Un gran desprendimiento en un arco evidencia la fragilidad de As Catedrais

José Francisco Alonso Quelle
JOSÉ ALONSO RIBADEO / LA VOZ

RIBADEO

PEPA LOSADA

El Concello apela a la responsabilidad de los visitantes para minimizar riesgos

01 dic 2020 . Actualizado a las 10:37 h.

La playa de As Catedrais, en Ribadeo, tiene en su fragilidad su razón de ser y, al tiempo, su condena. Lo evidencia un nuevo desprendimiento, un enorme desgarro junto a uno de los icónicos arcos que, de momento, en un prodigioso equilibro, se mantiene en pie. Enormes peñascos desgajados del acantilado de esquisto y losa fueron a parar a la arena. De haber ocurrido en los meses de verano, en los momentos de mayor afluencia de gente, probablemente hubiese provocado una tragedia.

Pero lo ocurrido en As Catedrais a nadie puede sorprender, porque la acción del mar y la erosión que provoca el viento y singularmente la lluvia que se escurre y cuela por los acantilados, va minando día a día la playa, alterándola, modificándola, dando forma a las caprichosas cuevas, furnas, arcos y túneles.

Así se puede observar en el primer promontorio que hay al llegar a As Catedrais, que está separado del resto del acantilado. Su meseta resulta inaccesible, a pesar de lo cual hay una construcción antrópica, unos muros que podrían ser los restos de un antiguo cargadero. Al bajar a la playa, el visitante se encuentra con otro promontorio, en cuya cima se aprecia nítidamente un enorme desgarro más, ocurrido en febrero de 2013.

Ayer a las cinco de la tarde, con marea alta, apenas había gente en As Catedrais. El día, lluvioso y con el mar picado, no animaba. Apenas se acercaba algún curioso que, saltándose las prohibiciones de caminar y asomarse a los acantilados, observaba el desprendimiento: «Todavía queda el arco», comentaba de regreso. «Pero ahora no es aconsejable pasarlo por arriba, es mejor dar la vuelta», recomendaba.

En verano, As Catedrais es un foco turístico. En 2015, tras las imágenes de gente amontonada, entrando en grutas, subida a peñascos y acantilados para hacerse fotos, la Xunta implemento un plan para evitar la degradación del espacio natural limitando a 4.812 personas al día el acceso en verano y Semana Santa. En temporada alta un equipo de vigilantes se encarga de controlar la entrada y de evitar que la gente pasee por los espacios acotados y de más riesgo. No faltan tampoco los carteles de advertencia. Sin embargo, fuera de temporada nadie vigila. Y ello cuando las proyecciones del plan de ordenación impulsado por el Concello, que promueve un modelo de gestión para As Catedrais con similitudes al de Stonehenge, habla de que en 2021, coincidiendo con el Ano Xacobeo, podrían pasar por As Catedrais un millón de personas.

El caso es que el riesgo de desprendimientos subyace todo el año. De ahí que ayer el alcalde de Ribadeo, Fernando Suárez, tratase de normalizar el incidente aludiendo a que es un fenómeno inherente en la costa cantábrica. El regidor apeló a las administraciones, para adoptar medidas preventivas, y al tiempo a la responsabilidad de los ciudadanos para minimizar riesgos en las visitas. Porque predecir desprendimientos es, dice Suárez, «pouco menos que imposible e está fóra do noso alcance».

El último incidente en As Catedrais ha sido este desprendimiento en una de las zonas más fotografiadas, al lado de la sucesión de arcos. La huella dejada en el acantilado es de unos seis metros de ancho por tres de alto. Pero en As Catedrais ayer todo siguió igual, con el mar golpeando y la lluvia cayendo sobre los carteles de advertencia que quedaron del verano. Así está el que se dice es el segundo monumento más visitado de Galicia, tras la catedral de Santiago.

El recuerdo del accidente mortal de una joven vallisoletana en marzo de 2018

En marzo del 2018, durante la Semana Santa, una joven vallisoletana de 25 años fallecía en As Catedrais al adentrase en una gruta y golpearle en la cabeza una piedra que se desprendió. La joven falleció en el acto. Fue el primer y único accidente mortal que se recuerda en As Catedrais. A los pocos días, a raíz de este suceso, la Xunta, que ya entonces controlaba el acceso a la playa, colocó carteles con la prohibición de transitar por los senderos que discurren por lo alto de los acantilados, amenazando con multas de 600 a 6.000 euros.

Esta medida tenía su razón de ser en los geólogos que coincidían en advertir de que los miles de visitantes que sistemáticamente pisoteaban la parte superior de los acantilados degradaba el manto vegetal, propiciando las filtraciones de aguas pluviales que erosionaban cuevas, grutas, cornisas y salientes, provocando los temidos desprendimientos.

La familia de la joven valllisoletana denunció lo ocurrido en el juzgado de primera instancia de Mondoñedo, que archivó el caso al no apreciar indicios de criminalidad en la Administración (Ministerio de Medio Ambiente, Xunta y Concello). El fallo fue recurrido, siendo sobreseído. Agotada la vía penal, este año la familia decidió recurrir a la del contencioso-administrativo.

En agosto del año pasado se registró otro desprendimiento en una cueva de As Catedrais, cuando la playa registraba una gran afluencia de gente. Fue en un día festivo, con el cupo de visitantes cubierto y en bajamar. Afortunadamente, en este caso nadie resultó herido.