temporada, sí cerrarán muchas horas del día. Hay que darle una vuelta a la hostelería, porque el problema es que la gente está perdiendo poder adquisitivo. Ya no se sale como antes, porque si no hay dinero, no se gasta. La hostelería, tal y como la conocemos, tiene los días contados. Hay que cobrar lo que hay que cobrar para mantener el negocio, sobre todo si tienes empleados, si no es familiar. Y después está el problema de que cada vez hay menos gente que quiera trabajar en el sector».

«Nunca ha tenido un caso de un cliente que se haya ido sin pagar; ni siquiera intentarlo»

Julián García echa la vista atrás y guarda un buen puñado de anécdotas. Entre ellas, curiosamente, no figuran las protagonizadas por clientes que se fuesen sin pagar: «No se me fue ni uno. Ni siquiera lo intentaron. Nunca me coincidió, aunque parezca increíble, porque sé de mucha gente que sí ha tenido problemas. Pero yo no».

«He tenido clientes de toda la vida, años y años, que iban al Tumbín y después al Puente de los Santos. Estar detrás de una barra tanto tiempo te hace ser amigo de mucha gente. Enemigos, que yo sepa, ni uno», apunta.

Y de la cocina, elogia el trabajo que hacía su mujer, ya jubilada: «La cocina asturiana era nuestro buque insignia, pote, fabada, sapa de pescado, guisos, fabas con bacalao, con almejas... Tenía clientes que veían desde Gijón a comer las fabas con almejas».

Por eso, concluye con orgullo que no le hubiese importado, ni mucho menos, que su hija, profesora, hubiese querido tomar su relevo en el mundo de la hostelería: «Me gustó que estudiase y sacase una carrera. Pero la hostelería también es una profesión muy digna».