Burela: negocios cerrados y supermercados a todo ritmo

Andrés Vázquez / s. c. BURELA / LA VOZ

BURELA

XAIME RAMALLAL

Así es el día a día tras las medidas decretadas en A Mariña

07 jul 2020 . Actualizado a las 08:11 h.

Un sentimiento de desconfianza, resignación y responsabilidad reinaba en Burela ayer. «Sentimos casi como que hemos retrocedido en el tiempo, como que estamos de vuelta en la segunda fase de desescalada». Son palabras de quienes más de cerca conocen lo que ocurre: los empleados de la empresa que cada mañana se encargan de limpiar religiosamente las aceras y puntos más concurridos del municipio mariñano, como las puertas de los supermercados o de la residencia de mayores.

«Nuestro trabajo ha vuelto a ser el mismo que hace unos meses y el panorama también: colas en las puertas de los comercios, mascarillas en cada rincón y respeto de las distancias», declara desde lo alto de su vehículo el operario, que nota también, aunque tensa y miedosa, una Burela «más activa, más movida».

No hizo falta buscar mucho para encontrar al servicio de limpieza: la primera estampa, nada más dejar atrás la playa de A Marosa, se compuso a un lado de la carretera con un carro expulsando su líquido y al otro con una trabajadora pulverizando unos contenedores. Junto a ellos, ya avanzando por la avenida principal, de Arcadio Pardiñas, bastantes vecinos y el tráfico habitual, pero negocios cerrados y comercios prácticamente vacíos. La hostelería era con diferencia la peor parada, pues o bien tenía sus puertas clausuradas o bien pocos eran los que las habían traspasado.

«Estamos moi baleiros. Neste bar non poden entrar máis de 18 persoas, pero dende o shock do xoves pasado por aquí non pasa ninguén», se queja Diego, socio propietario del restaurante Témola Negra, próximo al puerto. Y es que fue ese jueves y en ese mismo puerto donde, desde la Xunta, Alberto Núñez Feijoo, situó el origen del brote mariñano de coronavirus, algo que «desatou totalmente os rumores sobre quen pechou, quen continúa aberto, que bar pechou por ter infectados...».

Desde su negocio, Diego afirma haber tenido que poner en redes «non unha, senón dúas veces» que su bar seguía abierto, para espantar los miedos de los vecinos y acabar con la rumorología. Fueron varios los hosteleros, aun así, que decidieron echar el cerrojo, fuera porque tenían algún contagiado en sus filas, por miedo a la enfermedad o, simplemente, porque no cubrían gastos.

No acaban aquí las quejas, ya que «ante esta situación excepcional non se está a tomar ningunha medida excepcional». El alcalde les había dicho a los hosteleros que no iban a estar solos. «Pero estanos cobrando as mesmas taxas, o trato é o mesmo». Diego denuncia que el consistorio les cobra en forma de impuestos 911 euros por la terraza cada seis meses, igual que en condiciones normales. «Intentamos levar os pagos tanto de impostos como a provedores ao día, pero faise imposible; en situacións normais págoche con gusto o que me pidas, pero é que non se pode».

La situación de los bares, que se quedaron congelados en un febrero perpetuo, contrasta con la de los supermercados, que parece que ya están haciendo su agosto. «Pedidos, compras enormes y mucha gente, tanto de aquí como turistas», dice la cajera de un céntrico establecimiento. «Hoy ha sido un no parar, la gente volvió en masa después de una semana floja», concluye la trabajadora volviendo a su puesto, tras tomar unos segundos el aire en la puerta ante la que sigue pasando gente. Uno de los que pasan, vecino de San Cibrao, representa el sentimiento generalizado: «Cinco días de peche de fronteiras non solucionan nada. Xa veremos que pasa despois das eleccións...».