Nicolás Fernández, escritor veigueño que vino de Toledo a vivir a Cervo: «Aquí encontré mi lugar en el mundo»

y. garcia CERVO/LA VOZ

A MARIÑA

XAIME RAMALLAL

«Esto es un sanatorio espiritual», dice tras mudar residencia a A Mariña en octubre de 2020 y vender su casa de toda la vida a unos irlandeses

19 ene 2022 . Actualizado a las 22:21 h.

Tras una conversación telefónica de casi 40 minutos con la voz de la cartera, que le trae un libro de su hermana, y los ladridos de su querido perro Rufo de sonido ambiental, resulta una entrevista al escritor Nicolás Fernández Suárez del Otero (Vegadeo, 1948) a la que es difícil aplicar las ‘tijeras'. Sería aprovechable de principio a fin, pues prácticamente lanza en ella varias reflexiones personales o mundanas del presente que nos ocupa. El pasado mes de noviembre, además de cumplir los 73, presentaba en su tierra natal en el Occidente astur la obra Aguafuerte en gris. De la mano de la viveirense Lar Libros, editorial que elogia. «¿Me puedes tratar de tú si no te importa? Soy un viejo venerable pero toda la vida viví entre jóvenes», dice nada más comenzar.

—Me gustaría publicar esa frase.

—¡Cómo no! No tengo ningún tipo de autocensura ni censuro a nadie. Lo que digo, lo siento...

—¿Cómo llega a A Mariña?

—Mi peripecia para venirme aquí fue una cosa... para mí fuera de control. Surgió y fluyó la vida. De pronto, pasé de estar en Toledo donde llevaba 50 años prácticamente trabajando como profesor de Secundaria, después ya jubilado, en un chalecito con una parcela, mis perros, mis árboles, mis historias, mis hijos ya por el mundo y yo viviendo solo... Hasta que un día, aparecieron unos irlandeses que se enamoraron de mi casa y me preguntaron si la vendía. En tres meses, fui regalando a bibliotecas de la zona mis casi 800 libros, dejé la casa (presuntamente me venía con lo puesto y mis recuerdos) y me compré un piso por Internet en Río Covo [sonríe]. Mis compañeros y colegas de mi edad me dijeron: ‘Estás loco, es un salto mortal sin red'. Y como ya no es el primero en mi vida...

«Unos irlandeses se enamoraron de mi casa en Toledo y me compré un piso por Internet en Río Covo»

—¿Tuvo que ver la pandemia?

—Fue todo por una afortunadísima casualidad. ¡Estoy feliz! Aquí encontré mi lugar en el mundo. Aunque creo más en la causalidad; encontré gente amable, hospitalaria, sencilla, acogedora... ¡Y del paisaje, que voy a contar! Me voy a dar un paseo con Rufo por los montes o las playas, y es que esto es un sanatorio espiritual.

—Nació al otro lado del Eo.

—Hace 73 años. En un momento determinado, me fui a Oviedo para poder continuar mis estudios, con becas y esfuerzos importantes porque en aquellos tiempos era complicado. Hice el preuniversitario; a todo esto ya trabajando desde los 15 años. Cuando podía, venía de vacaciones a Castropol, un sitio que me fascina y... ¡Jamás se me olvidó el castrapo de mi infancia, adolescencia y primera mocedad! Antes, estaba mal visto hablarlo.

—Pues aún está muy fresco el último debate del gallego-asturiano, eonaviego, fala...

—Vamos a entrar en la ceremonia del disparate como sigamos por este camino, desde mi punto de vista, porque ahora mismo están tratando de darle un carácter, digamos ‘académico' entre comillas, al bable. Convertir el bable en un lenguaje normativo es una obra de ingeniería lingüística, lo mires por donde lo mires. Lo defiendo en mi última novela, Aguafuerte en gris, e imagino que ha habido debates en ese sentido. Había un catedrático de Topografía en el siglo XIX en la Universidad de Santiago, un hombre cultísimo, que defendía, pero con argumentos difícilmente refutables, que no se trata de trazar una raya y decir ‘hasta aquí' llega Galicia y ‘hasta aquí' Asturias. ¿Hasta dónde siguen etnográficamente, antropológicamente, gastronómicamente, etcétera... y todos los ‘mentes' que quieras? Él decía que realmente, desde el punto de vista de la antropología en general, la ‘frontera' con Asturias debería comenzar a partir de la ría de Navia hacia Luarca porque antes el castrapo de Vegadeo no era lo mismo que el castrapo de Coaña o La Caridad... Soy galaico-astur o astur-galaico.

—Docencia, periodismo y literatura las tres patas de «su banco». ¿Con cuál se quedaría?

—Yo estuve enamorado de mi profesión de enseñante, tuve la fortuna de trabajar en algo que me fascinó desde el principio, la educación, la enseñanza y las humanidades. Ahora, con lo que llevo viviendo, en la última década se me va desinflando el globo, no reconozco el mundo en el que vivo. No lo reconozco. Me parece un lugar ajeno... No sé si es una alucinación colectiva.

—«Es el sistema», se dice.

—El sistema también somos nosotros. Yo tengo adoración por el papel. Compro el periódico. Como digo yo, entre comillas, toda esta ‘zarapallada informática cibernético-bailable' nos está conduciendo a una robotización colectiva. Ahora mismo, para poder hacer una operación en el banco, primero tengo que pedir hora, segundo me tienen que dar hora y luego me dicen ‘mire, la aplicación del móvil'. Y digo: ‘mire, si hace dos días me comunicaba con señales de humo... ¿qué me está contando? Hablen mi lenguaje que somos casi diez millones de personas de mi edad en España'. No vamos a aprender porque ya no tenemos capacidad para aprender algunas cosas, tan cambiantes y ajenas que nos excluyen. No sé si es un suicidio colectivo o estamos narcotizados. Estamos en la situación de ‘se che mexan por encima, tes que dicir que chove'. Encima, estamos rodeados de gentes que carecen de capacidad para gestionar siquiera la bolsa de la compra de su casa, al margen de las ideas. No vayan a pelearse al Parlamento, aporten y debatan.

—Apenas hablamos de la novela.

—La trabajé 20 años. Siempre escribí relatos cortos pero uno de ellos se negaba al punto y final y empezaron tirar unos personajes de otros. Y desde que me prejubilaron tras 42 años, 11 meses y 1 día de profesión, escribía 8 ó 10 horas diarias. Era una catarsis personal que necesitaba.

DNI

Nació en Vegadeo, 1948.

Docencia. Trabajó en Colegios Menores de Juventudes y la Universidad Laboral de Cheste en Valencia. También se licenció en Geografía e Historia.

Periodismo. Colaboró en medios como Diario 16, La Región, Ser, entre otros. Perteneció a la Asociación Internacional de Periodistas de Prensa, Radio y TV y dirigió Toledo Magazín.

Premios literarios. Recibió el Cervantes de la Universidad Popular de Castilla La Mancha y el Internacional de Escritores en Castellano.