Dani Hernández cierra una trayectoria de leyenda: «El balonmano es mi obsesión desde niño»

Iván Díaz Rolle
IVÁN D. ROLLE REDACCIÓN / LA VOZ

A MARIÑA

EMILIO MOLDES

El exjugador burelense, que dejó huella en el Naranco, el Palma del Río y el Teucro, se despidió con un ascenso a Asobal en el Torrelavega

18 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Daniel Hernández Menéndez (Burela, 1980) se ha forjado una reputación intachable durante 22 temporadas como profesional. El niño que con 16 años atendió una llamada del Teucro y partió dispuesto a cumplir el sueño de ganarse la vida con el balonmano es a los 41 una leyenda que ha dejado un buen legado en todos los clubes que defendió como jugador. Su último servicio lo disfrutó el Bathco Torrelavega, al que ayudó a consumar un ascenso histórico a la Asobal. Fue el cuarto y el último en la carrera de un hombre que militó cuatro temporadas en la máxima categoría y dieciocho en la segunda y ahora comienza su carrera como entrenador. Dirige al filial cántabro de Segunda Nacional, al juvenil y al cadete.

«El balonmano es mi obsesión desde niño. Siempre tuve claro que cuando me retirase seguiría vinculado a él. Me saqué los títulos y estoy disfrutando de otra faceta. De momento estoy muy verde y no me pongo metas a largo plazo. Ya se verá a dónde puedo llegar como entrenador», explica un Dani Hernández que también construyó con pequeñas pero firmes zancadas su trayectoria como central poderoso. «El ascenso me pareció la guinda perfecta para tomar la decisión de retirarme. Aún me sentía importante, pero poco a poco vas perdiendo cosas. Notas que las fintas te cuestan más, te ves un poco más pesado. Estoy muy contento con todo lo que conseguí y ya tocaba despedirse», explica.

Dani, a la izquierda, junto a su hermano José Carlos, tras conseguir juntos el ascenso a Asobal con el Torrelavega
Dani, a la izquierda, junto a su hermano José Carlos, tras conseguir juntos el ascenso a Asobal con el Torrelavega

Del deporte se enamoró casi por tradición familiar. Su padre le entrenaba en el Burela y también ha forjado una carrera brillante su hermano José Carlos, con el que compartió vestuario en Torrelavega y que se mantiene como uno de los baluartes del equipo en Asobal. «Cuando hablamos de las grandes canteras de España, siempre bromeamos incluyendo a Burela, que hemos salido dos jugadores de Asobal. Jugar juntos es tremendo. Nos entendemos muy bien y además tenemos el apoyo de vivir en la misma ciudad», cuenta. «Mi hermana no juega, pero también es muy aficionada», añade un hombre que ya transmite su pasión a su hijo Iago. Dani destacó muy pronto tras iniciarse en el balonmano a los 8 años. Desde el primer día se volcó por completo: «Mi padre tenía que frenarme. Me decía que no podía estar 24 horas con el balonmano, que tenía que hacer más cosas».

«Metía muchos goles y ya iba con las selecciones gallegas, pero era una liga de nivel provincial, bastante floja. Cuando llegué al Teucro prácticamente empecé de cero», relata sobre su primera gran experiencia. Tras un único curso en Pontevedra lo reclutó uno de los equipos más potentes del momento, el Ademar León. «Jugaba en el juvenil y en Primera Nacional. Me ayudó mucho a curtirme», recuerda sobre la antesala de su salto a la División de Honor Plata, con el Naranco de Oviedo. Allí pasó siete temporadas con «un gran proyecto», aunque el ascenso a la máxima categoría se le resistió hasta que llegó al Palma del Río andaluz: «Era novato en la categoría, pero creció muy rápido y acabamos llevando a la Asobal a un pueblo de 20.000 habitantes».

«Mi padre tenía que frenarme. Me decía que no podía estar 24 horas con el balonmano, que tenía que hacer más cosas»

En 2013 volvió a Galicia. De la mano de Quique Domínguez llegó al Octavio, aunque «con problemas económicos», a la temporada siguiente se fue a un Teucro al que define como «el club de mi vida». «Fueron años preciosos, con la afición volcada. Conseguimos dos ascensos y una permanencia que también fue preciosa», explica un Dani Hernández acostumbrado a pasar largas estancias en los clubes que lo reclutaron: «Siempre que fui a un club estuve involucrado al cien por cien. Si jugaba y me sentía cómodo, me costaba cambiar de sitio. Lo único malo fueron los descensos», cuenta el central que disputó sus tres últimas temporadas en activo en Torrelavega.

«Los primeros años sí que complementaba con algún trabajillo en verano, pero he tenido la suerte de vivir de lo que más me gusta, de mi pasión. Fueron años muy buenos, en los que el balonmano creció mucho, pero luego acusó mucho la crisis», explica Dani, que reconoce la dificultad de que en años próximos otro mariñano emule a los hermanos Hernández: «Cuando empezamos había escuelas en Xove, San Cibrao, Burela, Foz... Ahora solo hay balonmano en Viveiro. Hay que darles un aplauso por resistir y seguir trabajando tanto, porque solo hay dos equipos en la provincia de Lugo».