Una joven residente en Ribadeo con fibromialgia hace de su afición una profesión de éxito

La Voz RIBADEO / LA VOZ

A MARIÑA

Lorena Carrello decora artesanalmente macetas, que personaliza y que están teniendo una gran demanda

06 oct 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La vida está hecha de giros e imprevistos que a menudo marcan el destino. Así le ha ocurrido a Lorena Carrello, asturiana residente en Ribadeo que se ha sumado a la larga lista de artesanos de Taramundi, como un soplo de aire puro y renovado, convirtiendo en profesión de éxito lo que era una afición: decorar macetas. Autodidacta, rechaza el protagonismo de ser pionera en esta práctica y recuerda que ya antes de ella había artesanos de Taramundi que lo hacían. Lo que no se le puede negar, eso sí, es que todas sus creaciones llevan un sello personal, ese que le ha hecho sobresalir hasta convertir lo que era un pasatiempo en su principal fuente de ingresos.

Cuenta Lorena Carrello que trabajaba en un bar cerca de su pueblo, Bres, pero lo tuvo que dejar porque la enfermedad que sufre, fibromialgia, le hacía imposible atenderlo. «Y comencé por casualidad haciendo piezas como una forma de entretenimiento, para regalar a vecinos. Entonces, para mi sorpresa, la gente comenzó a preguntar si las vendía. Yo al principio decía que de ninguna manera, que no hacía esto para ganar dinero, pero me fueron animando y al final dije que adelante. Recuerdo perfectamente el día que hice la primera pieza: el 20 de julio de 2020».

Lorena Carrello juega con las macetas, que coloca boca arriba y boca abajo, haciendo cuerpos de figuras que completa con los apéndices, piernas y brazos, vestidos, etcétera. «Diseño el vestido, pinto las caras e igualo con un barniz, para impermeabilizar lo máximo posible», explica.

Su idea de hacer de un negocio pronto se vio que había sido todo un acierto. Los primeros encargos que tuvo fueron de su madre y alguna vecina. A partir de ahí, fue un no parar: «Todo fue rapidísimo. Enseguida me vi desbordada. Venían particulares pidiendo piezas de dos en dos. Empecé con el tamaño más grande, que es más laborioso, tiene más trabajo de pintura y me vi desbordada por los pedidos. Siembre estaba con trabajo detrás, pendiente. Era imposible estar al día», recuerda.

Así, antes del verano dio el paso de vender sus creaciones en una tienda de Taramundi, Casa Vicente: «Me propusieron hacerlo y le dije que sí. Pero nunca pensé y creo que ellos tampoco que iba a tener semejante acogida, tanto de gente de aquí, como de turistas en verano. Fue un bum impresionante». Después se crearían otros dos puntos de venta en A Pontenova, en Floristería Azu, y en una tienda de A Fonsagrada.

«Paré de atender pedidos de particulares, para los que hacía trabajos personalizados, porque la demanda me desbordó. Me dediqué exclusivamente a surtir a las tiendas, porque atender el resto era imposible», añade.

Explica que suele emplear entre una y tres horas en hacer cada pieza. Lo más complicado, apunta, es acertar con la expresión de las caras, «porque te tiene que decir algo. Es en lo primero en que te fijas, y después en el vestido, o lo que pueda llevar. Ahora hago las piezas de forma un poco más sistemática, lo que me resulta más fácil, pero al principio era en lo que más tiempo empleaba, en lo que más empeño ponía, porque la figura te tiene que llamar la atención nada más verla». La respuesta está a la vista: «La verdad es que gustan mucho. Me dicen que tienen muy buen acabado. Yo soy muy exigente conmigo misma y creo que nunca están perfectas, pero a la gente les gustan mucho. Así me lo dicen».

Su caso es, también, el de una mujer emprendedora en el medio rural, trabajando en el taller que tiene en su casa en Bres, Taramundi (también lo hace en su casa en Ribadeo): «Para mí esto es un paraíso. Con este trabajo tengo la fortuna de poder hacerlo en cualquier parte, y es un lujo poder estar aquí», concluye.