Vecinos y empresarios analizan la escasez de servicios que hay una zona con gran peso pesquero
20 feb 2021 . Actualizado a las 20:49 h.El «ser de Celeiro» parece grabado a fuego en el ADN de quienes han nacido en este pueblo marinero enclavado en la ría de Viveiro. Sin embargo, a pesar del enorme peso económico que tiene el sector pesquero celeirense, el peso demográfico y social de la parroquia languidece año tras año debido a la escasez de servicios que hoy en día podrían considerarse básicos, como supermercados, pescaderías, librerías, tiendas de ropa, mercerías o administraciones de lotería, entre otros muchos. «Fálase moito de que ninguén inviste en Celeiro, pero a primeira en non investir é a xente de Celeiro, porque moita fai os cartos aquí e vive en Viveiro ou en Covas», comentó este jueves un vecino de Lavandeiras que optó por omitir su identidad. Tras la marcha de la farmacia y el cierre de la única sucursal bancaria que queda, y que tendrá lugar el 17 de marzo, en la calle solo continuará abierto un negocio: el taller Andrés Vizoso. «Vivo en Burela, pero vou e veño todos os días, e pillei o peche da conserveira de Alonso, da farmacia... Celeiro cambiou moito nos últimos 25 anos», explicó Andrés Segundo Vizoso Jul, Chacho.
«Influye que está Viveiro muy cerca y comercios que abrieron en Celeiro al poco tiempo cerraron», opinó Jorge Fernández, fundador de Varaderos de Cillero, S.L. Su hijo Dimas considera que la pandemia del coronavirus ha sido la puntilla. «El consumo baja y la gente está guardando el dinero en el bolsillo por miedo. Y si no se consume, esto es una cadena», comenta el empresario, que recuerda un Celeiro «lleno de niños en la calle». «Ahora la juventud se queda en casa con las maquinitas; antes había otra vida, y ahora también la gente se desplaza más», reflexiona.
Josefa García Lage, que vive en A Casanova, va más allá y sostiene que Celeiro «está morto». «Quedan catro superviventes», añade. Una de las familias que resiste es la formada por Noelia Martínez y Xosé Antón Fernández. Viven con sus tres hijos en una casa en la Atalaia. «Cando nós eramos mozos isto estaba cheo de nenos e de xente, era unha alegría. Agora non queda ninguén», comentan. En la misma calle está la Carnicería Pardo, cuyo propietario, José Ramón, considera que el derrumbe del barrio de O Celeiriño también ha pasado factura. «Daquela fóronse moitas familias e quedou todo máis abandonado», concluye.