Mariluz Barreiros: «El éxito y los logros de Barreiros no se entenderían sin su origen ourensano»

x. m. r. OURENSE / LA VOZ

BARREIROS

Miguel Villar

La hija del empresario del motor, y presidenta de la fundación que lleva su nombre, presentó un libro infantil sobre su padre

23 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El recuerdo de Eduardo Barreiros (Gundiás, Nogueira de Ramuín, 1919-La Habana, Cuba, 1992) es una constante en la vida de su hija. Presidenta de la fundación que lleva el nombre del emprendedor ourensano que revolucionó el sector del automóvil y que fue reconocido internacionalmente, esta semana Mariluz Barreiros Ramos (Ourense, 1952) presentaba en la ciudad un libro destinado al público infantil para divulgar la figura de su progenitor y los valores inherentes a la misma entre las nuevas generaciones. La cita ourensana fue el pretexto para pasar unos días en la provincia, recorrer la Ribeira Sacra y regresar a los lugares que están vinculados a la memoria familiar: Gundiás y Cerreda, de donde eran originarios sus padres.

—¿Que un nieto suyo firme el cuento sobre su padre es una satisfacción por partida doble?

—Que mi nieto mayor Diego haya sido el narrador del libro infantil Eduardo Barreiros, mi bisabuelo fantástico, ha sido un orgullo para mí, para su hermano, sus primos y sus padres. Desde hace tiempo, mis nietos han visto la película —hasta cuatro y cinco veces— Barreiros, El Henry Ford Español, y les ha calado hondo. ¡Lo consideran un héroe y en su imaginación es como el mayor inventor del mundo! 

—Se refirió en la presentación a la necesidad de divulgar el legado de Barreiros y sus valores.

—Uno de los principales objetivos de nuestra Fundación, que este año cumple 25 años, es difundir la figura del emprendedor para que sirva como ejemplo y estímulo sobre todo a las generaciones más jóvenes, transmitiéndoles y fomentando su espíritu y, además, animándolos a que, aun partiendo de poco, logren realizar grandes cosas. Estamos convencidos de que mi padre es un espejo en el que se pueden mirar muchos jóvenes, mujeres y hombres, para poder llevar a cabo sus sueños de emprendimiento. Los valores que defendió fueron: esfuerzo, fe, tesón, perseverancia, valentía, capacidad para innovar, para asumir riesgos, espíritu audaz y creativo.

—«En Ourense está nuestra esencia» afirmó en el año 2015 cuando recibió el Premio Ourensanía.

—El compromiso y la reivindicación de Ourense han estado, están y estarán siempre presentes. Recibir el premio fue un orgullo y un honor; y más aún por sentir que se premiaba la figura de mi padre. La vida de Eduardo Barreiros y sus logros no se entenderían sin su origen ourensano.

—Ha incidido en más de una ocasión en la faceta social de la empresa Barreiros. ¿Incorporar y potenciar el papel de la mujer o la sensibilidad hacia aspectos como su salud siguen siendo facetas poco conocidas?

—Actualmente se están dando grandes pasos, afortunadamente, para lo que representa en el desarrollo y crecimiento de nuestra sociedad; aunque queda mucho todavía por hacer. Cuando se instaló —también de forma pionera— una clínica en la fábrica, en la que trabajaban más de mil mujeres en los años 60, mi padre contempló un laboratorio de investigación y unas pruebas de prevención del cáncer que incluían mamografías. ¡Me permito recordar que estamos hablando de mediados del siglo XX!

—Celebran los 25 años de la Fundación Barreiros. ¿Qué balance hace?

—Estamos satisfechos de los logros conseguidos, gracias al trabajo y entusiasmo del equipo que forma parte de nuestra Fundación; y gracias a la generosidad, al entusiasmo, y el apoyo de muchos colaboradores que participan en nuestros proyectos. Y, tal vez, hemos estado acertados en los diferentes campos que hemos abordado en lo referente a la automoción ensamblándolo con la cultura, como han sido nuestras conferencias internacionales, nuestras actividades educativas y a través de becas con la U. P. M. y la ONCE, las entregas de nuestros premios bienales a figuras destacadas del mundo de la automoción y nuestras jornadas de emprendimiento.

—¿La conexión familiar fue una de las claves del éxito?

—Mi padre y sus hermanos Valeriano, Graciliano y Celso formaron un gran equipo en el desarrollo y crecimiento de Barreiros. Y mi madre, Dory, fue la columna vertebral de nuestra familia.

«En diez años logró crear toda una industria de la automoción en Cuba»

La presencia del empresario ourensano es una constante en la provincia, donde se mantiene vivo su recuerdo. Cuenta con una calle en la ciudad, en su lugar de nacimiento se instaló hace años un busto, uno de los premios del OUFF lleva su nombre y el futuro Centro de Innovación de Formación Profesional de Galicia, ubicado en la ciudad, se llamará Eduardo Barreiros.

—¿Ourense mantiene el compromiso con la figura y el legado de su padre?

—El equipo de la fundación, mi familia y yo —a título personal— estamos enormemente agradecidos y emocionados por los reconocimientos y los homenajes a mi padre que recibimos continuamente. Y gracias a Chema Álvarez, de Privilege Style, un avión de su compañía lleva su nombre.

