«Vivín en primeira persoa o enterro de Franco mentres facía a mili no Pardo»

Lucía Rey
LUCÍA REY VIVEIRO / LA VOZ

A MARIÑA

Indalecio Orosa recuerda desde Xunqueira cómo vivió el entierro de Franco mientras hacía la mili en el cuartel de transmisiones situado junto al Palacio del Pardo
Indalecio Orosa recuerda desde Xunqueira cómo vivió el entierro de Franco mientras hacía la mili en el cuartel de transmisiones situado junto al Palacio del Pardo PEPA LOSADA

El viveirense Indalecio Orosa Vázquez, jubilado de Alcoa de 67 años, asistió al traslado del féretro del dictador hace ahora 46

20 nov 2021 . Actualizado a las 21:21 h.

Tal día como hoy hace 46 años, el 21 de noviembre de 1975, el viveirense Indalecio Orosa Vázquez fue testigo directo de un momento clave en la historia de España. Francisco Franco Bahamonde había muerto unas horas antes y, ese día, sus restos mortales eran velados en la capilla ardiente instalada en el Palacio de Oriente, más conocido como Palacio Real de Madrid. Suponía el punto y final a cuatro décadas de dictadura. «Vivín en primeira persoa o enterro de Franco mentres facía a mili no Palacio do Pardo», recuerda este vecino de Xunqueira de 67 años que completó el servicio militar obligatorio (fue suprimido en el 2001) en el cuartel de transmisiones que había junto a la residencia oficial del militar que desde 1939, al término de la Guerra Civil, había ejercido como jefe del Estado.

Haber estudiado Maestría Industrial por la rama de Electricidad le había abierto a Orosa las puertas de un destino relativamente cómodo para quienes eran reclutados en aquellos tiempos. «A ese cuartel destinaban a enxeñeiros, peritos, mestres industriais...: xente especializada en electricidade. Nos andabamos cos aparatos de radio e o único que tiñamos que facer era presentarlle armas cando saia para ir ó médico, a unha reunión...», señala el hombre, que llegó a Madrid en 1974 y se licenció a los cinco meses de la muerte del dictador.

Alrededor de año y medio en el que fue testigo del declive físico del general ferrolano. «Cando se encontraba mal ía moitas veces ó Hospital Gómez Ulla, e saudábanos sempre a través do cristal da ventaíña do coche», explica Orosa, que nunca ha dado credibilidad a quienes afirman que Franco ya llevaba mucho tiempo muerto cuando el 20 noviembre del 75, en un mensaje televisado, el presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, comunicó a la ciudadanía su fallecimiento. «Non creo nada porque salvo os últimos días, nos que xa se atopaba moi fastidiado, viámolo sempre e saudábanos sempre», apunta el viveirense, que trabajó en Alcoa San Cibrao hasta su jubilación.

«O día do enterro facía tanto frío que no cuartel había xente que caía desmaiada na fila, e o bus que ía repoñendo soldados fora carrozado en Barro Chavín», Indalecio Orosa

Del entierro recuerda, sobre todo, el frío reinante. «Pouca xente sabe que cando trasladaron o féretro nun camión do exército, o primeiro camión non arrincou e houbo que cambialo para outro», cuenta. También el nerviosismo que imperaba en la jerarquía militar. «Capitáns, tenentes, coroneis... Estaban todos moi nerviosos, non se sabía se iamos ter que pillar as armas ou non... Afortunadamente, non pasou nada», concluye. Y el nerviosismo de esos días dio paso a la ilusión de la transición a la democracia.