Astrid Illán, psicóloga: «El acoso escolar deja huella y va de la mano del suicidio de menores»

FOZ

Astrid Illán Redondo
Astrid Illán Redondo CEDIDA

Este jueves hablará en el Colexio do Pilar de Foz sobre cómo prevenir conductas suicidas

30 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Psicóloga y formadora, Astrid Illán Redondo es especialista en modificación de conductas y terapia familiar. Este jueves (18.30 horas) ofrecerá una conferencia -abierta no solo a la comunidad educativa- en el Colexio do Pilar de Foz. «O suicidio: que meus pais non se decaten» es el título de la ponencia.

—¿Por qué ese título?

—Esta charla nace a raíz de haber tenido pacientes que intentaron suicidarse sin que los padres lo supiesen. Fue algo que me chocó y por ello decidí elaborar una ponencia para poner el foco sobre esta cuestión. En España se suicida una persona, adulto o menor, cada dos horas, y por cada suicida hay 20 personas que lo han intentado. Hay que intervenir para prevenir.

—Resalta que sobre el suicidio hay mitos que conviene desmontar.

—Se dice que no hay prevención posible, o que el que dice que se va a suicidar nunca lo hace. Abordaremos estas falsas creencias. El suicidio no es, como dice la gente, algo de locos. Puede haber una base de trastorno mental o depresión mayor, pero todos podemos ser vulnerables en un momento dado.

—¿Cómo podemos saber que un menor está pensando en suicidarse?

—La mayoría de los familiares de personas que se han suicidado plantean que no supieron anticipar el final de su ser querido. Tenemos que estar atentos a los síntomas para poder intervenir y ayudar. Es importante estar alerta a cambios de conducta. Algunos menores empiezan a socializar de forma diferente. Están los comentarios negativos: «No valgo para nada», «Nada me sale bien», «Nada merece la pena». También son frecuentes los trastornos de sueño o alimentación. Y en ocasiones es perceptible en cambios en la vestimenta. En un estado depresivo, hay un abandono, una falta de cuidado por el aspecto y la higiene. Pero en otros casos, por ejemplo, se ponen ropa más holgada si se sienten juzgados por su físico. Incluso, si ya ha habido algún intento consumado de suicidio, se tapan las marcas: en las muñecas o en la tripa. Y otro comportamiento habitual son las conductas de despedida: cierran sus redes sociales, regalan cosas, escriben cartas, piden perdón...

—¿Cuándo suelen comenzar los menores a pensar en suicidarse?

—Desde los 13 años son población considerada de riesgo. Pero hay niños que tienen diez años y si son víctimas de acoso escolar, por ejemplo, pueden estar ya perdiéndose y hay que actuar.

—¿Qué peso tiene el acoso escolar o bullying?

—El acoso escolar prolongado deja una huella muy profunda. El bullying causa sufrimiento y muchas veces va de la mano no solo de los futuros problemas de salud mental del adulto, sino del sucidio de menores. Provoca la sensación de que la vida tiene poco valor.

—¿Influye el uso excesivo de las nuevas tecnologías, de la red?

—No podría establecer una relación. Pero sí hemos comprobado que a veces las pantallas son un refugio. Con la pandemia, muchos pacientes se resistían a volver al colegio para retomar las clases presenciales. ¿Por qué? Porque, online, nadie sufría agresiones, al menos físicas.

—¿Cómo reaccionar?

—Debemos tener mucho cuidado con cómo nos comportamos y qué les decimos. Es muy peligrosa la frase de «esto es una cosa de niños». En ese momento pueden dejar de contarnos cosas importantes. Validar las emociones de los menores es fundamental y hablar del suicidio salva vidas. Debemos saber, llegado el momento, preguntarles directamente si tienen ese tipo de pensamientos. No desde el castigo, sino desde el intento de comprensión. Si los escuchamos, nos convertimos en una referencia. Ese es el primer paso, debemos saber parar el modo de vida automático que a veces llevamos para escuchar. Y por supuesto acudir a profesionales, psicólogos o psiquiatras.

—¿Qué deben hacer los padres que tengan alguna sospecha de que su hijo hace acoso escolar?

—Tenemos que hablar con ellos también. Hay quien piensa: «Si mi hijo no es la víctima, no me preocupo». Pero que un niño haga acoso escolar nos está hablando de otro problema, el de quien pega o acosa, de un déficit para relacionarse con los demás. Debajo de las conductas disruptivas hay algo que no va bien.

—La provincia de Lugo tenía en 2021 la tasa más elevada de suicidios por 100.000 habitantes de todo el Estado. ¿Qué ocurre?

—No podría decir las causas. Lo que está claro es que deberían estudiarse a fondo y no quedar en mera estadística. Es necesario invertir en recursos de salud mental, un plan estatal. No puede ser que una persona acuda a urgencias por intento de sucidio y no tenga habitación. Faltan psicólogos en el sistema público, y hace falta más formación para todos.