Francisco Rodríguez, campeón de España de lucha de brazos: «Si se meten conmigo, me voy»

OUROL

cedida

Dice que no hay nada que ganar en los campeonatos nacionales, más que una medalla y un abrazo, pero le encantaría que su deporte se profesionalizara

15 dic 2021 . Actualizado a las 17:45 h.

Si está pensando en echar un pulso a este hombre, mejor que sea metafórico, porque doblarle el brazo a Francisco Rodríguez (Ourol, 1986) no está al alcance de cualquiera. Desde luego, a ninguno de su peso. Afable y simpático, demuestra que lo único temible que tiene es el grosor del bíceps. El resto es un encanto.

—¿Qué tal por la montaña?

—No, yo vivo en Cambados. Mi mujer vino hace cinco años por cuestión de trabajo... y yo me vine detrás. Pero si no tengo campeonatos subo a Ourol un fin de semana sí y otro no.

—Es usted campeón de España de lucha de brazos. ¿Eso es como ser el tipo más fuerte de España?

—En mi categoría, sí.

—¿Cuántas hay?

—Eso va por peso y por edades. El peso va de cinco en cinco hasta más de cien kilos.

—¿A qué se dedica profesionalmente?

—Trabajo en un aserradero. Ya trabajaba en lo mismo en Ourol. Primero estuve unos años en la construcción y luego en el aserradero.

—Así que trabajo físico.

—Sí, si no me aburro. Al animal hay que tenerlo distraído, ja, ja.

—Alguna vez declaró que le gustaría dedicarse profesionalmente a la lucha de brazos. ¿Sigue con la misma idea?

—Ojalá pudiera. Siempre tengo la esperanza de que con las redes sociales y todo lo que se comenta, aparezca alguien que apueste por este deporte; que nos permitiera dedicarnos un poquito más a ello. Aunque no seamos profesionales, porque aunque esto no es fútbol, sí podríamos dedicarnos algo más.

—¿Y en estos campeonatos no ganan dinero?

—No, no se gana nada. Si quedas campeón, ten dan una medalla y un abrazo, para que vuelvas el año que viene, ja, ja.

—¿Y en el plano internacional?

—Los países del Este: Rusia, Bulgaria, Ucrania, Turquía... Allí se conoce tanto la lucha de brazos como el fútbol. Ganas el mundial y ya ganas para todo el año. En España, hubo un catalán que promocionó la lucha de brazos; tenía una empresa y mucho dinero y pagaba un sueldo al mes a unos cuantos. Entrenaban y competían por todas partes. Cuando murió, se acabó.

—¿Y usted sale fuera a competir?

—Un poquito menos porque hay que mirar la economía. Fui a Italia y quedé tercero en 2017 y en 2016 estuve en el mundial de Bulgaria y quedé en el puesto 15. En Portugal quedé subcampeón absoluto con la derecha. Allí había dinero y conseguí 900 euros.

—Tampoco es para retirarse.

—No, pero yo vine con una alegría bestial, ja, ja.

—¿Cuánto dura un combate?

Lo más normal es que dure un par de segundos.

—¡Qué rápido!

—Puede haber una buena enganchada que dure treinta o cuarenta segundos, pero suelen ser rápidos. Cuando van dos con la misma fuerza o la misma técnica se queda todo frenado.

—¿Qué quiere decir?

—Hay técnicas en las que tiras hacia fuera, hacia la punta de los dedos del contrario. O hacia dentro. Depende de si tienes el brazo pequeño y tiras más de fuerza, como yo.

—Tiene su complicación el asunto.

—No se lo imagina. Y porque se lo estoy explicando, si lo ve, se queda alucinado. La gente cree que uno tira para un lado y el otro para el contrario. No se imagina lo que hay.

—Habrá también alguna lucha psicológica...

—Aquí no. Aquí la psicología es que vengas convencido ya de casa. A mí si me miran mal, pues lo siento mucho.

—Cuando compite, ¿dónde mira a su rival?

—Yo no miro nada. Me engancho al brazo y espero la señal del árbitro.

—La señal es lo importante.

—Exacto. Da igual lo que entrenes. Como no escuches la salida, ya puedes volver para casa.

—¿Cuántos combates necesita para ser campeón?

—En el último campeonato que gané y no perdí ningún combate, eché seis.

—Va rápido entonces.

—Una tarde.

—Esto no tiene edad.

—No. Mientras te encuentres bien...

—A usted le llaman el gallego.

—Sí, porque cuando empecé no había nadie de Galicia. Me empezaron a llamar Fran el gallego y así quedé.

—Con usted no se mete nadie, ¿no?

—Y si se meten, tienen un problema, porque yo me voy. A veces, tomando algo, que es cuando la gente se pone más valiente, alguno quiere probar un pulso. Pero no se puede, porque en esas mesas es donde te puedes lastimar.

—Ya. Y para darle la mano... con cuidado.

—No, hombre. Si me la da normal no hay problema. Pero si veo que me va a apretar, fijo que algo le aprieto. Y lo va a notar, ¿eh? Es que nosotros trabajamos mucho la mano. La gente piensa que el pulso es el brazo, pero eso no importa; lo que importa es la mano y la muñeca. Por eso el que te da la mano para apretar, se equivoca.

—¿Podría romper una nuez con la mano?

—Nunca probé, pero creo que no. Las nueces están duras. Pero mire, tengo una máquina aquí en casa en la que aprieto casi ochenta kilos.

—¿Celta o Dépor?

—Real Madrid a muerte y de segundo, el Celta.

—Defínase en cuatro palabras.

—¡Uf! Prefiero que lo haga mi mujer, que está aquí al lado [Y se pone su mujer al teléfono]. Humilde, competitivo, obsesionado y muy buena persona.

—¿Cual es su lugar favorito?

—La montaña. En Ourol. Yo soy de montaña, no soy de mar.

—Dígame una canción.

—Ahí sí que me mata. No soy nada de música. Alguna de Shakira, pero me da igual.

—¿Que diría que es lo más importante en la vida?

—La salud... El dinero y el amor, ja, ja.