Atascos para ahorrar un céntimo en el litro de combustible

J.A.

A MARIÑA

J.A.

19 ago 2024 . Actualizado a las 13:43 h.

Los comportamientos de rebaño que a veces nos caracterizan no dejan de sorprender. Actuamos por inercia, por instinto y por experiencia, lo que si bien nos han llevado a la cúspide de la cadena evolutiva está lejos de la infalibilidad. Así, cuando circulamos por carretera y un retortijón en el estómago nos da la hora, al descubrir un buen número de camioneros aparcados junto a un restaurante resolvemos: allí se come bien, aunque no tengamos ninguna garantía de ello.

Este sábado me sorprendió un mensaje en wasap con el emoticono llorando de risa: "Non vaias a Mercadona. Xa non queda nada". Huérfanas de playa, en otro hábito adquirido, centenares, miles de personas se refugiaron de la lluvia acudiendo en masa a la zona de Vilar de Ribadeo, al híper de Eroski, Decathlon, Lild, Mercal, Mercadona ... generándose los inevitables atascos de tráfico. Uno de los puntos críticos fue el cruce de la gasolinera de Petroprix, que en su haber, y fruto de la feroz competencia con la vecina gasolinera de Eroski, tiene el haber sido en algunos momentos el punto de reportaje más económico en toda España. Las colas que se crearon el sábado por momentos fueron considerables. El sábado en Petroprix Ribadeo el diésel se vendió a 1,389 euros el litro y la gasolina a 1,499. Pacientemente los conductores se detenían y esperaban y esperaban aproximando sus coches cual lagartijas para surtirse (Petroprix opera mediante autoservicio, aunque puntualmente tiene un operario colaborando con los clientes). Justo al lado, a apenas cien metros, la gasolinera de Eroski parecía un erial, con apenas un goteo de automóviles que se abastecían con perfecta fluidez. El precio de combustible de Eroski, que como el de Petroprix lucía en aparatosos carteles luminosos en su competición de pavos reales para tentar clientes, era un céntimo más caro el litro de diésel y el mismo en la gasolina. Llegué a aquel páramo, surtí y al ir a pagar le comenté al cajero apuntando a la cola que seguía creciendo en Petroprix. ¿Cómo se explica? ¿Por un céntimo? Y él, bien instruido, se limitó a encogerse de hombros y sonreír. Observé pasmado cómo 40 céntimos ahorrados en 40 litros de combustible merecían el civismo de soportar un atasco que, de ser en otro lugar y circunstancias, quizás provocaría furibundos denuestos y bocinazos.

Que ya asoma septiembre y hay que echar cuentas. Somos seres de costumbres. Es lo que hay.