La adolescencia es un período de transición entre la infancia y la edad adulta que implica cambios biológicos, sociales y psicológicos. Una tarea crucial en esos años es desarrollar un claro sentido de uno mismo, una identidad que se conforma mediante el autoconcepto.
Uno de los problemas de la adolescencia es la falta de autoconcepto vinculado a las redes sociales. En ellas, todo es parecer, nadie tiene un mal momento, todo es bello y perfecto... De poco sirve que nos digan “eres tan guapa como Naomí Campbell y puedes desfilar en Cibeles” si no lo soy. Por eso debemos tener cuidado con expresiones del tipo “tú puedes”, “adelante”, “eres la mejor”... Hay que trabajar nuestras emociones desde el Autoconcepto y no desde la Autoestima. Lo primero es darse la oportunidad de conocerse, de saber cuáles son nuestras habilidades y cuál es nuestra fuerza.
La especie humana ha crecido y evolucionado gracias a experimentar todas las emociones: el asco nos protegió de comer carne en mal estado; el miedo, de no tocar una serpiente venenosa; etc.... Son respuestas adaptativas y químicas que necesitamos para sobrevivir. Hoy se nos controla con la felicidad, que está anclada en la alegría y procede de la dopamina, muy adictiva. Pero para el aprendizaje busquemos la acetilcolina, desde la curiosidad, y anclemos aquí el vínculo con los demás, en la admiración. Si nuestros hijos no viven todas las plataformas emocionales, correremos muchos riesgos porque, si no están tristes cuando pierden a un ser querido, serían psicópatas; o si no se enfadan cuando alguien les falta al respeto, serían vulnerables de maltrato...
Se nos dice qué es susceptible de ser expresado en público y qué no. Se establece una clasificación de las emociones en buenas o malas. En ese caso, ¿las malas no deberíamos sentirlas?. A veces se dice “este niño es un encanto, no se enfada nunca”. Si eso es así, ese niño evolucionará poco. Otra cosa es cómo gestiona su enfado... Pero, ¡claro que hay que enfadarse!
La clave, pues, es conocernos para saber cuál es nuestra reacción fisiológica, cognitiva y física ante cualquier vivencia emocional y poder, de ese modo, fortalecer nuestro Autoconcepto. Y, a partir de ahí, saber cuáles son las estrategias necesarias para utilizar las emociones en nuestro propio beneficio para interaccionar con el mundo emocional del otro de una manera adaptativa y eficaz.
* Alicia Lage Neira, gerente de la clínica Sinapsis de Burela. Psicología y Logopedia.