Los okupas de la vivienda de Foz son jóvenes de la propia comarca de A Mariña

Ramón González Rey FOZ / LA VOZ

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Cartel de advertencia en el acceso colocado por los okupas, con la casa al fondo
Cartel de advertencia en el acceso colocado por los okupas, con la casa al fondo XAIME RAMALLAL

El propietario intenta convencerles para que desistan, y con ellos hay al menos una joven

13 sep 2021 . Actualizado a las 09:27 h.

El propietario de la casa okupada en Fazouro, Ángel Álvarez, revela que intentó negociar tanto con los okupas como con sus familias al conocer que al menos dos de ellos, dos hombres de entre 20 y 30 años, son naturales de A Mariña Lucense. Lo hizo antes de presentar denuncia ante la Guardia Civil, con el ánimo de apelar a la voluntad de estas personas para que se marchasen.

Aunque por ahora se desconoce cuántas personas hay instaladas en la vivienda, deshabitada desde hace unos 20 años y situada en el barrio de Santo André, la familia propietaria del inmueble sostiene que al menos dos hombres jóvenes se han resguardado allí junto a una chica, «e quizais haxa unha segunda rapaza», explica Álvarez.

Los okupas cambiaron las cerraduras de la casa, pusieron un candado en la valla del acceso principal y colocaron un cartel que insta a tener cuidado con los perros. Según el dueño, tienen al menos dos. Las personas que se instalaron en la vivienda se mueven también en como mínimo «dous coches pequenos», expone Álvarez.

El dueño intentó otra vez en la tarde de ayer hablar con los okupas, aunque «non había ninguén». En una primera tentativa intentó disuadirlos de quedarse en la vivienda, a lo que se negaron. «Dixéronme que non tiñan traballo nin casa polo que se quedaban nesta», expone.

El dueño interpuso la denuncia el pasado lunes. El día anterior intentó hablar también con los padres de los dos jóvenes, que concretaron que apenas tienen relación con ellos y que no es la primera vez que protagonizan un incidente similar, «aínda que noutras ocasións pasou lonxe daquí», precisa.

Álvarez no puede evitar empatizar con los padres de estos jóvenes por el trago que supone recibir, en ocasiones directamente de las fuerzas policiales, malas noticias de sus hijos. Sin embargo, se muestra más duro con los okupas. «Esta é unha okupación de xente coa cara moi dura, non de persoas que quedasen sen traballo, non poidesen pagar o alquiler e non tivesen onde estar. Son uns rapaces desarraigados e irresponsables e non tiñan por que levar esta vida», afirma.

A sus 69 años -65 tiene su esposa, que heredó la casa de sus padres-, Álvarez admite que no pensó verse nunca en una situación similar. Concreta que en la vivienda okupada quedan pocos bienes después de tantos años sin uso, aunque sí «unha vella cociña de leña e unha mesa moi boa de madeira de castaño». Teme que «todo quede destragado» cuando los okupas se marchen.

Un proceso que prevé largo. Los agentes no pueden desalojar a las personas que se instalaron en la casa sin la correspondiente orden judicial, y el procedimiento puede durar «meses, e máis se eles recorren a sentenza cun avogado de oficio».

La asociación vecinal, que preside Raúl Río, advierte de la preocupación de los vecinos de las viviendas más cercanas al inmueble, aunque no constan otras denuncias ni tampoco incidentes relacionados.

Por el momento, Álvarez quiere agotar las posibilidades de que los okupas se marchen con una negociación previa. Por esa razón apeló a sus padres, para que le ayudasen. A su primera pregunta -si eran la familia de estas personas-, indica el dueño, respondieron con otra, la más amarga de pronunciar: «que faena lle fixeron?».