«Un patrón abrió una botella de whisky por atenderle a un marinero en el mar»

Lucía Rey
lucía rey VIVEIRO / LA VOZ

BURELA

El capitán Ramón Argibay Fernández y el médico José Luis González Valdecillo, en el puente de mando del Juan de la Cosa, mientras estuvo amarrado en el puerto de Celeiro hace unos días
El capitán Ramón Argibay Fernández y el médico José Luis González Valdecillo, en el puente de mando del Juan de la Cosa, mientras estuvo amarrado en el puerto de Celeiro hace unos días xaime ramallal

El capitán Ramón Argibay Fernández y el médico José Luis González Valdecillo son dos de los profesionales del buque hospital Juan de la Cosa, del ISM, que velan los 365 días del año las 24 horas por las familias del mar

11 dic 2021 . Actualizado a las 04:50 h.

Cuenta el médico José Luis González Valdecillo (Santander, 62 años) que en la costera del bonito de 1992 asistió a un marinero de un barco de Burela. «Después de hacer la asistencia, el patrón se encabezonó en que, cuando se construyó el barco, le habían metido una botella de whisky para beber en una situación especial. Y dijo: ‘Nos la bebemos hoy porque esta situación es especial. Jamás imaginé que viniese un médico a atenderme en medio del Atlántico’», relata uno de los facultativos que estrenó la asistencia sanitaria y la ayuda marítima que brinda en alta mar a la flota pesquera el Instituto Social de la Marina. Casi treinta años después de aquella anécdota, González Valdecillo sigue al pie del cañón en el buque sanitario Juan de la Cosa, que hace días recaló en el puerto mariñano de Celeiro, en Viveiro. Una embarcación de 75 metros de eslora por 14 de manga y un calado de 4,70 (ampliable en dos metros en las maniobras), dotada con una tripulación de 29 profesionales que durante los 365 días del año, las 24 horas del día, velan y contribuyen a la seguridad de las familias del mar.

Dirige el timón del Juan de la Cosa el capitán Ramón Argibay Fernández (Ribeira, 60 años). «Para nosotros es un orgullo y una satisfacción inmensa poder colaborar para que ese sector trabaje cada día más seguro. La vida en la mar, embarcarse, es muy complicado. No se puede comprar la dureza del trabajo en el mar con nada. Un marinero está embarcado las 24 horas, con los sacrificios que ello conlleva. No es un trabajo de ocho o diez horas en el que al salir te puedes ir a tomar un café con los amigos o a la piscina. Ya los griegos decían que hay tres tipos de personas: los vivos, los muertos y la gente del mar», apunta el marino. «¡Y qué menos que un país avanzado garantice lo básico a sus trabajadores: una sanidad en las cercanías de tu centro de trabajo! Muchos marineros nos hablan de la tranquilidad que les supone saber que si pasa algo, llaman y estamos ahí al lado», agrega.

400 boniteros de Burela en el 92

En los casi treinta años que llevan trabajando en buques sanitarios del ISM, que en una primera etapa eran fletados a empresas privados y desde el 2006, con la construcción del Juan de la Cosa, son de la Administración, José Luis y Ramón han vivido en primera persona la evolución de un sector que está en constante transformación. «En el año 92, solo del puerto de Burela hacían la costera del bonito unos 400 barcos. La de Burela era la flota más numerosa. Y es más, muchos barcos solo iban al bonito y el resto del año estaban atracados. Estaba el puerto lleno de boniteros en aquella época y luego tenías asturianos, cántabros, vascos...», indica González Valdecillo. Y añade: «Los barcos eran diferentes, de madera y sin la seguridad que tienen ahora».

Ramón Argibay entró en el servicio en el año 1995: «De aquella la gente no estaba tan concienciada como hoy en el tema de prevención de riesgos laborales. Si no me equivoco, la ley es del 95 y empezó en tierra. Luego se metió con calzador en el mar, donde aún está en proceso».

De los anzuelos clavados a los marineros heridos en la «guerra del bonito» de 1994

Escuchar la conversación entre José Luis González y Ramón Argibay brinda el privilegio de conocer los entresijos de numerosas historias y sucesos del mar. Tanto del día a día como de las que permanecen en la memoria colectiva. Un mundo donde el componente de «aventura» sigue siendo enorme. «El que sale al mar sale a la aventura, y en la pesca sigue siendo una aventura. Haces una inversión y sales a ver si los números son favorables y puedes dar de comer a una serie de familias de las que te has hecho cargo», expone Argibay, que reside en A Coruña.

Cuentan que, por ejemplo, en la costera del bonito los percances más habituales tienen que ver con los anzuelos clavados. «Algunos los sacan ellos directamente, pero hay otros que se resisten y te llaman», indica José Luis, avilesino de adopción que vivió en directo la «guerra del bonito» de 1994, cuando boniteros españoles llegaron a apresar al volantero francés La Gabrielle. «Fue un momento de mucha tensión. Los españoles trabajaban con el arte tradicional del curricán y los franceses empezaban a trabajar con redes, con volantas. Hubo problemillas que acabaron con enfrentamientos. Hubo disparos, cócteles molotov, abordajes de barcos... Tuvimos alguna asistencia sanitaria por contusiones, golpes, traumatismos...».

Cambio climático y cupos

Hoy en día, la pesca también vive momentos de cambio. «Son tiempos complicados por el cambio climático, por los cupos...», apunta Argibay, que pone un ejemplo: «Cuando empezamos nosotros, por ejemplo, se pescaba bonito hasta finales de septiembre, y en los últimos años se acaba en agosto porque hemos llegado al cupo aunque el bonito sigue saltando en el mar».