El último regalo y el más íntimo de Leopoldo Calvo-Sotelo a Ribadeo, su poesía

José Francisco Alonso Quelle
josé alonso RIBADEO / LA VOZ

RIBADEO

Leopoldo Calvo-Sotelo navegando por la ría de Ribadeo con Ricardo de los Tapiegos, con los que tuvo una estrecha amistad que plasmó en varios poemas
Leopoldo Calvo-Sotelo navegando por la ría de Ribadeo con Ricardo de los Tapiegos, con los que tuvo una estrecha amistad que plasmó en varios poemas

Sus versos, ahora publicados en «Poesía en la tangente», rezuman devoción por la villa en la que quiso ser enterrado

26 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Nadie discute la devoción que el ex presidente del Gobierno Leopoldo Calvo-Sotelo (Madrid, 1926-Pozuelo de Alarcón, 2008) profesó (y pregonó) por Ribadeo. Contaba Antonio Martínez, que fue alcalde ribadense de una corporación que balbuceaba en la democracia recobrada, que cuando lo visitaban en Madrid suscitaban cierto recelo: «Ahí vienen los de Ribadeo... a ver que se llevan hoy». Calvo-Sotelo, con su hacer y su forma de ser, se ganó lo que no está al alcance de muchos, el aprecio sincero de los ribadenses, nada fácil en un personaje tan expuesto. Lo que hizo, desde el puente de los Santos a la promoción de As Catedrais, no es asunto de este reportaje. Basta decir que cuando el rey Juan Carlos I le concedió el título de marqués, eligió serlo de la Ría de Ribadeo; que su bote de vela latina, Juanín, preside la rotonda por la que se accede al casco urbano, y que decidió ser enterrado en Ribadeo mirando a la ría, adonde también se asoma la casa en la que vivió. Y, como es bien sabido, un hombre no es lo que dice; es lo que hace.

Catorce años después de su muerte llega un nuevo regalo, el más íntimo y transparente, su poesía. «Toda la luz de todos los ponientes / se ha venido a dormir al astillero / y desde Castropol al Cargadero / la Ría es gris y blancas las rompientes». Son versos que se recogen en Poesía en la tangente (Editorial Pigmalión), un título que es ejemplo de moderación y prudencia, tan ajena a la exuberancia predominante. Poesía en la tangente, la recta que toca, sin cortarla, la curva de un círculo destinado a los poetas, y Calvo-Sotelo en el exterior, porque no se consideraba tal. Aunque lo fuera.

A dos de los ocho hijos que tuvieron Leopoldo y Pilar, a Pedro y José María, se debe Poesía en la tangente. Ellos se encargaron de recopilar y poner orden en los versos escritos por su padre durante 60 años, de los 16 a los 76 años. Leopoldo Calvo-Sotelo nunca ocultó su inclinación hacia la poesía, afición que estimuló en él cuando estudiaba de joven en Ribadeo su tío, el dramaturgo Joaquín Calvo-Sotelo. Algunos poemas los escribió para recitarlos en público y otros se publicaron, pero la mayoría han salido ahora a la luz: «Tengo en mi casa cajones llenos de páginas inéditas: desde las primeras a máquina (una Yost de tampón), de hace sesenta años, hasta las últimas en un ordenador», escribe en una breve autobiografía.

La recopilación de poemas de 60 años se estructura en varios capítulos, siendo los versos de su vida personal la aportación más novedosa, con muchas referencias a Ribadeo y guiños y alusiones a personas que lo trataron en vida. La relación personal que entre 1936 y 1941 tuvo con los marineros conocidos como Los Tapiegos, amistad que heredó de su padre, se plasma en varios poemas: «Ya no me quedan más pliegos. / Termino y alzo mi copa / porque sigan los Tapiegos / navegando viento en popa».

Para su ingreso en la Enxebre Orde da Vieira en Madrid, Leopoldo Calvo-Sotelo escribió y leyó un poema que cerraba con el verso «Buenas noches, me voy a Ribadeo», en el que escribió: «Lo primero que hago en Ribadeo / al levantarme todas las mañanas / es mirar la Ría y tomar nota / del viento, de la luz, de la marea. / Miro si rompe el mar del noroeste / sobre la Punta de la Cruz , y miro / si el vendaval arbola en Cabanela / porque le encoleriza la corriente / Sólo después de averiguado esto / puedo empezar mi vida cotidiana».

En un consejo de administración del Banco Central Hispano, para despedir a su cuñado, Rafael del Pino, Leopoldo Calvo-Sotelo leyó unos endecasílabos libres que el presidente del Consejo, José María Amusátegui, pidió que constaran en acta. Y, de nuevo, el vínculo común, Ribadeo: «Y la tela cortada que aún nos queda: / ahora discutiremos solamente / sobre el viento que sopla en Ribadeo, / si tiene fuerza tres o fuerza cuatro / o si la pleamar es a las siete. / Es decir, Rafael, discutiremos / sólo de las cosas serias y esenciales».

Pablo Calvo-Sotelo Ibáñez-Martín, leyendo el libro de poemas escritos por su padre
Pablo Calvo-Sotelo Ibáñez-Martín, leyendo el libro de poemas escritos por su padre J.A.

Pablo Calvo-Sotelo Ibáñez-Martín: «En algunos poemas ves el gallego que era mi padre»

En una conversación en Ribadeo con Pablo Calvo-Sotelo Ibáñez-Martín, gemelo de Andrés, los hijos menores de Leopoldo y Pilar, relataba así cómo se gestó el libro: «Durante la pandemia Pedro y José María recopilaron el archivo de poemas y versos, que está bastante ordenado, pero que también estaban escritos en un billete de avión, en cuartillas a máquina, en una servilleta... Cuando lo vimos todo reunido, dijimos, ¡qué barbaridad!. Sabíamos de la afición de nuestro padre, que escribía poesía y del peso que tenía en su biblioteca, de unos 11.000 volúmenes. A partir de ahí, como José María pasó todo a máquina, vimos que allí había un libro». Fue José María, con sus notas, quien se encargó de contextualizar los poemas, enriqueciendo el resultado final.

«En algunos poemas ves al gallego que era mi padre. Hay mucha retranca gallega», apunta Pablo Calvo-Sotelo, quien no descarta que, de cara al verano, se haga una presentación en Ribadeo: «Sería bonito», dice.

La sensibilidad poética, coto vedado a políticos en activo, aflora en versos que son, también, la demostración del cariño que Calvo-Sotelo tenía a Ribadeo.