Juan Orol, actor y director oriundo de O Valadouro, un gallego en el cine cubano

Martín Fernández

A MARIÑA

Juan Orol
Juan Orol ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

Gángsteres, melodrama, 56 películas y 5 esposas espectaculares

14 nov 2022 . Actualizado a las 20:28 h.

Cuba y Galicia también están hermanadas por el cine. Desde el llamado cine de correspondencia con el que gallegos de uno y otro lado se intercambiaban escenas cotidianas de su vida, hasta el celuloide de emigrados y exiliados, pasando por películas actuales como Gallego, Siempre Habana o Maimiño. Pero, sobre todo, emigrantes gallegos como Juan Orol (O Valadouro-Lalín), Minín Bujones y Charito Sirgo (Ferrol), Obdulia Breijo (Cedeira) o Mercedes Mariño (Monforte) son, entre otros, inexcusables referencias del cine y los sueños en tecnicolor de gallegos y cubanos.

No puede hablarse de los primeros años del cine de Cuba sin un personaje tan singular y carismático como Juan Orol. Nació en Santiso (Lalín) el 30 de julio de 1893 y fue bautizado como Juan García García, hijo ilegítimo de Ramona García y de “padre incógnito”. En realidad, el padre era Juan Orol Maseda, de Santa Cruz (O Valadouro), un hombre que fue teniente en las guerras de Cuba. Después de procrearlo, se casó en Ferreira con Consuelo Balseiro Moscoso, de Budián, con la que regentó una tienda de ultramarinos y tuvo 16 hijos: José Manuel, notario; Celsa, Prudencio, Amelia, Horacia, María, Pilar, Raimundo, Alfonso, Arturo y otros, todos medios hermanos del cineasta. 

A La Habana con 12 años

El niño se crió con los abuelos maternos pues su madre ?llamada A Bufa- nunca le prestó mucha atención. El padre le remitía dinero pero, años después, supo que no siempre le llegaba… A los 12 años el chaval fue embarcado en el puerto de Ferrol para La Habana, donde fue acogido por Carmen Fondevila, una emigrante de Lalín en Cuba. Era inquieto y antes de cumplir los 17 marchó a Veracruz, en plena revolución mexicana. Lo acogió un comerciante pero en 1915, con 22 años, ya estaba de vuelta en La Habana, donde ejerció los más variopintos oficios: mecánico, piloto de coches, torero, boxeador… No lograba salir de las dificultades, de la supervivencia, y probó como actor. No tuvo éxito pero hizo amigos y se introdujo en el mundillo…

Era un devoto del naciente cine negro y de actores como Edward G. Robinson, James Cagney o Bogart. Y viajó a Hollywood. Al regresar, en 1933, trabajó como publicista en una empresa de radio mexicana y como extra en alguna película. Tenía 40 años, quería asentarse y compró un terreno en el barrio de Portales (México). Vio grandes posibilidades en el cine, vendió cuanto tenía y fundó su propia productora Aspa Filmes (años después tendría en Cuba Caribe Films y en España Sono Films) en la que contrató a Ramón Peón, un referente del cine cubano, y rodó su primera película, Sagrario, de gran éxito comercial. Fracasó con la segunda, Mujeres sin alma. Pero con la tercera -Madre querida, de 1935- se convirtió en un fenómeno del cine popular de la América hispana y en el padre de las telenovelas y el melodrama, de las películas de gánsteres y charros y del cine mexicano y del cubano.

Gángsteres, melodrama, 56 películas y 5 esposas espectaculares

Juan Orol rodó 56 filmes en México, Cuba, Puerto Rico, EE.UU. y España. En general, sus películas mezclan una situación social con erotismo y amores ilícitos para acabar con una moraleja sobre el drama planteado. Todas tienen un sello propio, un estilo y unos temas que se repiten: el trópico, rumberas, paisajes exóticos, cabarés, gánsteres, mujeres bellas con una principal que solía ser su esposa... En todas participó, de algún modo, el propio Orol: como director, productor, guionista, actor o gerente.

Ocho de sus cintas son producciones o coproducciones con Cuba. La primera, Siboney (1940), poco después de comenzar el cine sonoro en la isla, con música de Ernesto Lecuona y Rodrigo Prats, y escenarios naturales como el Centro Gallego. En ella debutó su segunda musa-esposa, María Antonieta Pons (la primera había sido Amparo Moreno - hermana de Consuelo, su primera musa- con la que tuvo su único hijo en México). La segunda cinta fue Embrujo antillano (1945). La tercera, El amor de mi bohío (1946). La cuarta, Sandra, la mujer de fuego (1953) con Rosa Carmina, su tercera esposa. La quinta, El sindicato del crimen (1954). La sexta, La mesera del café del puerto (1955). La séptima, El farol en la ventana (1957) y la octava, Tahimi, la hija del pescador, con Armando Calvo, Fela Jar, oriunda de Lalín, y su cuarta esposa, Mary Esquivel (la quinta fue Dinorah Judith).

Entre las 100 mejores de México

Su película más representativa fue Gángsters contra charros, realizada en México en 1947. Es considerada entre las 100 mejores del cine mexicano de siempre. A pesar de ello, Orol no tuvo buenas críticas. Él mismo decía: “Yo hago cine para ganar dinero y no me preocupan nada los aspectos técnicos”. Rodó hasta 1980 ?la última fue Ni modo, así somos- y murió en México en 1988. Juan Orol visitó tres veces Ferreira: en 1952, cuando se fotografió con sus hermanos y parientes; en 1955, acompañado por su único hijo, Arnoldo Orol Moreno, que murió poco después; y en 1960, en casa de su hermana Celsa con su última esposa, Dinorah Judith.

La Sevillanita era Obdulia Breijo, oriunda de Cedeira, donde volvió a finales de los 90

En los años 50 y 60, con el triunfo del estilo musical denominado feeling, surgió en Cuba una pléyade de cantantes femeninas de gran éxito. Destacaron, entre otras, Olga Guillot, Elena Burke, Omara Portuondo, Gina León, La Lupe y… La Sevillanita. A pesar de tan rumboso nombre, La Sevillanita se llamaba, en realidad, Obdulia Breijo Bamio y era oriunda de Cedeira (A Coruña), hija de José y Vicenta, emigrantes de Carracedo, parroquia de Montoxo, que regentaban una tintorería en La Habana. Ella nació en el barrio de El Cerro, en 1933 y, desde muy joven, empezó a recibir clases de canto y baile en la Agrupación Artística Gallega.

Muy joven aún participó en concursos de canto que celebraban las distintas emisoras de radio de la capital (CMQ Radio) y de ellos dio el salto a los teatros de Cuba y América como cantante seguidora de Lola Flores o Imperio Argentina y con un repertorio de canción española, casi exclusivamente.

La Sevillanita llegó a ser la primera estrella en cabarets de la Playa de Mariano, como el La Pampa y otros, y a actuar en películas y filmes musicales cubanos. Era la época dorada de solistas femeninas, como las citadas, de grupos de mujeres, como las Hermanas Benítez, las D’Aida o las Hermanas Valdivia, o de cuartetos mixtos, como Los Rivero o los D’Henríquez.

A finales de los años 90, cuando tenía 62 años, La Sevillanita regresó a Montoxo (Cedeira) para conocer la tierra de sus padres y de sus antepasados. Decía cumplir una promesa que había hecho a sus progenitores que, casi niños, habían emigrado a Cuba y nunca habían podido regresar a su lugar de origen.

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