Zilia L. Laje, la escritora que encontró a su familia en O Vicedo 125 años después

Martín Fernández

A MARIÑA

ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

07 mar 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Llevaba media vida buscando sus raíces y sus antepasados. Y cuando, al fin, el 20 de julio de 2009, llegó a Reboira-O Vicedo, a la casa de dónde Juan Laje, su abuelo, salió rumbo a Cuba a finales del siglo XIX, la escritora y novelista cubana Zilia L. Laje sintió el calor de su familia y un disparo directo al corazón. Su primo Celso le dijo: «De tantos que se fueron, tú eres la primera que regresa». Entonces, todo el pasado se le vino encima y se conmovió, se le puso un nudo en la garganta y se le aguaron los ojos. Habían transcurrido 125 años. «Ellos nos ven como pedazos de ellos que pertenecemos a ese lugar y nos hemos ido del redil», escribió Zilia en la memoria de su viaje.

Zilia L. Laje nació en La Habana el 1 de febrero de 1941. Cinco años después murió su padre y la niña comenzó a preguntar por su origen. A lo largo de años fue hilvanando respuestas pero de su abuelo solo sabía que era de Lugo y llegara a Cuba en 1866.

El asunto no interesaba a nadie. Así que en julio de 1983 viajó con su hijo a Lugo, en busca de información sobre él. Acudió al Arzobispado y antes se había escrito con el vicario Arturo Veiga que trató de ayudarle pero no pudo. Escribió a genealogistas de Provo, Syracuse y Utah (EEUU), de Pontevedra y del grupo Family History, de Miami.

Gracias a la experta Mayra F. Sánchez-Jhonson, de Utah, conoció la parroquia en que había nacido Juan Laje. Luego logró la partida de su matrimonio en Matanzas y en el Archivo General Militar de Segovia su ficha en el ejército. José Mª Fernández Fernández, el director del Archivo Diocesano de Mondoñedo, por su parte, le remitió su fe de bautismo y la partida de matrimonio de sus padres. Y así, pieza a pieza, con precisión y paciencia de relojero, fue encajando antecedentes hasta 1801.

Cartas a 20 Laje de Xove

Pero le faltaban flecos y no se quedó quieta. Escribió a la Real Academia Galega y al Concello de Xove, sin respuesta. Y fue el Cónsul de España quién le facilitó el directorio telefónico con los Laje radicados en Xove. Así que envió cartas a 20 posibles parientes, 17 ignoraron su misiva, 2 le contestaron pero no sabían nada pero, por fin, el 14 de noviembre de 2005, tras 24 años de búsqueda, sintió que el puzle de su vida encajaba: una muchacha de Viveiro le comunicó que el abuelo de ella le había dicho que su tatarabuela era hermana de Juan Laje, el que marchó a Cuba con su hermano José Benito.

Resultaron ser primas, iniciaron una comunicación, se intercambiaron fotos y Zilia decidió enviar en 2006 a su familia dispersa por España, EE. UU, Cuba y Argentina el árbol genealógico que, con paciencia franciscana, había ido componiendo a lo largo de años y de 68 páginas... La familia de O Vicedo la invitó a visitarlos. Y así lo hizo. Salió de Miami para España el 15 de julio de 2009 y regresó 26 días después...

Relató su estancia en A Mariña en el blog de una periodista cubana refugiada política en Suiza

Zilia L. Laje es una escritora, novelista y traductora cubana que, desde 1961, vive en Miami. Contadora mercantil de profesión, trabajó en el Southeast Bank de 1978 a 1990 lo que le permitió viajar por todo el mundo. En 1998 adoptó la ciudadanía estadounidense. Su primera novela fue La Cortina de Bagazo en 1995 y, desde entonces, publicó The cane curtain, Cartas son cartas, Love Letters in the sand, Divagaciones, Genealogía Laje en 2006 y otros relatos y cuentos en revistas y publicaciones literarias. Tradujo al inglés libros y cuentos hispanoamericanos.

Su obra mereció el Premio Octavio Paz de biografías por la que elaboró sobre Antonio Maceo, el líder independentista cubano. Obtuvo también el premio de fotografía del Writers Journal en 2002, fue fundadora de la asociación de escritores cubanos en Miami en 1997 y es miembro del Círculo de Cultura Panamericano y de la Women’s National Book Association de Nueva York, entre otras entidades.

El diario de su estancia en O Vicedo lo publicó en el El Blog de Tania Quintero, una periodista cubana afín al castrismo que trabajó en las revistas Verde Olivo y Bohemia y en la Televisión Cubana de 1982 a 1994 como reportera y realizadora del programa Puntos de Vista. En septiembre de 1995 se sumó a la agencia Cuba Press, fundada por Raúl Rivero. Fue detenida en 1997 y 1999 por el Departamento de Seguridad del Estado por sus escritos y su disidencia. Colaboradora de medios como Cubanet, Nueva Prensa Cubana, El Nuevo Herald y la revista Encuentro de la Cultura Cubana, entre otros, desde 2003 vive en Suiza como refugiada política y mantiene un exitoso blog.

Un círculo cerrado y un lugar donde todo se celebra comiendo

El 20 de julio de 2009 esperaban a Zilia L. Laje en el aeropuerto su prima Isa, trabajadora de una guardería, y su marido Xavier, mecánico naval, y los padres de ella, Isabel, mariscadora, y Germán, albañil, en cuya casa se alojó gran parte de su tiempo en O Vicedo. El resto estuvo con su otro primo Celso, que vivía con su sobrina Lola y su marido Jaime, agricultores, en la casa que levantaron donde antes estaba la petrucial.

La llevaron a las ruinas de la iglesia de Portocelo (Xove) donde fue bautizado su abuelo Juan, a las procesiones marítimas de Celeiro y Vicedo, al casco histórico de Viveiro, al restaurante Boavista... Fue una más de la familia.

Zilia elaboró un diario que publicó al llegar a Miami. Un documento que describe a Galicia, sus gentes, sus costumbres. Le pareció «como si mis antepasados hubieran cobrado vida, y siglo y cuarto se hubiera desvanecido». Destaca el alto nivel de vida «esperaba encontrar gente rústica detenida en 1938 pero la más rústica era yo. El gallego bodeguero de Cuba en los años 40, con alpargatas y mal olor de pies, durmiendo sobre sacos de judías en la trastienda, pasó a la historia».

De su familia dice que «tienen palabra, son cumplidores, de ojos color avellana. Conversan, tienen gran sentido del humor. Todos hablan gallego y todo se celebra comiendo bajo toldos en el patio, 12 o 14 familiares a la mesa. Sentí celos de no haber formado siempre parte integral de la vida cotidiana de aquella familia unida. Hicieron paella, caldo, empanada, almejas, gambón, centollas, rape, verdel, crisonado, congrio, xouba, merluza, bonito, pollo, jamón, bistecs, carne asada, tarta de almendras, brazo de gitano, membrillo. Elaboran licor de melocotón y comen más papas que arroz. Yo engordé en un mes dos kilos y en el avión los pies se me hincharon como botijas».

En su visita, hizo 86 fotos, compró recuerdos y un diccionario de gallego y se llevó la receta del pulpo. «Fue una experiencia incomparable. Siento como si cerrara un círculo, como si hallara mi concavidad sobre la Tierra», concluyó.