—¿Se hace difícil mantener su legado?

—No, porque siempre nos llegan muestras de cariño y admiración hacia su persona y su trabajo. La Fundación Eduardo Barreiros se creó en 1997 para que su vida y su ingente obra no cayeran en el olvido. A lo largo de estos 25 años, estamos muy felices por los logros conseguidos a través de las actividades que llevamos a cabo, aportando nuestro granito de arena en este inmenso mundo de la automoción.

—¿Cree que su padre, de haber vivido más años, lograría repetir el milagro español en Cuba?

—En el contrato de venta a Chrysler se incluía una cláusula por la cual no podía dedicarse a ninguna actividad en el sector automotriz durante cinco año. A finales de los 70 ganó el concurso del gobierno cubano, en competencia con Nissan, y en 1980 empezó con el mismo entusiasmo que lo había hecho en Madrid en 1954 con los vehículos Taíno. A lo largo de diez años había logrado crear toda una industria de automoción en Cuba.

De las castañas de Cerreda a la plaza en el Gundiás natal

Presentar el libro dirigido al público infantil y coordinar un encuentro sobre la figura de su padre fueron las citas que sirvieron a Mariluz Barreiros para pasar unos días en la provincia y mostrar a su familia —viajó con sus hijos y sus nietos— los lugares vinculados a sus orígenes. En la presentación de la obra hizo un alegato a favor de la excelencia de la Ribeira Sacra. Gundiás y Cerreda siguen siendo su referencia, aunque son espacios que ya conoció en las visitas con sus padres, y en el último de los pueblos «estuve con Antonio, que es la persona que lleva lo de las castañas de mi madre, y me alegró muchísimo el cariño que siempre recibo de la gente».

—¿Cuándo se generó el vínculo?

—Mis padres, mi hermano y yo nos trasladamos a Madrid cuando tenía pocos meses. Sería años después, cuando visitamos a los parientes de mi padre en Gundiás y a los de mi madre en Cerreda, cuando se inició mi relación con la tierra. Uno de mis mejores recuerdos ha sido años más tarde, cuando vine a Ourense con Hugh Thomas con la intención de que se decidiera a escribir la biografía de mi padre conociendo sus orígenes y los de mi madre en las aldeas donde nacieron en la Ribeira Sacra. Hugh Thomas quedó cautivado por la belleza de sus paisajes —comentando «¡Esto es más bonito que el Rin!»— y enamorado de la cordialidad y afabilidad de sus gentes.

—Aunque el tiempo juega en contra de la memoria, en Gundiás se mantiene en el recuerdo la referencia del vecino triunfador del pueblo que llevó la carretera, se preocupó de que contaran con tendido eléctrico y regaló radios y tractores —uno aún se conserva— para que araran las tierras. ¿La inauguración de su monumento en el año 2000 fue especial?

—Mi padre era un hombre sencillo, con una enorme humanidad y un gran corazón, que siempre fue generoso. Tanto en los afectos como en lo material. Poder estar allí, inaugurando la Plaza Eduardo Barreiros, fue algo muy emotivo para mí.

—¿Las responsabilidades le dejaban compatibilizar?

—Como padre era extraordinario. Nunca sentimos su ausencia. Sabíamos que estaba ahí siempre; visitábamos con frecuencia la fábrica de Barreiros Diésel para verlo. Era enormemente cariñoso y sencillo. Los ratos más felices eran en familia, en torno a un cocido gallego.

«En diez años logró crear toda una industria de la automoción en Cuba»

La presencia del empresario ourensano es una constante en la provincia, donde se mantiene vivo su recuerdo. Cuenta con una calle en la ciudad, en su lugar de nacimiento se instaló hace años un busto, uno de los premios del OUFF lleva su nombre y el futuro Centro de Innovación de Formación Profesional de Galicia, ubicado en la ciudad, se llamará Eduardo Barreiros.

—¿Ourense mantiene el compromiso con la figura y el legado de su padre?

—El equipo de la fundación, mi familia y yo —a título personal— estamos enormemente agradecidos y emocionados por los reconocimientos y los homenajes a mi padre que recibimos continuamente. Y gracias a Chema Álvarez, de Privilege Style, un avión de su compañía lleva su nombre.

—¿Se hace difícil mantener su legado?

—No, porque siempre nos llegan muestras de cariño y admiración hacia su persona y su trabajo. La Fundación Eduardo Barreiros se creó en 1997 para que su vida y su ingente obra no cayeran en el olvido. A lo largo de estos 25 años, estamos muy felices por los logros conseguidos a través de las actividades que llevamos a cabo, aportando nuestro granito de arena en este inmenso mundo de la automoción.

—¿Cree que su padre, de haber vivido más años, lograría repetir el milagro español en Cuba?

—En el contrato de venta a Chrysler se incluía una cláusula por la cual no podía dedicarse a ninguna actividad en el sector automotriz durante cinco año. A finales de los 70 ganó el concurso del gobierno cubano, en competencia con Nissan, y en 1980 empezó con el mismo entusiasmo que lo había hecho en Madrid en 1954 con los vehículos Taíno. A lo largo de diez años había logrado crear toda una industria de automoción en Cuba.

Quién soy:

«Prefiero no definirme a mí misma sino que sean los me rodean quienes lo hagan».