María Loureiro, catedrática de Economía, experta en el Prestige: «Debemos mucho a los voluntarios»

A PONTENOVA

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Recién ingresada en la Real Academia Galega de Ciencias, asegura que tuvo que luchar y no poco para poder trabajar en Galicia cuando le sobraban empleos en Estados Unidos

11 nov 2022 . Actualizado a las 10:23 h.

Se diría que María Loureiro (A Pontenova, 1972), es una mujer feliz. Pieza clave en la reclamación de los daños causados por el Prestige, acaba de ingresar en la Academia Galega de Ciencias, tal vez como un reconocimiento a aquel trabajo descomunal. Alegre y cordial, me atiende en medio de la vorágine.

—Son días llenos de excitación.

—Pues sí. Son días más apurados de lo habitual en términos de cobertura mediática, sobre todo. Lo estoy viviendo también desde el recuerdo, la emoción. Y es una fase muy interesante, por los recuerdos, pero también por lo que está pasando. El acceso a la Academia y todo lo demás.

—¿Recuerda dónde estaba el día del desastre?

—Perfectamente. Estaba en la Universidad Carlos III de Madrid y me disponía a ir a comer a un comedor de profesores. Allí vi en televisión las imágenes del petrolero; decían que no sabían qué hacer con él. Y un compañero me dijo: «A ver qué hacéis los gallegos con el barquito». En ese momento ya intuía que algo malísimo iba a suceder.

—¿Llegó a recoger chapapote?

—No como voluntaria porque vivía en Madrid y tenía mucha carga docente. Pero sí que llegué a las zonas afectadas y me ofrecí a Protección Civil por si necesitaban algún tipo de estudio o apoyo académico. Pero no me llamaron.

—En aquel momento parecía que era imposible que se limpiara del todo aquello. Pero ahora se ve limpio.

—Tuvimos mucha suerte con el apoyo voluntario y social que recibimos. Sin los voluntarios hubiera sido otra historia totalmente distinta, la costa hubiera tardado muchos más años en recuperarse, así que tenemos que estar infinitamente agradecidos y reconocer el esfuerzo de tanta gente que vino a limpiar. Debemos mucho a los voluntarios. Y, aunque ahora se ve todo muy limpio, no sabemos cuánto hemos perdido en biodiversidad, por ejemplo. Estoy contenta con cómo ha quedado todo, pero hay que guardar alguna reserva, tenemos que cuidarlo.

—La valoración de los daños que hizo para el juicio... fue el trabajo de su vida.

—Desde luego, uno de ellos. Fue un trabajo muy especial porque engloba otros trabajos y proyectos que hice. Y estoy muy agradecida de haber podido contribuir con este trabajo al desarrollo posterior y tratar de vislumbrar los efectos más importantes de la catástrofe.

—La labor de limpieza fue, desde luego, más completa que el resarcimiento económico.

—Ya lo creo. Eso sí que es muy preocupante. El resarcimiento ha sido mínimo. Han sido 180 millones de euros pese a que la catástrofe provocó daños por más de 4.400 millones de euros.

—Siempre nos preguntamos si podría haber otra catástrofe igual o si ya nos hemos protegido frente a esa posibilidad.

—Creo que nadie puede contestar a eso, porque tenemos mucho tráfico marítimo. Ha habido muchos cambios en legislación, señalización, protocolos de emergencias... pero nunca podremos decir que estamos a salvo de otro Prestige. Hay que tener mucha cautela. La posibilidad de que ocurra es menor pero, si ocurre, sería igual de malo que lo que ocurrió.

—Estos días está la cumbre del clima en pleno auge, con perspectivas poco halagüeñas.

—Estoy especialmente preocupada con ese tema. Y no solo yo. Instituciones tan conservadoras como el Fondo Monetario Internacional también lo están. Tenemos que hacer algo ya. El FMI apunta a la necesidad urgente de usar más energías renovables, cambiar el sistema energético, porque en los últimos años hemos estado procrastinando con este asunto. Es muy preocupante.

—Estudió y trabajó en Estados Unidos. ¿No tuvo la tentación de quedarse?

—Al contrario, yo tuve que luchar para volver. Era profesora en la Colorado State University y tuve muchas ofertas de trabajo para quedarme, pero tuve que luchar para volver al sistema universitario español pese a que allí, las condiciones de trabajo eran espectaculares. Yo quería trabajar en Galicia y fue muy dificultoso conseguirlo. Quería volver por mi conexión emocional, pero yo, que había estudiado con dinero público, también sentía la necesidad de devolver un poco de lo que la sociedad me había dado a mí.

Pilar Canicoba

—¿Celta o Dépor?

—Pues aquí tengo el corazón partido... pero si me empuja digo Celta.

—Defínase a sí misma con muy pocas palabras.

—Trato de ser discreta con mi privacidad y con la de los otros. Y trabajadora.

—Cuando dispone de tiempo, ¿qué hace?

—Leer y cocinar. Y viajar, pero cada vez menos, por el tema climático.

—En la cocina, cuando quiere agradar a alguien ¿qué le prepara?

—Unos entrantes agradables, un pescado y un postre de chocolate.

—¿Sabría hacer una empanada?

—Sí, sí. Aprendí con mi madre.

—¿Cuál es el mejor momento del día?

—Cuando desayunamos los tres juntos, mi pequeña familia. Ese es un gran momento.

—¿De qué se arrepiente?

—Quizás de no haber sido más valiente en determinados momentos de mi vida y no haber dado pasos más grandes que tal vez podría haber dado.

—De pequeña, ¿qué quería ser de mayor?

—Inicialmente, periodista. Luego pensé en la Filología clásica, pero cambié a Economía.

—Si la nombraran presidenta de España, ¿cuál sería el primer decreto que firmaría?

—Un decreto climático de urgencia, de reducción de emisiones ya.

—Una canción.

—Cualquiera de Luz Casal.

—¿Lo más importante en la vida?

—El apoyo incondicional de tu familia.