Un bígamo de Foz y otros dobles matrimonios en la etapa de la emigración masiva

MARTÍN FERNÁNDEZ FOZ / LA VOZ

FOZ

ARCHIVO FAMILIAR LLUCIÁ

Hubo un caso en Cangas, con un marido por partida doble

16 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

«Era un infeliz que, habiendo tenido un hijo de una mujer soltera, se fue a América y allí trabó relaciones y se casó con otra. Salióle ésta muy mala y, yendo a pedir consejo a un sacerdote, le contestó el consejero que este mal le había sucedido porque dejó a la primera mujer. Volvió de América, se casó con la primera y vive con ella y con el hijo, hoy mozo de bastantes años. Se le desengañó diciendo que estaba amancebado y que el matrimonio con la otra era el válido. Prometió arreglar su negocio y separarse. Pero mucho hay que desconfiar, si no es que el Señor lo arregle de otro modo…».

Así se describe un caso de bigamia, sucedido en Cangas de Foz en 1910, en las Cartas Edificantes de la Asistencia en España de los Ministerios Apostólicos (misiones) de los Padres Pasionistas Vicente y Vázquez de Guerra realizados por las diócesis de Lugo, Mondoñedo, Santiago y Tui del 10 al 19 de septiembre de ese año.

En ese tiempo, el marido por partida doble era frecuente «na parroquia de aquí e na de acolá». Los casos que saltaban a la prensa eran la punta del iceberg. Pero en el estruendoso silencio de aldeas y corredoiras se conocían más.

Machín _hijo de un emigrante gallego y de una mulata_ sabía del asunto y escribió Corazón loco: «Yo no puedo comprender/ cómo se pueden querer/ dos mujeres a la vez/ y no estar loco». Y también María Rosa Lojo, la gallego-argentina que en su última novela, Árbol de familia, recrea la historia de su familia en la emigración y la de su primo Rafael con mujer en Galicia y en Argentina, casado con ambas por lo civil y por la Iglesia…

La Iglesia y la sociedad

La bigamia fue el resultado lógico de la migración de hombres solos. En la época de la colonia estuvo vinculada a militares esparcidos en los dominios españoles por el mundo. Y en el periodo de la emigración masiva se incrementó entre varones que iban sin compañía a lejanas tierras y se unían en matrimonio a mujeres como forma de asentarse, mejorar, progresar o satisfacer necesidades de todo tipo.

Ese pecado-delito de matrimonio doble era un atentado a la indisolubilidad y la monogamia del casamiento. Y un ataque a la línea de flotación de una sociedad basada en la familia, la estabilidad, el trabajo, el consumo… Por eso fue tan castigado en el mundo civil y en el eclesiástico.

Sobre la bigamia se echó un manto de silencio. Y es difícil encontrar huellas firmes de concubinatos, amancebamientos o bígamos. Hay que acudir a documentos religiosos, al viejo Padrón de Pecadores Públicos, a listas municipales de casados ausentes, a reseñas de prensa o a interdictos judiciales.

En el balance de la misión de 1910 en Cangas (Foz), los religiosos destacan que fundaron congregaciones y dieron «unas 7.000 comuniones». Pero muestran su pesar porque «quedó un escándalo magno, que prometió quitarse; más es muy de temer que siga y, por cierto, a causa de un consejo pésimo». Claro que los misioneros confiaban en que «el Señor lo arregle de otro modo». Y a saber por qué confiaban…

El estafador de Ribadeo que se casó con siete mujeres y a todas robó y abandonó

En A Mariña, el bígamo por antonomasia fue el estafador catalán Antonio Lluciá Bussé que, en julio de 1916, llegó a Ribadeo a bordo de una Harley Davidson, se alojó en el Hotel Ferrocarrilana, se hizo pasar por un rico indiano, El Rey del Cacao, se dio a la gran vida y un día desapareció dejando tras sí un reguero de deudas y estafas.

El truhán ?como ya se contó en Memoria de Mariñáns- usó también los nombres de Tomás Portolés, Mario Pickman, Rafael Villamil, Fernando Caamaño, Julio Gádor y Orlando de la Riva, entre otros, para cometer fechorías por varios puntos de España. Según dijo al cronista su nieto Jordi Lluciá Malz, había nacido en Capellades (Barcelona) en 1890.

En Ribadeo enamoró a una muchacha llamada Adelaida, hija de unos catalanes vinculados a la villa, y se casó con ella. En la luna de miel, empeñó las joyas de su mujer y la abandonó en San Sebastián. Marchó a América y ahí multiplicó sus desmanes. En Cuba, se casó con la hija del jefe de policía de La Habana. En Santos (Brasil), con la heredera de un naviero. En Perú, con la hija de un empresario taurino. Y en Montevideo, con la legataria de un estanciero.

A todas las desplumó antes de huir. Y al regresar a España, se volvió a casar dos veces más con dos mujeres catalanas. Estaba reclamado por varios juzgados y al final lo detuvieron aunque logró que lo ingresaran en el manicomio de San Baudilio de Llobregat. La prensa local de Ribadeo ?La Comarca, Las Riberas etc.- y el diario La Vanguardia pormenorizan sus peripecias. El rotativo catalán informa el 5 de octubre de 1930 de su muerte y dice que, cuando falleció, estaba casado, tenía dos hijos y vivía en un piso del Paseo de Gracia…

La mujer que se vengó sutilmente del marido que la dejó y se unió a una argentina

La prensa de la emigración informaba, con cierta frecuencia, que mujeres gallegas denunciaban por bígamos a sus maridos ausentes. En la gallega, en cambio, la noticia tenía lugar al regreso del él. La Voz de Galicia, por ejemplo, decía en 1930 que un vecino de Lugo, que marchara a la emigración dejando en la ciudad a su esposa, volvió ese año a su antiguo hogar. Con su vuelta, su doble vida había quedado atrás. O eso creía. Porque no contaba con que, al poco tiempo, tras él, llegó una elegante argentina con tres niños del brazo en busca de su marido y del padre de sus hijos…

El bígamo, al verse sorprendido con la inesperada visita, no supo justificarse, ni disculparse ni dar coherente explicación. Su primera esposa, en cuya casa residía, actuó sin contemplaciones y lo puso de patitas en la calle. Pero las desgracias del farsante continuaron cuando la Justicia, tras una denuncia, se metió por medio para anular su segundo matrimonio. Y el asunto fue a peor.

El hombre, que había vuelto sin blanca y no tenía oficio ni beneficio, vivía con su primera mujer que, a su cómoda posición por herencia, unía el desempeño de un trabajo fijo. Cuando tuvo lugar el juicio, la mujer se mostró firme y le espetó: «Yo no contaba contigo después de años que no diste cuenta de tu existencia. Y como para ganar el sustento no necesito de ti, te perdono y puedes marcharte con esa mujer a la cual has engañado y con tus hijos. De ningún modo quiero hacer más desgraciadas a las infelices criaturas a quienes tendrías que abandonar si siguieras conmigo o fueras a presidio».

Al lucense bígamo no le quedó otra que hacerse cargo y ponerse a trabajar…

martinfvizoso@gmail.com