
"Oh, Capitán, mi Capitán", es un poema y el fondo ideológico para una gran película, "El club de los poetas muertos". Se trata de recurrir a la poesía para darle sentido a la vida. En este caso que me ocupa es un libro que da sentido a toda una historia de mar, a sus hombres, barcos y actividades pesqueras en nuestra madre la mar.
"Tarrafas, un arte". Aplaudo la elección del título. Los que somos de la costa Cantábrica consideramos arte o ciencia la pesca. Esa vieja actividad humana de la que ahora pontifican seres endomingados desde Bruselas con olor a perfumes caros de marcas bien publicitadas. Nuestros héroes, los que describe como tripulantes de tarrafas mi amigo Andrés Díaz Ferro, "Rubito o Nacho", olían a salitre.
Es un catálogo completo que aporta pruebas de la épica pesquera en nuestra vieja Britonia, desde Celeiro-Viveiro hasta Foz. Desgrana a los componentes de estirpes que dieron gloria y leyendas para nuestras parroquias portuarias. Casi sin querer nos enseña o recuerda lo que hubo detrás o delante de cada campaña-costera marítimo pesquera.
La vida de los barcos con su nacimiento en las carpinterías, la fiesta de sus botaduras, las singladuras, las tripulaciones, la vida y el orden jerarquizado a bordo. Los repartos de los beneficios que dio la mar. Las herencias cuando el armador marchaba al infinito.
Comienza enseñando de forma simple para el desconocedor de ese mundo, que comenzaba muy temprano con la categoría de muchacho para todo, como eran las artes marinas y como eran usadas en las faenas mientras el barco maniobraba entre las directrices de los patrones de costa y pesca.
Auténticos lobos de mar pero a la gallega-mariñana. Y como la llegada a puerto pesquero con rula se convertía en una fiesta que comenzaba con la descarga y culminaba con la subasta y envío del producto a las conserveras.
La flota está representada mediante unas imágenes fotográficas de gran calidad y produce en su repaso esa nostalgia tan nuestra que comprende tres elementos: mar, gentes, barcos. Como se celebraban las patronales.
Cómo eran aquellos boteros. Cómo era la fraseología entre muelle y cubierta, pasando por la cantina. Como se evitaba darlle o cú al Ecce Homo. Cómo estaba claro que "alirón, alirón, o que non vai ó mar non cobra quiñón". La presencia necesaria de las cofradías y pósitos, auténticas asociaciones perfectamente reguladas y jerarquizadas. Y todas esas especies marinas cuya captura y posterior venta hicieron cambiar la fisonomía de nuestros pueblos mucho antes de que llegaran las chimeneas alumineras.
El autor es un capitán de pesca y de la marina mercante. Un hombre de mar. El Práctico para Burela, Celeiro y Cariño, incluso para Alcoa. Un experto navegante. Un gallego al que gusta que su país sea libre, sin dependencias, con su idioma y exigiendo el respeto que nuestro patrimonio histórico, artístico, laboral y ecológico se merece. En eso consisten nuestros derechos históricos como viejo pueblo que limita con Inglaterra mar por medio.
Querido Andrés, tu padre estaría orgulloso como tú lo estas de tu hijo Jorge el actual Práctico...Mientras ejerces como abuelo y amigo.