La costa de Lugo

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

MONDOÑEDO

Antonio Sempere

10 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

De Ribadeo a Viveiro. De Rinlo al Vicedo, la costa de Lugo, la comarca llamada de A Mariña, al norte del norte, donde la mar del Cantábrico busca su abrazo con el océano Atlántico, es una calle continua, una larga avenida con Burela o Foz como parada y fonda, y con Cervo, San Cibrao, o Barreiros como hitos del camino.

Es el secreto mejor guardado de la Galicia litoral: la costa de Lugo, que tiene el vértice interior en Mondoñedo, que además de sede episcopal fue antigua provincia de reino de Galicia.

He vuelto a Mondoñedo, donde reside el mas elocuente de los silencios que habita en el colo melancólico de la nostalgia. Se desplegaba julio en el calendario anunciando un verano aún por venir, y sentado frente a la catedral de la Asunción, presidida por un san Rosendo fundacional, mientras mi señor don Álvaro Cunqueiro sedente e inmortalizado en bronce, me miraba de lado, imaginé que la catedral arrodillada, en la parte mas baja del pueblo, presidiendo la plaza que va a se remodelada urbanísticamente, debía tener un foso con agua de mar rodeándola, ciñéndola como un canal veneciano por donde navegaban pequeñas dornas que llevaban un farolillo verde o azul en el mástil. La catedral lacustre.

Y durante mi intervención recordando a Leiras Pulpeiro, propuse que en los centros escolares mindonienses, se enseñara el latín hasta convertirlo en ilustrada lengua oficial del concello en homenaje al viejo y entrañable seminario mayor, cuna de latinistas.

No noté ninguna oposición entre el auditorio, mientras dejaba volar mi imaginación por los caminos del aire, guiado por el obispo Guevara y Felipe de Amancia escapado de las páginas del Merlin y familia.

Y pensaba que Mondoñedo, autentico eje vertebrador del norte lucense, a mano derecha de la costa luguesa, podía convertirse en una mimada ciudad boutique, con ofertas transversales del mundo de la cultura, como algunos pequeños pueblos de Francia, creando trabajo y fijando nueva población. Sería un Mondoñedo reinventado en su tradición cunqueiriana de lluvias sinfónicas y panes legendarios.

Es parte de la magia callada de la costa de Lugo, un secreto paseable por descubrir, mientras un viento niño jugaba a hacer acrobacias por los Remedios, por la alameda, por todos los paseos marítimos, de la mar que festonea acantilados y hace estación en los arenales de la costa de Lugo, al norte del norte.