El ribadense Acevedo, una mujer muerta y arrojada al mar al volver de Cuba y tres huérfanos

martín fernández

A MARIÑA

El vapor Infanta Isabel construído en 1912 que podía llevar hasta 1.500 pasajeros
El vapor Infanta Isabel construído en 1912 que podía llevar hasta 1.500 pasajeros ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

Dolores Canoura falleció en el Infanta Isabel, de sus hijos se hizo cargo el emigrante y los pasajeros donaron 1.500 pesetas

10 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En el viaje que el vapor Infanta Isabel hizo a A Coruña desde Cuba en abril de 1916 venía a bordo una mujer, Dolores Canoura, con tres criaturas hijas suyas: José, de 5 años; Josefina, de 3; y Rolando, de 1. No tenían más documentación que el pasaje gratuito que les proporcionara la Sociedad de Beneficencia de Naturales de Galicia por carecer de recursos y hallarse la madre muy enferma. La mujer tenía 23 años y al séptimo día de partir de La Habana falleció en alta mar. Su cadáver, como estipulaba la Ley de Navegación Marítima, fue arrojado al océano. En la cubierta quedaban tres niños en el más absoluto desamparo, cientos de emigrantes que volvían a su tierra, atónitos y acongojados, y un ribadense, José Acevedo, que años más tarde sería alcalde.

Fueron, precisamente, Acevedo -que entonces tenía una fábrica de maderas, Taller Acevedo, en la calle Zanja, de La Habana- y Francisco García ?un emigrante de O Pino (A Coruña) vicepresidente del Centro Gallego- los primeros en reaccionar. Iniciaron una suscripción en favor de los infelices huérfanos que recaudó entre los pasajeros del Infanta Isabel la suma de 1.500 pesetas. Cuando el barco llegó a A Coruña, todos delegaron en Acevedo y García para que se hiciesen cargo de los huérfanos, diesen con el paradero de su familia en Galicia y administrasen, en debida forma, lo recaudado.

Soltera, enferma y sin medios

El caso había sacudido las conciencias de los viajeros por el dramático final de la mujer y por conocer las circunstancias de la travesía de la familia. Dolores Canoura y sus tres hijos viajaban en Tercera ordinaria con un pasaje que abonara la Beneficencia Gallega para repatriar a una paisana soltera, enferma y sin medios. El camarote solo tenía una litera para casos precisos de aislamiento y allí iban los tres niños, acurrucados contra su madre doliente y adormecida, entre un olor pestilente acrecentado porque los marineros no desinfectaban a diario el cuarto, como era costumbre, al no poder salir al exterior la infortunada mujer.

Acevedo y García tomaron a su cargo a los tres huérfanos y, de acuerdo con la naviera y el Gobernador Civil, los alojaron en la casa de una caritativa dama -«nuestra convecina doña Amparo Barro, viuda de Carvajal» dice La Voz de Galicia en la página 2 de su edición del día 20 de mayo de 1916- que los cuidó y colmó de atenciones hasta que el ribadense y el emigrante de O Pino pudieron averiguar el paradero de la familia de la desventurada Dolores Canoura.

Los niños tan pronto decían ser oriundos de Sarria, como de Lugo o Monterroso. Nadie conocido, o de la familia, los esperaba en el puerto y nadie daba razón del origen de la madre. Documentos no había y todas las gestiones realizadas por Acevedo, García y las autoridades resultaron, en principio, inútiles.

La casa de José Acevedo en A Devesa (Ribadeo)
La casa de José Acevedo en A Devesa (Ribadeo) ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

Filántropo, promotor de la escuela de Cinxe y del campo de fútbol y alcalde de Ribadeo en los años 20

José Acevedo Martínez nació en A Devesa (Ribadeo) y a los 14 años emigró a Cuba cuando la isla era todavía colonia española. Su primer trabajo fue en una bodega y con su primer sueldo pagó un profesor particular para adquirir nociones de Contabilidad, etc. Luego tuvo un taller de ebanistería y más tarde una fábrica de maderas y modelajes en la céntrica calle Zanja de La Habana.

Era un hombre muy inteligente, trabajador, afable y próximo a la gente. Cuando regresó a Galicia, el Directorio Militar de Primo de Rivera ?de quién fue amigo, igual que lo fue del general Berenguer que protagonizó la llamada Dictablanda- lo nombró alcalde de Ribadeo en la década de los años 20. Su etapa en la alcaldía se caracterizó por notables realizaciones como la Escuela de Cinxe (A Devesa), construida en unos terrenos de su propiedad que cedió para ese fin. Además, para aumentar la superficie del solar, él mismo compró varias fincas colindantes por 750 pesetas e hizo diversas donaciones ?por valor superior a las 1.500- para su edificación y puesta en marcha.

Otro de sus logros fue la construcción del campo de fútbol de Ribadeo que fue inaugurado con un partido entre los equipos de Ribadeo y el Vivero el 15 de junio de 1924 y que acabó con la victoria del Ribadeo por 6-1. La prensa de la época decía que el campo era «vallado, de medidas internacionales, con suelo de césped y comparable a los mejores y más conocidos de España». Acevedo era un gran amante del deporte y donó un valioso trofeo y promovió la organización de la Copa del Eo para ser disputada por los equipos de Luarca, Ribadeo, Vegadeo y Vivero.

En Vilandriz (A Devesa) levantó en 1920 su casa, una hermosa edificación de reminiscencias indianas y gran solidez en la que destaca un enrejado de hierro a la entrada con lanzas y flores de lis enmarcado con dos poderosas pilastras coronadas con un capitel. José Acevedo Martínez fue persona querida y respetada en Ribadeo donde pasó a la historia local como un notable filántropo y dinamizador de la villa.

Era hija de unos labradores de Xove y había emigrado a los diecisiete años

José Acevedo y Francisco García no se dieron por vencidos. Y en compañía de los tres niños y de Amparo Barro, la coruñesa que los acogió temporalmente, viajaron, en un automóvil que alquilaron a su cuenta, a los lugares de donde los niños decían que procedía su desaparecida madre.

Primero visitaron Sarria. Pero nadie reconoció a los huérfanos ni supo decir nada de su progenitora. Luego Monterroso, con idéntico resultado. Y, finalmente, se detuvieron en Lugo donde, tras diversas pesquisas en el Obispado, el Gobierno Civil y la casa de acogida de la Diputación, averiguaron que era posible que el origen de la desvalida Dolores Canoura estuviera en la parroquia de San Isidoro do Monte, en el Concello de Xove. Y allá se fueron los niños y sus imprevistos tutores…

En Penas Agudas, lugar de esa parroquia, encontraron a la familia de la infortunada Dolores. Eran unos humildes labradores sin tierra de seu que les informaron que su hija marchara a Cuba con 17 años tras ofrecerle un trabajo de empleada en el servicio doméstico un hombre de Viveiro. Les dijeron también que, desde entonces, no habían vuelto a saber nada de ella. Acevedo y García entregaron a los abuelos, en presencia del juez y del alcalde, a los tres niños huérfanos y les dejaron un donativo de 125 pesetas. Las 1.375 pesetas restantes las depositaron en cédulas del Banco Hipotecario de 5 % a favor de los huérfanos tras asesorarse «en la casa de los señores Rodríguez Pastor» de A Coruña que fue «el que se encargó de la adquisición de dichos valores sin cobrar interés de ninguna especie», dice La Voz…