Operarios de 1980: «Era la única planta de alúmina de Europa y teníamos mucha ilusión en sacarla adelante»

A MARIÑA

Factoría de alúmina, en 2000
Factoría de alúmina, en 2000 X. RAMALLAL

Más de 300 integrantes de la primera plantilla de la refinería de San Cibrao se reunirán el 6 de mayo

09 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Recuerda José Ramón Infanzón, director de la planta de alúmina de San Cibrao desde 1987 hasta 1992, que cuando un digestor que se transportaba para la fábrica cayó en Burela y se fue con su peso contra la vía del Feve, los trabajadores sintieron «como si enfermara un hijo», tal era la implicación que tenía el personal en el desarrollo del complejo industrial. Esta, y otras anécdotas, se recordarán el 6 de mayo, cuando más de 300 operarios de la primera plantilla de la refinería, la que inauguró la factoría en 1980, se reunirán en la Praza dos Campos.

«Iremos trabajadores del año 80. La idea era celebrar en 2020 los 40 años de la planta, pero vino la pandemia. El departamento en el que empecé, Filtración, hace reuniones anuales, y pensamos en ampliarlo para tener una ocasión de vernos, charlar y recordar pequeñas batallas», explica Infanzón.

Otros trabajadores jubilados -Hilda, Flor, «Pepete», Joaquín, Anes, Zoilio, José Manuel, Eugenia o Corbelle- se encargan, departamento por departamento, de organizar el encuentro. A las 12.00 horas será la bienvenida, en una carpa instalada en la Praza dos Campos. Un grupo de gaiteros y acordeonistas de A Mariña animará el aperitivo. Habrá un breve discurso y a las 14.30 horas servirá la comida O Noso Lar.

Los interesados en participar deben ingresar -como muy tarde el 15 de abril- 45 euros en la cuenta bancaria del restaurante (ES 89 2080 0160 4530 4001 2593), en concepto de la comida y gastos en animación y regalos.

Infanzón cuenta que se incorporó al proyecto de Alúmina-Aluminio en 1976. Levantar el complejo «fue un tiempo muy productivo, intenso y emocionante, y duro también», añade.

Sacar adelante la única planta de alúmina de Europa fue una travesía, recuerda. «Nos formamos en Jamaica, Canadá, Australia, Estados Unidos... Era un reto, ya que no había experiencia. Partíamos de cero y había que supervisar el montaje: hacíamos pruebas con agua que muchas veces funcionaban y otras muchas no. Te ibas a casa a las doce de la noche y a las tres de la mañana te llamaban para decirte que había que volver porque algo fallaba», relata Infanzón.

De esas jornadas maratonianas surgió «una piña. Había un espíritu verdadero de equipo. Trabajábamos como fieras. Hubo incidentes desagradables, como quemaduras por la sosa cáustica. Fue algo muy exigente y destacaría que todos, con el apoyo de la dirección general y de los técnicos de Alcan, pusimos muchas ganas en ese desafío», manifiesta.

Infanzón recuerda también «la emoción» de aquella primera alúmina fabricada en San Cibrao. «Seguíamos todo el proceso. Al principio no era perfecta, salía rojiza cuando es blanca, y tuvimos que trabajar mucho para optimizarla. La obtención del resultado adecuado se alargaba porque es un proceso complejo y los directivos de Aluminio tuvieron que tener una cierta paciencia. Cuando nos dijeron que en un mes tendríamos que abastecer a la fábrica hermana, hubo mucha motivación pero también mucha presión», rememora. «Teníamos la fuerza que te da el saber que estás involucrado en algo importante», añade.

Tal era la magnitud del complejo que 9.000 personas trabajaban en su construcción. «Ir de Viveiro a San Cibrao era un numerito. Era raro que no pinchase alguno cada día. Y buscar vivienda era casi imposible», concreta.

Una grúa de la Agrupación de Puertos, que estaba construyendo la fábrica, se encargó de levantar el digestor caído. Se hizo una póliza de seguros por un millón de euros la prima. Fue uno de los momentos difíciles del complejo industrial, sobre el que a día de hoy planean nubarrones, con la refinería al 50 % y la electrolisis parada. «Seguimos el tema con inquietud, sentimos la fábrica como nuestra. Pero la aprobación de la inversión que acaba de comunicar Alcoa me da esperanza», argumenta Infanzón.