Una mujer loca, la papelera de Cuba y un niño en la inclusa de Mondoñedo

Martín Fernández

MONDOÑEDO

José Maseda Bouso
José Maseda Bouso ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

22 jun 2022 . Actualizado a las 18:23 h.

Debería haber un lugar para el silencio. Y debería ser Mondoñedo. Una ciudad que enseñase a escuchar el ruido y la furia del silencio. En la noche del 4 de marzo de 1893, un recién nacido fue abandonado ante la Inclusa de Mondoñedo. Estaba envuelto en un pañal y acompañado de un papel que decía: “Este niño nació hoy a las dos menos cuarto, póngasele de nombre Antonio Francisco”. Lo había dejado su abuela Agustina, que había hecho lo mismo en 1864 y 1866 con dos de sus hijas, una de ellas la madre del niño Antonio. El padre de la criatura era un seminarista que, ante el escándalo suscitado, marchó a Cuba. Años después, tras algunas vueltas de tiovivo, aquel niño, Antonio Francisco Maseda Bouso, fue uno de los más grandes jurisconsultos de España. Su madre, Carmen Pascuala Fernández Vega, una pobre mujer enferma y enajenada. Y el padre, José Maseda Bouso, director y accionista de la Compañía Litográfica de La Habana y uno de los emigrantes gallegos más ricos de Cuba.

La historia comenzó el 21 de diciembre de 1862. Ese día, en A Pena, parroquia de Rilleira de Cesuras, nació José Maseda Bouso, hijo de José y de Josefa, labradores donos de seu que educaron a su hijo en el Seminario. Cuando cursaba Teología y estaba a punto de ser sacerdote, mantuvo una relación con Carmen Pascuala, una de las dos hijas naturales que Agustina Fernández Vega llevara al Orfanato.

Orfanato y susfucación mental

Agustina era soltera y vecina de Os Remedios. Con 21 años, en 1861, tuvo una hija natural, Concepción, que entregó en la Casa Cuna y recuperó en 1866. Y al cumplir los 24, tuvo otra, Carmen Pascuala, que depositó en la Inclusa el 7 de mayo de 1864 según el libro de registro “envuelta en un capote de algodón, un pañal de lienzo, brullo de candil blanco de faja, un orillo de paño negro, gorro de zaraza encarnada guarecida con puntilla y de señal una cuenta de azabache atada con terciopelo al pulso derecho y un papel anónimo que decía: llevo agua de socorro, póngale Pascuala Carmen”. La niña fue bautizada al día siguiente y dos años después, el 7 de julio de 1866, Agustina se presentó en el centro y pidió que se la devolviesen. Fueron testigos Antonio Ferreiro, de Os Remedios, y José do Pico, José Amor y Manuel Domenech, de Mondoñedo. Antonio, el fruto de la relación de José y Carmen Pascuala, también fue entregado en la Inclusa por su abuela Agustina que en 1902 ?cuando era viuda y vivía en la Plazuela de San Juan 2- pidió reconocerlo como nieto y recogerlo en vista de que “su madre padece susfucación mental y se encuentra en el triste y completo estado de enajenación según es público y notorio”, dice el informe de la Diputación que regía el centro. El niño permaneció en el Orfanato cuatro años. En 1897 su padre José abonó las 327,5 pesetas que asumiera la Inclusa y retiró a su hijo de la Casa Cuna.

La abuela, hija de madre soltera, tuvo dos hijas naturales y se casó con un hombre que le legó una casa

Agustina Fernández Vega, la abuela de Antonio Maseda Bouso, -según dice su testamento, “hija de incógnito y de María Fernández Vega, también soltera”- había tenido de soltera relaciones con un hombre con el que tuvo dos hijas, Concepción y Carmen Pascuala. Las depositó en la Inclusa y las recogió años más tarde, les dio sus apellidos y nombró por tutor a Gerónimo Romero Ginzo Fernández, propietario de Mondoñedo, al que reveló de que las mantuviera.

Él estuvo casado en primeras nupcias con Ramona Rivero y, al quedar viudo, contrajo matrimonio con Agustina al año siguiente, el 22 de mayo de 1882, cuando ella tenía ya 40 años. Era de Xermade y murió en 1894 a los 75 años, sin sucesión en sus dos matrimonios. Dejó como albaceas a su esposa Agustina, a José Mª Fernández y Antonio Fernández Ferreiro, catedráticos del Seminario, y a Luis Ramudo Seijas, párroco de Baroncelle. Y legó su casa de la Plazuela de San Juan a su mujer Agustina ?que aportara al matrimonio 1.500 pesetas- y a las dos hijas naturales de esta, Concepción y Carmen Pascuala, esta última declarada incapaz. Fueron testigos en su testamento Francisco Ben Colmenares, Dámaso Salaverri y Ramón Cabanas Montouto.

Agustina murió en 1907, a los 72 años, en la casa que había recibido de su marido en la Plazuela de San Juan, con huerta y rocha. En su testamento, dice que tiene dos hijas naturales, mejora a Concepción en el tercio de todos sus bienes y le lega el remanente del otro tercio de libre disposición y nombra herederas a las dos si bien, si Carmen Pascuala muriese antes que Concepción, nombra heredero a Antonio Maseda Bouso.

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Maseda Bouso, eminente jurista español, rico empresario cubano

Tras salir de la Inclusa, el niño vivió con su madre y su abuela. En 1898, su padre José marchó a Cuba y fue socio de una imprenta con Ángel Estrugo. Cuatro años después, le fue retirada la patria potestad del niño a su madre en vista de su locura. Y en 1903, a los diez años de haber nacido, el padre reconoce a su hijo y le da sus apellidos según la partida de nacimiento de Antonio Maseda Bouso.

A partir de ahí, José Maseda se encargó de la educación del niño que estudió en el Seminario de Mondoñedo, y Filosofía y Letras y Derecho en Comillas y Deusto. Antonio Maseda Bouso fue Registrador de la Propiedad en Santander, Pamplona, Barcelona y Madrid, presidente de la Confederación Nacional Católico Agraria, profesor de la Normal central, concejal de Madrid en 1928 y responsable de la Junta de Protección de Menores en 1937. Cofundó las Irmandades da Fala en Mondoñedo, dirigió Acción Social Agraria y la Sociedad de Cabotaje y fue vocal de la Autopista Madrid-Valencia, directivo de Mataderos de Galicia y presidente de la Caja Central de Ahorros y Préstamos y de la Caja de Pensiones de Cataluña. Murió en Madrid en 1989, con 96 años. Fue una figura clave en la judicatura española del siglo XX.

Por su parte, su padre, José Maseda Bouso, y su socio Ángel Estrugo fundaron la Compañía Litográfica de La Habana en 1907. La firma fabricaba envases de cartón, papel, imprenta y litografía y alcanzó gran prestigio por la calidad de sus impresos, vitolas y marquillas de tabaco como Partagás, Romeo y Julieta o Por Larrañaga.

En 1929 fue adquirida por el americano Dayton Hedges que nombró a Maseda gerente. El ex seminarista era, además, accionista de Seguros El Iris; fundador y directivo del Banco de Fomento Comercial; y vocal del Casino Español. El mindoniense tuvo una de las mejores posiciones económicas de un gallego en la isla. Vivía en una mansión de El Vedado construida en 1910 el asturiano Ladislao Menéndez con cuya hija, Serafina Menéndez Blanco, se casó. Con ella tuvo dos hijas, Serafina y Manuela. Falleció a finales de los años 50.