Humberto Emanuel, el indigente al que se dio por desaparecido hace diez años en Ribadeo, descubierto vivo en Carballo
RIBADEO
Vive desde hace ya días en los soportales de la calle Vázquez de Parga: «Este colchón es mi hogar»
16 abr 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Humberto Emanuel Ferreira Franco cree en la Providencia, con mayúsculas, en la que emana del mismo Dios. Y en la bondad de la gente. Esa mezcla de confianza y espíritu aventurero lo han convertido en lo que es, un hombre que vive en la calle. Hace ya tiempo que ese es su hogar y lo ha sido en Italia, Grecia, Francia e incluso en su Portugal natal. Ha tenido épocas en las que ha estado bajo techo, en albergues, en pisos prestados o alojado por sus patrones, pero un impulso incontrolable hace que termine por hacer la mochila y marcharse.
Ahora vive en la calle Vázquez de Parga de Carballo, bajo unos soportales. Un vecino le regaló un colchón para que no durmiera en el suelo y otras personas le entregaron mantas. Su situación enternece y enfada a partes iguales. Muchos creen que habría que buscarle un alojamiento y otros se limitan a darle una ayuda que él no pide de manera activa.
Estuvo en el albergue de la parroquia, pero se fue hace ya unos días. No estaba a gusto y decidió que lo mejor era marcharse como ha hecho en muchas otras ocasiones. «Estoy solo con Jesucristo», dice. Es muy religioso. Lleva al cuello una cruz de madera, como las de los franciscanos, y otras dos en forma de pendientes. Lee el Evangelio y es fiel oyente de Radio María, que escucha con un transistor a pilas.
Su llegada a la Costa da Morte
Cuando llegó a Carballo ni sabía donde estaba. Lo dejó en la estación de autobuses un empresario malpicán para el que estuvo trabajando, pero con el que discutió por las condiciones de trabajo. Lo había conocido en la cárcel de Villena, en Alicante, donde ambos cumplían condena. La de Humberto era mucho más corta y cuando el malpicán salió y lo llamó él ya estaba en Vilanova y la Geltrú, en la provincia de Barcelona. Tomó un tren en Sants y se plantó en A Coruña, donde lo recogieron en un Mercedes.
Explica que hasta finales del año pasado estuvo cuidando de la madre del empresario, una mujer de avanzada edad, durante el día y de noche hacía de vigilante en una propiedad y, todo, según cuenta, a cambio de alojamiento, comida y tabaco, uno de los poco vicios que exhibe Humberto.
La relación acabó tan mal que a mediados de diciembre presentó una denuncia para intentar recuperar sus pertenencias: un móvil, algunos pendientes sin apenas valor, un reloj y, sobre todo, su identificación, sin la que desde entonces anda por Carballo.
Como lo abandonaron en la estación de autobuses allí se quedó, guarecido en la puerta principal hasta que la Guardia Civil supo de su existencia e informó a la parroquia, donde le ofrecieron el albergue. No estaba mal, según dice, hubo algunos roces y decidió marcharse.
Larga historia
No es la primera. Ya se fue de la casa de sus padres cuando era poco más que un adolescente. Sevilla fue su primer destino. Hace unos diez años llegó a Ribadeo. Su simpatía y educación le granjearon no pocos amigos. Uno de ellos, médico, consiguió hacerlo vendedor de la ONCE porque tiene un problema de visión y como tal aparece en una fotografía que la prensa local publicó a petición de sus conocidos. Había desaparecido y querían dar con su paradero. Puede que desde hoy sepan todos los que se preocuparon por él entonces que sigue vivo. «Había algo que no me parecía bien, que no me gustaba y cuando es así, me marcho. De madrugada cogí mi mochila y me fui», explica.
También en esa época consiguieron localizar a su familia. Un hermano más mayor y una hermana más joven. Llegó a hablar con él por teléfono, pero habían quedado en volver a hacerlo por Navidad y como no contactó, Humberto dio por desaparecida la relación.
Ahora su atención se centra en recuperar su documentación, sin la que tiene muy difícil seguir adelante, aunque ayuda de los viandantes no le falta. Además, está hecho a vivir en la calle y conocer cómo conseguir que sea más fácil, los puntos más seguros, los servicios..
«Los policías pasan y no me dicen nada porque saben cuál es mi situación»
Lleva Humberto ya días en la Vázquez de Parga sin que nadie le haya molestado. Explica que la policía pasa, pero que no le molestan porque ya conocen su situación. Lo mismo le pasó cuando estaba en la estación de autobuses, explica. «Venían a identificar a algunos chavales que estaban por ahí a mí nunca me pedían el carné. Yo me enfadaba un poco», asegura.
Si alguien se ha molestado por su presencia bajo los soportales es porque considera que no debería vivir en la calle.
Pasa las horas en su rincón, haciendo crucigramas y sopas de letras, leyendo algún libro religioso y escuchando la radio. No le falta comida. Cuando quiere comer caliente va al supermercado Familia y se compra algo, pero también echa mano de bocadillos y otros alimentos que le dan incluso los del propio establecimiento.
Señala este portugués de 56 años que no tiene planes. Ha estado corriendo mundo y trabajando de temporero, sobre todo en el campo. Su única condena fue esa que le llevó a la cárcel en Alicante. Explica que en Torrevieja vivía también en la calle y que le pilló ojeriza un abogado que tenía su despacho junto al lugar que él había elegido para quedarse. Las discusiones y los enfrentamientos fueron a más hasta que Humberto se dejó llevar por su enfado. Reconoce su parte de culpa y explica que trabajó el tiempo que estuvo en prisión, de ordenanza de enfermería.
También aclara que aceptaría cualquier tipo de ayuda, sin concretar de qué clase, pero está convencido de que su lugar no está en el albergue de la parroquia, que tampoco se encuentra en buenas condiciones, según explica.