Portugal paga con fondos europeos el alojamiento de tripulaciones confinadas a bordo, como la del Adviento Uno

Capitán José Pino

BURELA

El Adviento Uno, confinado con su tripulación a bordo en el puerto de Burela, mientras en Portugal asume el realojamiento el Estado con fondos de la UE, según el capitán de pesca José Pino
El Adviento Uno, confinado con su tripulación a bordo en el puerto de Burela, mientras en Portugal asume el realojamiento el Estado con fondos de la UE, según el capitán de pesca José Pino PEPA LOSADA

23 nov 2020 . Actualizado a las 13:17 h.

Es verdad que cada vez que nos golpea un rebrote de este virus se echa mano de un recurrente «no estábamos preparados para una pandemia de este tipo», y seguramente tienen razón, nueve meses después seguimos sin estar preparados para acometer soluciones. A nadie se le pide remedios milagrosos, pero al menos hay que tener cierto conocimiento para aplicar esos remedios, y la solución seguro que no va en generalizar una actuación basada en un protocolo de obligado cumplimiento.

En el caso del pesquero Adviento Uno se ha puesto de manifiesto un enorme desconocimiento de las unidades de trabajo de la principal industria de A Mariña, la pesca, y se ha jugado además con la ignorancia del lugar de cuarentena: barco y puerto. El Adviento Uno es un barco de diciembre del 2005, con todas las soluciones y comodidades de un centro de trabajo, porque un barco es un lugar de trabajo y como tal debe interpretarse. Desde que se arrían cabos y se sale de marea se opera a bordo en régimen de guardias, esto significa que cuando unos trabajan otros duermen, cuando unos comen otros descansan, es una oficina que trabaja veinticuatro horas hasta su regreso.

La obligación de pasar la cuarentena embarcados es tener un desprecio por el régimen de vida a bordo insólito. Se está obligando a toda una tripulación que ha dado positivo a hacer una vida conjunta que no se lleva a cabo nunca, la carga viral de toda la tripulación en un espacio cerrado se supone de mayor riesgo que la de cada uno aislado en una vivienda, máxime cuando el pueblo posee Casa del Mar o unos cuantos hoteles deseando facturar en período de escasez. Burela además cuenta con su particular idiosincrasia y no es un pueblo al uso, es un pueblo sin territorio donde su vida y su identidad se enmarca en un puerto, el terreno se gana al mar, el puerto es su negocio y su principal avenida. Burela vive en su puerto. En Vilagarcía, donde el buque oceanográfico Miguel de Oliver pasa cuarentena, es un punto aislado en un muelle comercial. En Burela un pesquero lleno de positivos es un riesgo para el pueblo desde el punto de vista de las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud y su transmisión por aerosoles, al menos así nos lo están remarcando.

En septiembre, un buen amigo, armador y patrón de un espadeiro de A Guarda, con toda la tripulación arranchando para salir del puerto portugués de Peniche, se encontró con dos hombres que dieron positivo por covid-19. Se puso automáticamente en funcionamiento el protocolo y esos hombres fueron enviados a un piso puesto por las autoridades y con víveres para una semana, visita del médico dos veces al día y, al cabo de una semana, reposición de víveres. Pero es que, además, el resto de la tripulación negativa fueron invitados a ocupar otras viviendas en régimen a cargo del Estado portugués. La contestación a las preguntas del armador español fue: «Es protocolo obligatorio, financiado por la Comunidad Europea». A la vista de los acontecimientos, aquí debimos desviar esa financiación para los inmigrantes de Canarias alojados con todas las comodidades en hoteles de cuatro estrellas.

Malditas comparaciones.