Miqui Otero: «Tengo mono de Galicia»

Jorge Casanova
jorge casanova REDACCIÓN / LA VOZ

MONDOÑEDO

elena blanco

El escritor recuerda sus veranos en A Mariña y relata la primera vez que mintió a su padre por culpa de aquel penalti de Djukic

29 ene 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Tiene una risa espontánea y contagiosa, a veces inesperada, que refresca la conversación. Miqui Otero (Barcelona, 1980), con una educación sentimental modelada en sus veranos gallegos, acumula elogios con Simón (Blacki books), su última novela.

-Su novela va como un tiro, estará contento.

-Sería el primero en no sentirme contento cuando oigo a la gente decir que le gusta mi novela. No sería el primero en decirlo, porque hay gente que dice que no le gustan los elogios, pero sí el primero en sentirlo. Lo normal es que te sientas satisfecho y feliz con que guste una novela. Sobre todo, porque has tenido mil momentos de inseguridad mientras la escribías. Y me gusta mucho que la novela se está leyendo de maneras muy diferentes.

-Seguramente este es un buen momento par escribir y para leer.

-Sí, por una cuestión práctica ya que no puedes hacer muchas cosas. Y los libros te permiten leer sobre vidas que no están en esta situación. Aunque sea cursi, el libro te permite viajar cuando no se puede, o conocer personas. Yo, en once meses he conocido a seis personas nuevas. En una noche cualquiera hace tres años conocía a más gente.

-¿Qué es lo que más añora de la situación anterior?

-Ver música. Echo en falta hasta el bocadillo infame que te comes justo antes del concierto. Eso no se puede sustituir y da más valor al libro, que es un objeto tan perfecto como el cuchillo o la rueda.

-El libro de papel ha resistido al electrónico.

-Estamos todo el día mirando pantallas. Poner los ojos en el papel es una forma de relajarnos. Yo no acabo de respetar lo que leo en un dispositivo electrónico, ja, ja.

-Usted es hijo de emigrantes gallegos. Los que se van a Suiza, por ejemplo, vuelven en cuanto pueden. Los que se van a Barcelona, no.

-Supongo que depende del momento en el que se van. Mis tíos se fueron a Alemania, trabajaron unos años de forma concentrada para volver y montar algo en Mondoñedo. Un bar concretamente, donde yo pase muchas horas en verano. A Barcelona llegaba primero una especie de avanzadilla y luego iban llegando los demás, de modo que al final estabas un poco en familia.

-Así que sus veranos eran gallegos.

-Todos. Y las Navidades. Cuando estudiaba también intenté hacer prácticas en Galicia. Ahora ya no voy tanto porque desde hace tres años me ha dado por ser padre y tengo menos libertad. Allí iba para escribir también. Iba a la aldea de mi padre, en Foz, a la de mi madre, en Alfoz y la de mis tíos, en Mondoñedo, que siempre me ha parecido un sitio medio mágico. Estaba lleno de personajes que a mí me flipaban. En Barcelona, la imagen de Galicia la perfilaba gente que se tuvo que ir de allí y se pasaba el día hablando de Galicia. ¿Cómo no la iba a idealizar? Llevo año y pico sin ir, excepto unas horas para presentar el libro, y tengo mono de Galicia.

-Se echaría alguna novia gallega.

-Sí, claro. Los típicos romances de verano. Pero eso de volver y seguir con la misma novia, no. Ligabas con una chica guapísima, a la que en Barcelona no podías ni aspirar. Y cuando volvías la chica ya estaba con un guardia civil o con el guapo del pueblo. Eso pasó varias veces.

-Gallego en Cataluña, catalán en Galicia. ¿Se entiende fuera la realidad de Cataluña?

-En el bar al que más voy en Barcelona hay un cartel que pone: «Prohibido hablar del tema». Todos sabemos a qué se refiere. Los que hemos vivido en los dos sitios tendemos a entender las posiciones de ambos lados y te irrita que no se intente entender cómo siente las cosas el de enfrente. Nos ha tocado jugar un doble papel.

-¿Como lleva la paternidad?

-No me acuerdo que novela era que el escritor la dedicaba a sus hijos: «Sin cuya inestimable ayuda este libro habría salido dos años antes», ja, ja. Al margen de eso, son una fuente para pensar en cosas que no pensaba. Mi hijo es una especie de mini yo donde ves cosas que tú hiciste y que te sirven luego para escribir.

-Su libro, sus personajes, evocan en los críticos a Marsé, Mendoza, algo menos a Vázquez Montalbán... ¿quién le gusta más?

-Son tres titanes, me encantan. Montalbán era una máquina de pensar; no es que describa las cosas, es que casi las inventa. Tengo un amigo que me dijo que solo había visto llorar a su madre una vez, cuando murió Montalbán. Me fascinan los tres, pero el más influyente para mí ha sido Marsé.

-¿Cómo se definiría en pocas palabras?

-Soy un pesimista que miente, sobre todo a sí mismo, para pensar que es optimista.

-Lo de Celta o Dépor no sé si le queda lejos.

-No. Tengo muchas historias. Mi padre era del equipo gallego que fuera mejor. Primero era del Celta, pero con el Superdépor, cambió. Yo soy muy culé y, por culpa del Dépor, mentí por primera vez a mi padre.

-¿Cómo es eso?

-El día del penalti de Djukic, un amigo y yo teníamos entradas para ir a ver al Barça al lado del palco. Teníamos 12 años. Cuando falló el penalti y el Barça quedó campeón, mi amigo y yo empezamos a saltar encima de las butacas hasta que las doblamos. Al salir, llamé a mi padre desde una cabina y le dije: «Te juro que no me he alegrado». En mi casa, viendo con él las repeticiones, hicieron un plano general del palco y vi las dos butacas rotas. Pensé: «¿Se lo digo o no?». Es uno de esos momentos que te definen. No se lo dije. La última vez que estuve en A Coruña le compré una equipación a mi hijo y una camiseta de los 90 a mi padre.

-Usted que es muy musical, ¿cómo lleva el tema del reguetón?

-A mí no me molesta. No vibro cuando suena, pero no quiero caer en lo que cae cada generación que es decir que lo que suena ahora es una basura y que lo que él escuchaba era maravilloso.

-¿Cocina?

-No cocino mal. Tengo un repertorio limitado pero efectivo. Cuando la gente venía a cenar a mi casa venía sin grandes expectativas, pero sin miedo. Todo lo que sea sofritos y demás me relaja mucho. Para esta novela le pedí a mi madre que me escribiera sus mejores recetas.

-Dígame una canción.

-Le diré dos que aparecen en la novela. La primera es Boys don’t cry, de The Cure. Es una canción más profunda de lo que parece. Esa canción tiene lo que yo pretendo hacer cuando escribo, que es como la imagen de alguien que está triste pero intenta sonreír y no le sale. La otra es Demasiado corazón de Mink de Ville.

-¿Que es lo más importante en la vida?

-[Prolongado silencio] Encontrar un sentido a pasar el día. Tus hijos, tu pareja, esa novela que lees, esa canción que escuchas. Intentar pasarla lo mejor posible.