Los Castañeyra, la familia de Mondoñedo que acogió a Unamuno en su destierro canario

Martín Fernández

MONDOÑEDO

Miguel de Unamuno acompañado por Ramón Castañeyra (con bastón), en Fuerteventura
Miguel de Unamuno acompañado por Ramón Castañeyra (con bastón), en Fuerteventura ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

Fueron sus anfitriones durante su aislamiento forzoso en la isla del viento y fueron también quienes financiaron su estancia

21 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Muchos años después, Rodgers y Hannmerstein compusieron la mítica canción que Gerry and the Pacemakers convirtieron en éxito y los seguidores del Liverpool F.C. en estremecedora oración: «Cuando camines a través de una tormenta, mantén la cabeza en alto y no temas a la oscuridad. Nunca caminarás solo». Pero muchos años antes, una familia oriunda de Mondoñedo, los Castañeyra, lo habían puesto en práctica con Miguel de Unamuno cuando en 1924 fue desterrado a Fuerteventura por la Dictadura de Primo de Rivera. Fueron sus anfitriones durante su aislamiento forzoso en la isla del viento y fueron también -con ciertos masones y un médico de Monforte, José Goyanes Capdevila- quienes financiaron su estancia.

El 20 de febrero de 1924, el Directorio Militar publicó una Real Orden dirigida al escritor y pensador vasco con dos puntos: en el primero informaban que lo cesaban de sus cargos de Vicerrector de la Universidad de Salamanca y Decano de la Facultad de Filosofía y Letras; y en el segundo, que era desterrado a Fuerteventura y suspendido de empleo y sueldo.

Por entonces, entre las fuerzas vivas de la isla destacaba una familia de origen gallego, llamada Castañeyra, que había cambiado su apellido original de Castañeira o Castiñeira, con i latina. La saga había sido iniciada por el sargento de Carabineros José Fernández Castiñeira, nacido en Mondoñedo en 1819, hijo de Lorenzo y Juana, que llegó a Puerto Cabras -hoy Puerto del Rosario, la capital de la isla- en 1850 y dejó la carrera militar para dedicarse a los negocios en una pequeña villa que tenía un gran puerto habilitado para la exportación ya desde 1713. 

Una dedicatoria agradecida

El único hijo varón del suboficial mindoniense fue Ramón F. Castañeyra (1844-1917) -alcalde de Puerto Cabras, administrador del puerto franco, exitoso hombre de negocios y reconocido masón- que, a su vez, fue padre del también alcalde José Castañeyra Carballo con el que desapareció la F. del apellido Fernández de la saga. Un hijo de este, Ramón Castañeyra Schamann (1896-1973), adinerado comerciante y delegado de la Monarquía en la isla hasta la proclamación de la Dictadura, fue el que recibió, por indicación familiar, a Unamuno en Las Palmas, el que lo condujo a Puerto Cabras y el que lo acompañó y agasajó en todo momento. El escritor se alojó en una casa suya -el Hotel Fuerteventura- junto a otro desterrado, el político vasco y federalista radical Rodrigo Soriano. Su anfitrión le enseñó la isla, le dejó la importante biblioteca de su abuelo para que pudiera escribir y fue su sombra protectora en los cuatro meses que el filósofo vasco pasó allí antes de huir a París. Tanta y tan intensa dedicación provocó que Unamuno le expresara públicamente su gratitud e, incluso, le dedicara su libro De Fuerteventura a París.

La amistad de un médico de Monforte y el agrio pago de los gastos

La relación de los Castañeyra con Unamuno se basó en la amistad que ambos mantenían con el médico monfortino residente en Madrid, José Goyanes Capdevila, (Monforte 1876-Tenerife 1964), neurocirujano, presidente de la Academia Médica y director del Instituto contra el Cáncer en 1922. Ambos eran pacientes y amigos suyos.

Cuando el escritor se vio desterrado y sin sueldo, rechazó ayudas del gobierno francés y del magnate vasco Echevarrieta. Y pidió a Goyanes -conocedor de su amistad con los mindonienses en la isla- que lo atendiesen del mejor modo posible durante su confinamiento. El dato fue dado a conocer hace poco por Raimundo García Paz -abogado, escritor e hijo del ilustre periodista Borobó- en una documentada investigación que vino a completar lagunas en la biografía de Unamuno. Según él, Goyanes pidió por carta a José Castañeyra Carballo ayuda para el escritor. Y la familia se la brindó por completo a través de su hijo Ramón Castañeyra Schamann que, entonces, contaba con 28 años. 

Carta al doctor Goyanes

Hasta hace poco se pensaba que el erario público financiara el destierro de Unamuno a pesar de que amigos suyos de la Universidad y de Madrid, círculos de masones y personas como Goyanes, los Castañeyra o Juan Medinabeitia aportaron dinero para su sostén y el de su familia. La reciente aparición de una carta que el doctor Goyanes le dirigió al escritor en 1930 vino a corroborarlo. En ella, le revelaba la «indigna comedia» de que un miembro de los Castañeyra había promovido un exhorto para que el doctor le pagase 3.000 pesetas por gastos adicionales de la estancia de Unamuno en isla. El escritor nunca contestó a esa carta pero tampoco dejó traslucir malestar o reproche alguno con los Castañeyra.

El dinero fue abonado, al final, por su abogado, Ossorio y Gallardo, masón, ministro de la Monarquía, embajador y miembro del gobierno de la República en el exilio.

La investigación realizada por García Paz pone de relieve que por encima de circunstancias y puntuales desencuentros, Miguel de Unamuno nunca caminó solo en su destierro gracias a la solidaridad de sus amigos y, sobre todo, de los mindonienses de la familia Castañeyra.

Un apoyo desde Ribadeo y una estirpe decisiva en Fuerteventura

Fueron varios los gallegos que se cartearon con Unamuno durante su destierro. Entre ellos, el catedrático Glicerio Albarrán, presidente de Izquierda Republicana en Lugo; Heraclio Botana, diputado socialista por Pontevedra y hermanastro de Portela Valladares; Manuel Margolles, presidente del Ateneo de Ribadeo, profesor de Dibujo y concejal; o Ramón Mª Tenreiro, diputado por A Coruña.

En Fuerteventura, el escritor se vinculó a los Castañeyra, una estirpe decisiva en su historia y su presente. El primero que llegó, José Fernández Castañeyra, dejó la milicia por el comercio y abrió una senda de negocios, política y cultura que continuaron sus descendientes. Su hijo Ramón Fernández Castañeyra, alcalde y masón, importaba productos del exterior (coloniales), los vendía en las islas cobrando en productos del país (trigo, cebada, sosa, fruta, etc.) que exportaba al extranjero y la Península. Fue presidente y editor de La Aurora, un periódico sin precedente en la isla.

Un hijo suyo, José Castañeyra Carballo, era alcalde durante la estancia de Unamuno y uno de los mayores contribuyentes de Canarias. Su hijo mayor, Ramón Castañeyra Schamann, -el que cobijó en su casa a Unamuno- convivía con su abuelo de quién heredó una gran biblioteca y una vasta fortuna. Compaginó negocios y cultura y a los 13 años ya publicara un libro, Cantares, con canciones y poemas de la isla.

Una sobrina suya, Encarna Castañeyra, fue la primera mujer jueza de Canarias y otro, Agustín Castañeyra, es profesor de la Facultad de Medicina de La Laguna, persona muy influyente y padre de dos investigadores en Washington y Liverpool.

martinfvizoso@gmail.com