Una escultura recuerda a las 2.140 personas recluidas en el campo de concentración de Arnao

La Voz RIBADEO / LA VOZ

A MARIÑA

En Figueras, frente a la ría ribadense, estuvo operativo entre 1938 y 1943

10 feb 2023 . Actualizado a las 20:33 h.

Esta semana fue inaugurada en Arnao, en Figueras, a un paso de la ría ribadense, en el espacio que ocupó entre los años 1938 y 1943 un campo de concentración, una escultura que recuerda a las 2.140 personas que fueron recluidas en el lugar. «Quiero que mis palabras sean precisamente de recuerdo para ellas, para sus descendientes, para sus familiares, sus amigos, sus compañeros de lucha, para quienes de alguna manera fueron víctimas del horror, la tragedia, los abusos y las injusticias que se cometieron en este lugar, y que los demócratas hemos recuperado y significado como espacio público para la memoria», manifestó la consejera de Presidencia del Principado, Rita Camblor, en el acto inaugural.

La representante del Gobierno asturiano señaló que el acto «tan sencillo como necesario tiene un sentido muy especial: el de significarlo como un lugar para el recuerdo, el homenaje, el respeto, la solidaridad, la admiración, y la memoria».

Con un coste de 39.600 euros, la escultura de acero cortén, de 2,5 metros de alto, 1,5 de ancho y dos de profundidad, es obra del artista asturiano Carlos García y representa las siluetas de una mujer y una niña de perfil, cogidas de la mano, tras unos barrotes. La creación incluye alusiones a algunos de los elementos más comunes de los campos de concentración, como los muros, los registros de presidiarios y el encierro.

La explanada donde se alzaban los barracones es actualmente un área recreativa, próxima a un campo de tiro y a un club aeronáutico, en la que un monolito ya recordaba la existencia del campo. La intención del Gobierno del Principado es «dignificar todo el espacio y reconocerlo como lugar de la memoria».

Alambradas para separar y barracones para 300 prisioneros

El campo de concentración de Arnao fue uno de los que más tiempo estuvo en funcionamiento durante la represión franquista que siguió a la caída del frente Norte y al final de la Guerra Civil. Albergó tanto a prisioneros de la contienda como a mujeres y niños, separados de los primeros a través de una alambrada. En este espacio, las fuerzas de guarnición desempeñaban también labores de vigilancia y defensa de la costa en un lugar estratégico como la ría.

Los prisioneros fueron obligados a construir tres barracones de madera para cerca de 300 personas, en cuyo interior se instalaron literas de tres pisos, para cien personas por galpón. Cada barracón medía 32 metros de largo por 10,70 de ancho y todos estaban pintados de color gris oscuro. Entre ellos había una caseta, también de madera, así como un subterráneo destinado a almacén de víveres.

Más tarde se construyó otra nave para albergar a las fuerzas de guarnición y fuera de ese conjunto se ubicó otro barracón dedicado a enfermería, con capacidad para 27 camas. Además, había una casa que se utilizaba como oficina administrativa y vivienda de oficiales, así como una garita de guardia, una fuente de agua potable y, posteriormente, otro inmueble destinado a cocinas.